Mau viviópara contarlo

Natalia Acevedo tenía 14 años de edad cuando su primogénito llegó al mundo varias semanas antes de tiempo. Mau nació el 25 de agosto de 1997, a los 6 meses de gestación. La Revista Dominical contó su historia el 14 de setiembre de ese año, en un reportaje sobre la batalla que libran los recién nacidos en la Unidad de Neonatología del Hospital de Niños.

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Ama el dancehall , un tipo de reggae jamaiquino, así como subirse a la patineta, andar en bici y comer pizza de jamón y hongos. Desde hace poco, tiene novia; en vacaciones le gusta pasear en cuadraciclo donde una tía en Herradura, y acaba de crearse un perfil en Facebook. Como cualquier adolescente, Mauricio Gutiérrez Acevedo anda siempre con su celular y, cuando está libre, duerme hasta tarde.

Este vecino de La Trinidad de Moravia está cerca de cumplir los 14 años. El 25 de agosto festejará su natalicio al lado de su mamá, Natalia Acevedo, y sus dos hermanas, Anyelí de 4 años, y Kristin, de 7.

Tiene muchas más razones para celebrar que cualquier otra persona: Mau , como lo llaman, estuvo entre la vida y la muerte segundos después de llegar al mundo.

El chiquito nació de forma prematura, a los seis meses de gestación. Esto le causó inmadurez pulmonar (por lo que no podía respirar por sí mismo)y lo mandó de urgencia a la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatal del Hospital Nacional de Niños.

Ahí pasó mes y medio luchando, pero sobrevivió para contar la experiencia que ha oído tantas veces de boca de su mamá: es uno de los muchos campeones que han salido adelante tras un inicio crítico en Neonatología.

Debería estar en segundo año de colegio, pero apenas cursa el sexto grado en la escuela de su localidad.

Cuando Natalia recuerda los largos días y noches al lado de la incubadora donde estaba su hijo, reconoce que, pese a que Mau aparenta estar muy bien físicamente, esa primera gran batalla le dejó secuelas que algunos maestros no comprenden.

Mauricio sufrió tres paros cardiorrespiratorios durante su internamiento. Su situación de salud se complicó porque el tipo de sangre de Natalia y del papá del bebé (también de nombre Mauricio) no eran compatibles. Además, sufrió de reflujo (se le devolvía la comida).

En el expediente médico se confirma que, entre las secuelas de su nacimiento prematuro y las afecciones de sus primeras semanas de vida, Mauricio sufriría problemas de retentiva o de memoria.

“Él pasó sin problemas primero, segundo y tercer grado. En cuarto, la historia cambió. Se me ha quedado dos veces seguidas y ahora parece que también va mal. Por más que lo intento, no logro darme a entender para explicarle a la maestra que mi hijo tiene secuelas. Hasta hace poco, aceptaron hacerle adecuación curricular”, contó la madre.

Este año, cuenta Natalia, la maestra le comunicó que el muchacho lleva mala nota en conducta porque se le olvida traer firmadas las boletas con quejas que le mandan de la escuela.

“No sé cómo hacerles entender que mi hijo tiene necesidades especiales”, agrega con un tono de voz que sugiere cansancio y decepción.

Mauricio no dice nada. Admite que va a clases porque no le queda otra. Sin embargo, el chiquillo sueña con convertirse en profesional. Quizá, como alguno de sus personajes favoritos de la serie televisiva CSI (Crime Scene Investigation). Él quiere ser criminólogo.

Memorias imborrables

El 24 de agosto de 1997, con seis meses de embarazo, Natalia –entonces de 14 años– tuvo la ruptura de la fuente y Mau nació pasadas las 9 de la mañana del día siguiente.

El bebé no lloró. Su mamá recuerda que se lo llevaron de inmediato, mientras los cirujanos terminaban de atenderla a ella. No supo más de él hasta la noche, cuando su entonces esposo le dijo: “el chiquito está malito”.

Un día después de haber dado a luz por parto natural, Natalia ya iba para el Hospital de Niños. “Estaba lleno de aparatos. Tenía un tubo por la tráquea, dos monitores redondos en el abdomen, y un montón de timbres sonando alrededor de la incubadora”.

La joven madre nunca se separó de su bebé. Durmió siempre a su lado y era ella misma quien le cambiaba los pañales. Lamenta no haberle podido dar de mamar.

Tras haber superado varios paros cardiorrespiratorios, el bebé fue enviado a su casa. “Me lo dieron con sonda duodenal y con oxígeno hasta que aprendiera a respirar solito. Duró un mes con la sonda. A los seis meses, lo dieron de alta, pero me advirtieron que podría presentar problemas en su desarrollo”, dijo.

Lento crecimiento

Aunque fue prematuro, Natalia recuerda que midió 47 centímetros y pesó 2.800 gramos.

Pero hasta ahí llegó su crecimiento normal. No es sino hasta ahora que el jovencito está alcanzando el peso y la estatura para su edad.

Sin embargo, su mayor problema ha sido en la escuela. “Estoy muy preocupada, porque parece que se me va a volver a quedar. Mi mayor temor es que quiera dejar el estudio”, comenta.

Cuando se le pregunta a Mauricio qué piensa sobre sus primeros meses de vida, responde: “Le doy gracias a Dios porque sin Él no hubiera salido de eso, y a mi mamá le doy demasiadas gracias; veló por mí día y noche, y es mi mejor amiga”, dice, al tiempo que la mira con esos ojazos negros que ya comienzan a levantar suspiros.