El terror de enfrentar la realidad

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La provincia de Limón ya es un territorio aparte del resto del país, en el sentido de que 43 homicidios en un trimestre son mucho más que los ocurridos en el resto del país. Se convirtió en el campo experimental en que se gesta el mecanismo que ha destruido a tantos otros países: lo que se inició como violencia esporádica ya se convirtió en algo orgánico: en la cultura de la violencia.

Cualquier bronca en Limón se soluciona a balazos. Ejemplo: en abril de este año, diez empleados de Japdeva, funcionarios de la Municipalidad de Limón, empleados de la UCR y de la empresa Envaco figuraban entre los detenidos tras una emboscada “con piedras y a balazos” contra oficiales de la Fuerza Pública, que cerró con dos policías heridos de bala, otro con golpes varios y siete furgones incendiados en Moín. ¿Motivo de la emboscada? Que no les gustó a los terroristas el nuevo sindicato de Japdeva que concedió los puertos del Caribe a un operador privado. Y no fue con pistolitas. La Fuerza Pública decomisó tres armas de fuego calibre nueve milímetros y 30 bombas tipo molotov. Y en este país decidido a ser pobre, en una infame decisión, la Sala Cuarta les dio la razón.

Cultura de la violencia. La cultura de la violencia crece porque se alimenta de sí misma: nuevas muertes generan futuras venganzas y más muertes. Una vez que se permite que la violencia arranque, arrasa. Venezuela va por ese camino. En Caracas, la tasa de homicidios por 100.000 habitantes ya llegó a 200 vs. 76 en El Salvador. Pero crece no solo en el conteo de muertos, sino en la bestialidad de los hechos de sangre. En México, García Simental hervía a sus rivales en barriles de ácidos en lo que se ha llegado a conocer como “el Pozole”, un guiso mexicano.

Pero el peor peligro de la violencia es que se haga crónica. Colombia se lo ha demostrado al mundo. Una vez que se permite que se asiente, no solo cada día que pasa es más difícil de confrontar, sino que llega el momento en que se convierte en una forma de vida, en una cultura de la muerte; y, eventualmente, en un país fallido como calificó a Colombia el NYTimes en el 2001.

Nuestra adicción a las mentiras nos ha incapacitado para afrontar la realidad y para defendernos. Con el “cuentito de la paz” como lo llama Apuleyo, convertimos la paz en indefensión y el uso de la fuerza en un mundo violento, en cosa de salvajes y “gorilas”. Es un país mentalmente enfermo. Padece de pensamiento delusorio. Ocasionalmente, se asoma una semblanza de realismo: “Limón es una verdadera emergencia nacional”, pero nos causa una ansiedad tan grande hacer lo que hay que hacer, que lo solucionamos con no decir nada, no proponer nada serio y eventualmente no hacer nada serio: “la sociedad debe poner de su parte (') el empleo de métodos policiales (deben ir) mucho más allá de la vigilancia'”.

Fuerzas militares. La Constitución permite la creación de fuerzas militares (artículo 12). Anteriormente ha sido innecesaria. Ahora es indispensable para la defensa nacional. La violencia se enfrenta con la fuerza. Y las democracias tienen el deber de recurrir a lo que sea para salvarse. A asesinatos selectivos como Israel y Estados Unidos o como la democracia sudafricana que ante la altísima tasa de crimen violento, la Ministra de Seguridad les dio las siguientes órdenes a sus policías: “Ustedes tienen que matar a los criminales si los amenazan a ustedes o a la comunidad. No se preocupen por las regulaciones. No toleraré excusas (') se les han dado armas, entonces úsenlas. No hagan disparos de advertencia, ustedes tienen una bala y debe ser usada para matar”.

Pero el abordaje del estamento político de este país hacia Limón ha sido a la tica: poniéndole parchecitos para ver si el problema se va solo y seguimos interminablemente paralizados por el temor de enfrentar la realidad y vernos obligados a responder a ella.

Costa Rica tiene una sola alternativa y una sola estrategia y una sola meta: ganar esta guerra como lo hizo don Juanito Mora: como sea. Contra un enemigo peor que William Walker y antes de que una provincia fracasada llegue a convertir a Costa Rica entera en un país fracasado.