Blablar

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En esta misma sección del periódico, Martín Santiváñez Vivanco publicó el domingo pasado una nota titulada “Kirchner, sic transit gloria mundi”. A partir de lo que llama “narcisismo argentino”, el analista define el fenómeno kirchnerista (y peronista) como “la politización del narcisismo argentino, la concreción de la vanidad, la exaltación del orgullo de unas masas históricamente humilladas”.

¿Por qué el señor Santiváñez dice lo que dice? ¿Cuál es la base de su argumentación? A lo largo de dicho artículo, el autor dispara una ráfaga de dicterios, pero no los respalda con razón alguna ni nos ofrece siquiera un ejemplo a modo de ilustración. Esto, amigos, es blablar y no hay nada peor que blablar por escrito.

Mirando y oyendo. Las imágenes del velatorio de Kirchner valen más que un largo parloteo al tuntún y desmienten eso de “la exaltación del orgullo de unas masas históricamente humilladas”, frase cuanto menos ridícula, aparte de ilógica: ¿cómo los humillados van a exaltar precisamente su orgullo?; ¿y de dónde lo sacan?

Dichas imágenes, además del testimonio de numerosas personas ante cámaras, nos hablaron sobre el kirchnerismo en estos días de una manera tan elocuente que cualquier opinólogo podría aprender algo mirando y oyendo desde su casa y a través del televisor o por Internet. Ahí, en la plaza de Mayo y su infinito alrededor, se congregó junto al expresidente una multitud variopinta, gigante. Los jóvenes (muchos), los trabajadores y la gente de clase media, los adultos y los muy mayores no concurrieron para ostentar su orgullo, ¡ay!, sino por dos motivos fundamentales: agradecer a Néstor y alentar a Cristina. Qué simple, ¿no? Y a pesar de la magnitud de la concentración, su desarrollo –cargado de intensidad, decoro y ternura– transcurrió libre de incidentes.

Hechos. Néstor Kirchner había encontrado en 2003 una Argentina en estado de coma, la gente les gritaba a los políticos “que se vayan” y el país yacía pobre, insolvente, con una desocupación del 24%, una indigencia de 11 millones, endeudado y a la deriva.

Él y Cristina, en fin los dos, pudieron mostrar al cabo de su gestión estos hechos:

k1) Un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad y disminución del desempleo.

k2) Una política de derechos humanos ejemplar.

k3) Un mejoramiento en los índices de cobertura y en la calidad democrática e inclusiva de la educación.

k4) El rescate salarial de los dos sectores de más bajos ingresos: maestros y jubilados.

k5) La asignación universal por hijo.

k6) Una renegociación exitosa de la deuda externa que parecía eterna y el pago al FMI.

k7) Una apertura latinoamericana que apunta a la vieja quimera de la Patria Grande.

k8) Una dignificación de la actividad política.

k9) La reestructuración de la Corte Suprema de Justicia secuestrada por intereses ajenos a su función.

k10) La ley de matrimonio igualitario y la vigencia plena del derecho antidiscriminatorio.

Hechos, todos, producto de la inventiva y capacidad de realización de un Gobierno que se movió como pez inteligente en las aguas de la democracia y que, si bien tuvo yerros, acertó en el 90%. Quedan, cabe reconocerlo, asignaturas pendientes y conquistas que será necesario profundizar. Pero el saldo a favor es demasiado grande y corpóreo; y eso, eso también es un hecho.