Homo erectus

Aunque no lo crean, la postura es parte de la “tarjeta de presentación” de cada uno

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No recuerdo ni la fecha, pero en otra oportunidad expresé mi inquietud respecto de la falta de columna vertebral de nuestros alumnos. Catedrático de las dos universidades, los conozco bien. Hace unos días, en torno a la biblioteca, vi que, al no resultar suficientes las barras metálicas para impedir que los alumnos se recostaran contra el ventanal, se había puesto una serie de grandes macetas.

También, por diversos lados en mi Escuela de Humanidades, volví a ver cantidad de estudiantes tirados al piso; ellos usan su salveque de almohada, botella de agua por allí, bulto por allá. (Tengo pruebas fotográficas).

Procuré entablar diálogo con algunos, señalando que, aparte lo contradictorio de su conducta con las enseñanzas del viejo Enrique Jiménez Núñez sobre higiene, dejan una imagen desastrosa no solo del campus, sino de ellos mismos. Puede parecer pretencioso, les recalco, pero he recorrido cantidad de universidades en diversas partes del mundo y no veo imágenes paralelas, salvo aquí, en secundaria.

Me entristeció mucho, la verdad, el tipo de argumentos escuchados: que somos un país libre, que somos felices, etc. (Mi tono de voz directamente despierta xenofobia). Que por muy catedrático, no tengo yo que meterme, menos regañando; que es cosa de “ambiente”, que me podían poner una denuncia con la Federación de Estudiantes respecto de “derechos”, etc.

Dichosos esos jóvenes que todavía creen que la luna es de queso. Solo que, cuanto más se aferren a sus ilusiones, peor será la caída cuando lleguen a buscar trabajo o quieran guardar el que tienen: aunque no lo crean, la postura es parte de la “tarjeta de presentación” de cada uno. Recordemos: una sola oportunidad tiene uno, en cuestión de segundos, para causar la primera impresión. La vida está llena de exigencias formales, de jerarquías, de deberes...

De tanta autosuficiencia (inculcada por la misma educación, en nombre de la consabida pedagogía del pobrecito y el evitar traumas) se aniquila el espíritu socrático lleno de ganas de aprender, de voluntad de superación, de autocrítica... Una colega, un día dijo: “miren muchachos, ustedes hagan que están aprendiendo y yo que estoy enseñando...”.

Leo en La Nación 11/11/2011 sobre un desastre educativo: “ninguno de los 162 aspirantes a juez ganó examen básico. Según los evaluadores, la falla está en el conocimiento del Derecho”. Detrás de este rendimiento bajísimo aflora también una deficiencia patológica en redacción elemental (con ortografía, puntuación y sintaxis), además de criterios no explicitados, sobre presentación y simplemente comportamiento como adultos... En mi crasa ignorancia, no sé hace cuántos millones de años, una etapa importante en nuestra evolución como especie (más allá de la división por países) fue cuando esta aprendió a ponerse sobre sus dos pies: homo erectus. Por favor, ¡levántate!

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