El Oriente canta

El ensamble Jeong Ga Ak Hoe transmite la serenidad de la música tradicional coreana.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

¿Cómo describirle el mar a alguien que nunca lo ha visto?, ¿cómo explicar la ‘serenidad’ en el rápido mundo moderno? Nos enfrentamos a la misma dificultad con la música tradicional coreana que –en palabras de Hyejin Yoon, compositora del grupo Jeong Ga Ak Hoe– es una “dinámica del silencio en movimiento, una bella contradicción del sonido y su ausencia que produce una manifestación suprema de arte”.

Si fuésemos académicos, podríamos decir que Jeong Ga Ak Hoe es un ensamble de música tradicional coreana que explota la expresividad del daechwita (danza cortesana), el sanjo (música folclórica), el jeongga y el pansori (géneros vocales), y quizá esto sea lo más interesante: la fusión entre la música tradicional y otras artes, tan distintas como la pintura y las letras.

“La música es una criatura viva, una imagen visual del mundo”, explica Yoon. “De esa manera, a través del lenguaje musical, el espectador no ‘comprende’ la música, sino que la percibe, la siente, y se puede llegar a él de una manera más cercana”.

Este conjunto de músicos de Corea del Sur ha logrado cautivar espectadores en Europa y los Estados Unidos; ahora está en Costa Rica gracias al Festival de Música Credomatic.

Imagen del mundo. El Oriente asiático se conoce en Occidente por su pasión por lo preciso y su apreciación casi religiosa de la naturaleza. Muchos ticos conocen el taekwondo (arte marcial coreano), cuyos golpes estrictamente dibujados lo elevaron a la categoría de disciplina olímpica.

Menos conocido es el alfabeto coreano (hangul o hangeul), considerado por muchos lingüistas como un ejemplo de concordancia entre fonema (sonido) y grafema (escritura), y por su adaptación casi perfecta a la lengua a la que pertenece.

De las manifestaciones artísticas coreanas se dice que “su devoción por la naturaleza” transmite una sensación de inmensa calma en el espectador. No es coincidencia que la danza taepyeongmu, conocida como “el baile de la paz”, sea Patrimonio Mundial Intangible de la Humanidad. “Procuramos una purificación a través de la música, una incorporación del sujeto a la naturaleza de la que ha venido”, explica Yoon.

“La música de la corte tiene un estilo sordo, reflexivo y tenso, característico de la vida palaciega; pero la música folclórica puede ser a la vez alegre o intensamente triste. Esa versatilidad obedece al ciclo de las cuatro estaciones que se suceden casi matemáticamente en Corea”, aclara la compositora.

Al lado del daechwita y el sanjo, el público costarricense conocerá el pansori, cantata de un sorikkun (vocalista) y un gosu (percusionista), quien toca un buk (tambor). Además de sumarse a lista de la UNESCO como otra Obra Maestra Intangible de la Herencia Humana en el 2003, el pansori permitirá degustar de uno de los instrumentos más importantes de la música coreana: la voz.

“La música es como un aliento. El sorikkun es aquel que deja que su inspiración y su exhalación se conviertan en canto”, comenta Jeong-ah Ahn, vocalista del género. Así, la voz es instrumento y ejecutante en un solo ser. “En las escuelas nos enseñan a seguir al cantante, no a los músicos”, acota, sonriente, Han Seung Song, director del grupo.

Dentro del repertorio que el ensamble presentará en Costa Rica, encontramos El vuelo hacia la soledad suprema, montaje musical de una famosa pintura coreana que muestra un águila detenida en una garra sobre una roca solitaria en medio del mar ondulado. ¿Un montaje musical de una pintura? Sí; esta es una de las características más fascinantes del conjunto.

“Para el artista, el ensamblaje de diferentes géneros artísticos es un reto. Lo conflictivo es creación, y la creatividad es parte del arte. La música es una imagen del mundo: en ella coinciden todas las artes”, explica Yoon.

De esta manera, Jeong Ga Ak Hoe ha creado composiciones musicales a partir de su interpretación del teatro del absurdo de Samuel Beckett; dramas recitados de poetas europeos y latinoamericanos. Así, al conocer la primera traducción al idioma coreano (1998) de una Antología de los poemas de César Vallejo, el grupo se dispuso a crear interpretaciones musicales de los versos.

Sincretismo único. Esta universalidad los ha ayudado a sacar del olvido la música tradicional en el rápido mundo posmoderno. “Curiosamente, las viejas generaciones encontraban un elemento arcaico en la música tradicional que querían casi olvidar en búsqueda de la ‘modernidad’; hoy, afortunadamente, las jóvenes generaciones desean conocer sus raíces: incluso enseñan música tradicional en las escuelas”, comenta Hyejin Yoon.

Asimismo, mejora la recepción del público extranjero: Si bien se tiende a pensar que la música oriental es demasiado diferente de la occidental, en todos los géneros artísticos viven elementos similares que permiten una comunicación.

Otro error de apreciación –que está cambiando– es pensar que la música de Corea puede ser opacada por sus grandes vecinos: China y Japón; pero ambos, a pesar de haber ejercido gran influencia, no han detenido el desarrollo independiente de la música tradicional coreana.

Esas diferencias son evidentes en el ritmo, el valor acústico, el timbre de la voz, el tono y, principalmente, en la ejecución de los instrumentos, que pueden encontrar “hermanos” en China y Japón.

El tono perfecto. Una curiosidad es el cómo los instrumentos coreanos condicionan el producto musical por la naturaleza de sus elementos. Por lo general, están hechos de elementos naturales, como el bambú, y esto deriva en sonidos muy cercanos a los que produce la naturaleza –un bosque o el viento que pasa–.

La flauta daegeum es el más puro ejemplo de esa particularidad: hecha de bambú, tiene un orificio llamado cheonggong (orificio claro), cubierto por una membrana de caña que se extrae una vez al año, antes del inicio de la estación seca.

Esa membrana produce un tono tan particular que el maestro Kim Seong-jin (1916-1996) comentó que un intérprete habilidoso solo logra el “tono perfecto” una o dos veces en su vida. “Debemos tener en cuenta la fuerza al soplar, pero también los elementos ajenos al artista, como el ambiente y la humedad. Todo exige mucha concentración”, comenta Hyunsoo Kim, flautista del grupo.

No obstante, así como “el Tao que puede describirse no es verdadero Tao”, la música tradicional coreana –y la música en general– no pueden describirse: mejor asista al espectáculo que se presentará en el Teatro Nacional el domingo 22 de agosto para descubrir lo que el Jeong Ga Ak Hoe trae desde el país del viento sereno.