El fraude del 1.° de mayo

El fraude en la Asamblea Legislativa se cometió a la vista de todos

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El 1.° de mayo del 2011 pasará a la historia. En la mañana de este infausto día, la dirigencia del Partido Liberación Nacional ejecutó un fraude para elegir al presidente del Directorio legislativo. Se declaró electo al diputado liberacionista señor Luis Gerardo Villanueva. Sin embargo, la elección se hizo sin el quórum establecido en la Constitución. Para alcanzar los votos con los que se le declaró electo, se sumaron, a la brava, a los veintiséis votos obtenidos, otros treinta, de igual número de diputados que ni siquiera votaron.

El fraude trató de mantenerse durante las primeras horas de la tarde. Se anunció, en un intento por legitimarlo, el reconocimiento del Poder Ejecutivo, al producto fraudulento. Finalmente, y por motivaciones aún desconocidas, el señor Villanueva anunció que declinaba el nombramiento logrado a través de la maniobra matutina.

Estos hechos son indisputables: el fraude se cometió, a la vista de quienes seguían por televisión la sesión y del público presente en la Asamblea Legislativa.

Oposición responsable. La oposición actuó como debía. No reconoció el producto del fraude. No admitió celebrar ninguna sesión más, en una Asamblea Legislativa descabezada, sin directorio, hasta que el orden constitucional, roto burdamente, se restableciera.

El 2 de mayo, por la prudencia y firmeza de la oposición, fue posible restablecer el orden constitucional y superar la inepta y errabunda política del oficialismo y domar su arrogante desprecio frente a cualquier otra fuerza política.

El país enfrentó dos vías: el camino del servilismo, del silencio y del disimulo ante el fraude o el de la enhiesta y gallarda firmeza que no acepta rodillazos ante el autoritarismo.

Los culpables del fraude quieren lavarse la cara con panegíricos al voto secreto y a la democracia. Pueriles e insinceros argumentos. Insinceros, porque sesionar contra la Constitución, anular votos que no existieron, sumarlos a los exiguos obtenidos por el candidato liberacionista y declarar efectuada la elección, corresponde a destruir la democracia y el orden constitucional y nunca a lo contrario. Pueriles, porque requeriría subvertir la aritmética, sostener que veintiséis son más que treinta.

En la reelección del señor Villanueva Monge había muchos intereses. La misma fracción liberacionista tuvo que negociar posiciones personalistas entre sí, para aceptar a ese candidato. La jefatura de fracción era también objeto de esas transacciones y, estaba atada a los resultados de la reelección. El fraude se hizo cada vez más necesario.

Corrupción. Detrás de todo, además, estaba el oscuro nubarrón de las prebendas y el clientelismo presupuestario, con el que los falsos aduladores de la democracia y el voto secreto pretendieron tentar a diestro y siniestro para alcanzar una siniestra mayoría. Al fin y al cabo, nunca quisieron una elección limpia. El 1.° de mayo del 2011 ejecutaron lo que ya habían planeado: un fraude.

Restaurado el orden, cabe la reflexión, aún más prudencia y menos chapucería.

La política costarricense está contaminada de corrupción. Nuestro sistema republicano y democrático está menguado por un clientelismo asfixiante y una desdibujada separación de poderes.

La restauración de nuestro sistema no es tarea que deba, necesariamente, monopolizar la oposición. El Partido Liberación Nacional cuenta, aún, con ciudadanos honestos y con vocación republicana, aunque casi todos estén marginados.

El fraude del 1.° de mayo convoca, sin distingos partidarios, a expulsar el cinismo y el servilismo como caracterizaciones válidas de la política nacional.