El poeta y sus herencias

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Llegar a ser poeta joven es la única esperanza que nunca se pierde con los años: es tomarse en serio toda la fuente de la juventud. Como Adolfo Bioy Casares y Luis Ferrero Acosta, algunos escritores creen que el ensayo es el género de la madurez; que es como la plenitud de la tarde: la gracia que la experiencia regala al talento. Es posible que así sea.

En cambio, la poesía suele ser un género de juventud, de cuando se tiene más vida que biografía. Con el ensayo ocurre lo inverso: recordar para escribir. No obstante, también puede haber viejos poetas, como los sucesivos Homeros que crearon la Ilíada en el aire mientras los fenicios les inventaban la escritura.

Lord George Gordon Byron fue un poeta joven mandado a hacer por el Romanticismo para que sirviera de modelo del artista rebelde: es el hombre de letras que pasa a la acción y que a veces muere en ella.

Lord Byron es el poeta que se toma en serio el discurso que sobre las armas y las letras pronuncia el loco Alonso Quijano, y se suma al empeño de liberar a la magna Grecia del asfixiante dominio turco.

Byron pretende encabezar la toma de la fortaleza de Lepanto, puerto que vive en Grecia –y nosotros, que pensábamos que solo estaba en la biografía de Cervantes–.

Su plan se frustra: Byron contrae fiebres (tal vez la malaria), lo desangran en un combate con ciertos médicos (no con los turcos) y fallece en 1824 a los 36 años.

Para los griegos, Lord Byron es un héroe, mas el escritor español Eugenio d’Ors no ama a Byron; lo trata de “señorito calavera” que, borracho, rompe alegremente las vajillas pues sabe que su padre pagará la factura ( El valle de Josafat ).

No obstante, a Eugenio d’Ors deben perdonársele también los platos rotos de sus juicios porque los compensa con el oro de su estilo.

Acto seguido, don Eugenio recoge la injusticia de un historiador alemán, Heinrich von Treitschke, y acusa a George Byron de carecer del “pensamiento del deber” .

Tal contrabando es excesivo; no carece de deber quien se impone uno para el que no está llamado por la geografía (Britannia no dominaba a Grecia, aunque ya usurparía a Chipre, cual una Malvina extraviada en el mar Mediterráneo).

Si no convocado por la geografía, Lord Byron tal vez sí se sintió llamado por la historia. De Grecia venimos todos: de ese país antiguo y pequeño en el que –para escándalo nuestro– los deportistas también sabían hacer filosofía. Por respeto a Byron, Eugenio d’Ors debió guardar todos los minutos de silencio.

Algo más –asimismo póstumo– que la liberación de Grecia dejó Byron: un hija, Ada Augusta (1815-1852), matemática genial y creadora de la programación informática. Como su padre, murió a los 36 años; como él, se adelantó a su tiempo.