Enojo y miedo

Salieron de Nicaragua en busca de una mejor vida. Se autodefinen paisas pero ya tienen hijos y nietos ticos. A raíz del actual conflicto, los nicas radicados aquí no dejan de sentir enojo por lo que hace su Presidente y miedo por las consecuencias que esto les pueda acarrear.

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“Ortega me tiene encachimbado”, afirmó Eddie Martínez Flores, un nicaragüense de 47 años quien, como muchos de sus paisanos, visita frecuentemente el parque que está frente a la iglesia La Merced, en San José.

“No le tiene que hacer esto a Costa Rica”, agregó, refiriéndose al conflicto que hoy mantiene tensas las relaciones bilaterales entre ambos países.

“¿Por qué no le manda los militares a Honduras, a Guatemala, a Colombia? Él cree que porque tiene un ejército le puede hacer esto a Costa Rica”, siguió.

“¿Sabe qué?”, increpó, “este país (Costa Rica) debe respetarse. ¿Por qué cree usted que nosotros estamos aquí?

“Porque Daniel Ortega nos tiró para acá. ¿Sabe qué? Ustedes los costarricenses son buenos.

“¡Que nos perdonen! ¡Que nos perdonen!”, insistió el hombre, quien en su época de adolescente luchó con la guerrilla que Edén Pastora formó en la montaña para derrocar a los sandinistas.

Eddie lleva 33 años viviendo aquí. Se vino cansado de que lo usaran como carne de cañón y de no tener con qué alimentar a su familia. Hoy, su esposa, sus tres hijos y su única nieta son ticos. Primero –cuenta–, Somoza lo quiso meter a la fuerza en el ejército. Luego, los sandinistas. Y terminó en las filas de Pastora.

En la banca del parque tiene al lado a Luis Alberto Hernández, un artesano de calzado de 66 años. La familia de Luis es originaria de Granada, hermosa ciudad colonial al sur de Nicaragua.

Tampoco este zapatero se encuentra a favor de lo que están haciendo las autoridades de su país: “Los paisas de aquí en Costa Rica no estamos de acuerdo con esa actitud del gobierno de Nicaragua. ¡Menos con Edén Pastora!”.

“El comandante lo que anda es buscando publicidad porque él está muerto políticamente. Allá nadie lo quiere. Yo me considero de aquí y puedo hablar de que nuestro país va a salir adelante.

“Ortega está involucrando a paisas que están aquí honradamente, buscando trabajo y cómo prosperar para mandarle alimento a sus hijos en Nicaragua.

“Es injusto que él se ponga en esas sin saber lo que podrían pasar los paisas por su causa”, manifestó este artesano, con 35 años de vivir en el país y cinco de tener la nacionalidad costarricense.

Temor de ‘paisas’

Entre los nicaragüenses hay miedo por lo que este conflicto les pueda dejar a quienes han tenido que venir a vivir aquí.

“A mí no me gustan esos pleitos. Me dan tristeza. La semana antepasada, leí que iban a dejar sin trabajo a los nicaragüenses para mandarlos toditos a Nicaragua. Usted sabe, ¡digo yo!, que allá nos vamos a morir toditos de hambre. Como dice el dicho, nos vamos a comer toditos unos a otros”, comentó Martha Lorena Tellez, de 29 años y con 11 de vivir ilegalmente en el país.

Como cientos de nicas, Martha se vino en busca de trabajo para mantener a los tres hijos que dejó al cuidado de su mamá, en el barrio Colonial, uno de los más pobres de Managua.

“Me vine por el monte. En Alajuela, tuve mis primeros trabajos. Tenía tres. Dos en el día, limpiando casas, y uno por la noche, en un bar. Aquí no se gana mucho, pero sí lo suficiente para mandarle cosas a ellos. Le doy gracias a Dios porque ya les compré el estreno a mis hijos para el 24 (de diciembre)”, relató.

Martha ya no limpia casas ni trabaja en el bar. Ahora se dedica a vender discos quemados en el centro de San José. No le va tan mal. Saca para pagar un sitio donde dormir y tener sus cosas en una cuartería, en el barrio Los Ángeles de San José. Lo que gana también le alcanza para enviar dinero a sus hijos y a su mamá en Managua.

Esta joven madre solo pudo sacar el tercer grado de primaria antes de venirse a rodar tierras aquí, cuando apenas rozaba los 20 años de edad. Es una de las cosas que lamenta de su país: la falta de oportunidades para la gente.

Douglas Guido ha hecho de todo desde que entró a Costa Rica, 16 años atrás.

En Managua, donde nació y vivió por mucho tiempo, trabajó como constructor pero jamás ganaba lo que gana ahora, por ejemplo, cogiendo café en una finca de Santo Domingo de Heredia.

“¢1.200 la cajuela y entre mi esposa y yo cogemos hasta 12 al día”, contó. Tiene tres hijos. Solo el mayor, de 17 años, es nicaragüense. El niño de 11 años y la más pequeñita de 6, nacieron en suelo costarricense.

“Ortega no debería expresarse así. Esto nos afecta a los nicaragüenses que estamos aquí. Nosotros venimos de allá hasta acá porque necesitamos el servicio de Costa Rica. Que Daniel Ortega se ponga la mano en el corazón por los nicaragüenses que vivimos en este país”, pidió.

Hasta ahora, ni Douglas ni los otros nicaragüenses con los que conversamos manifestó sentirse ofendido por los ticos debido al pleito en la frontera norte.

Los chistes pasados de tono y la xenofobia contra los hermanos nicas han brotado en los últimos días debido al conflicto.

“Si esto avanza más, nosotros vamos a terminar mal”, es lo que teme Douglas. “Me siento más ofendida con los nicas”, añadió Martha cuando se le preguntó si alguien la había molestado por su nacionalidad.

“Como todos, me vine buscando trabajo y lo he encontrado. La mayoría de la familia (mis tres hijos, mi madre, mi esposa) viven aquí. Vivo en barrio Córdoba, en Las Luisas.

“Si Dios quiere, Él que es tan grande, va a sacar esto adelante, sin problemas. Nosotros no queremos tierra. Lo que queremos es paz. Que Costa Rica y Nicaragua, todos unidos, vivamos en paz”, agregó Douglas.

Luis Alberto Hernández, quien fue testigo directo y protagonista de la historia de su país durante la década de los 70, espera que todo este lío se resuelva diplomáticamente.

“¿Qué fue lo que hicieron los nueve comandantes durante los diez años que estuvieron en el poder? Fueron diez años de estar muertos de hambre, el país nunca levantó cabeza. ¿Cuántas madres sufrieron, cuántas familias se separaron? Me he venido a sentar aquí, al parque, a mirar las actitudes y me he encontrado una paz y una tranquilidad.

“Yo no puedo ser malagradecido con este país, que me dio cuando más lo necesitaba. Me dio la cobija cuando yo estaba con frío. Yo no puedo ser un traidor de este país. Mis hijos hicieron su vida aquí. Yo vivo con mi señora en la finca San Juan de Pavas, en casa propia. Y mis cuatro nietos son costarricenses”, afirmó.