El milagro de la vida, visto por dos romeros

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Los milagros que relatan Mauren Cordero y Moisés Quirós son una pincelada de la inmensa devoción que mana a diario del grupo de romeros que seguimos desde hace tres días.

Durante el recorrido de ayer entre Paso Real y Santa Marta, Buenos Aires (37 kilómetros), compartí gran parte de la ruta con esas dos personas, y sus historias son dignas de contar.

El hijo esperado. Eran las 6 a. m. y Moisés ya se encontraba a la orilla de la Interamericana Sur esperando el paso de los romeros. Dentro de su vehículo tenía listos los desayunos que los peregrinos comerían al pasar a su lado.

Su esmero para atender a los caminantes lo hacían ver como un sirviente, solo le faltó darles de comer. ¿A qué se debía tanta entrega?, le pregunté.

Don Moisés no lo pensó dos veces para responder. “A mis 50 años, el día más feliz de mi vida fue cuando nació mi hijo. Y, ¿sabe por qué ese día fue tan especial? Porque mi esposa era estéril y durante 12 años intentamos tener un hijo y nunca llegaba”.

Siguió explicando: “Con mucha fe, decidimos hacer la romería para pedirle a la Virgen que nos hiciera el milagro... a los pocos meses nos dimos cuenta del embarazo. Lo más increíble de todo es que aún hoy día los médicos diagnostican que mi esposa sigue siendo estéril”, dijo Moisés, mientras abrazaba a su hijo, del mismo nombre.

Sin barreras. Ser una de las romeras que siempre llega a los albergues entre las últimas personas no desvela a Mauren Cordero.

Ella misma reconoce algunas de sus desventajas, especialmente que es bastante más gruesa que la mujer media, lo que le trae obvias consecuencias a la hora de andar.

Eso me lo dijo cuando la vi sentada a un lado de la carretera, curándose sus ampollas.

¿Cómo las sanaba? Mauren tomaba una jeringa, pinchaba la ampolla y espera a que el agua acumulada le saliera.

De seguido, con otra jeringa aplicaba yodo a la herida “para calmar el dolor”, explicó.

A un paso realmente lento, pero constante, Mauren me contó que si La Negrita lo permitía llegaría a Cartago para darle gracias por cumplirle su deseo: ver sana a su hija de “condición especial”, luego de superar una compleja enfermedad.

También me dijo que prometió a la Virgen hacer otro peregrinaje, pero esta vez como voluntaria, para ayudar a los romeros.

Cuando la acompañé por varios kilómetros, me ofrecí a ayudarle con su mochila. Si le había interrumpido su romería, era lo mínimo que podía ofrecerle, más aún cuando me contó que tenía más de diez horas de haber iniciado la jornada sobre el asfalto. Mauren tardó cuatro horas más en llegar a albergue; hoy volvería a salir a la medianoche.

Día corto. Hoy, a los romeros de San Vito les toca completar un tramo de 28 kilómetros entre Santa Marta –Buenos Aires– y La Fortuna de San Pedro, Pérez Zeledón. Es el día más corto de los ocho que hay programados. Será una jornada para retomar fuerzas antes de comenzar, en dos días, el largo y fuerte ascenso del cerro de la Muerte. Estoy seguro de que cualesquiera que sean las condiciones, Moisés y Mauren estarán en pie de lucha.