El falso documental muestra el rostro irónico del “cine de la verdad”.

Revelador El género del falso documental muestra el rostro irónico del ‘cine de la verdad’

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Al igual que ciertos acusados de memoria breve, el cine documental se olvida algunas veces de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y se abandona al placer de las medias mentiras. En esas ocasiones, el cine documental recurre a falsedades ingeniosas y evidentes, pero conserva intacta su vocación reflexiva.

Si el llamado “cine de la verdad” construye una representación de la realidad, el falso documental se interna en los territorios fronterizos de la farsa, la parodia y el género burlesco. Por esto, esa divertida forma cinematográfica se conoce también como “documental de ficción” o mockumentary, por la conjunción de las palabras ‘mofa’ y ‘ documental’ en inglés.

Estas divagaciones cinéfilas son oportunas a propósito del filme Ocurrió cerca de casa (1992), un falso documental que sigue los pasos de un asesino en serie e ironiza sobre el oficio del documentalista y sobre los reality shows televisivos. Este filme, de origen belga, fue dirigido a seis manos por Rémy Belvaux, André Bonzel y Benoît Poelvoorde.

Ocurrió cerca de casa es un referente entre las películas que consiguen verdades subterráneas con evidentes mentiras, y conforma un tríptico ejemplar sobre los recorridos del falso documental durante el siglo XX, junto con otros dos filmes de notable ingenio: Zelig (1982) y La verdadera historia del cine (Forgotten Silver, 1995).

De camaleones. De acuerdo con algunos historiadores del cine, la rebeldía característica de los años 60 fue el terreno fértil para el surgimiento del falso documental. Esto se comprueba al observar los mecanismos narrativos utilizados en películas pioneras del género, como El juego de la guerra (1965), dirigido por el británico Peter Watkins; El diario de David Holzman (1967), del estadounidense Jim McBride, y La primera carga al machete (1969), según la mirada del cubano Manuel Octavio Gómez.

A inicios de los años 80, el inquieto Woody Allen recupera los hallazgos contenidos en estas películas y dirige un fantástico y divertido documental de compilación bajo el curioso nombre de Zelig. El protagonista que da título al filme –encarnado por el propio cineasta– es un personaje camaleónico capaz de mimetizarse espontáneamente con sus semejantes, sin importar lo poco semejantes que resulten.

En Zelig, las entrevistas, el material de archivo y el nuevo metraje, también se imitan y confunden entre sí. Con tanta inteligencia como sentido del humor, el desarrollo del filme hace ver como iguales a la realidad y su referente, al modelo y su representación.

En su ensayo Contra la interpretación, Susan Sontag –precisamente una de las personalidades entrevistadas en la película– afirma: “Las imágenes de las cosas reales están entremezcladas con imágenes de imágenes”.

Zelig es un documental que amplía el debate sobre la veracidad cinematográfica mediante la explícita falsificación de documentos históricos. No es casual que dos de los personajes que aparecen en esos noticieros se cuenten entre quienes han manipulado los hechos con mayores licencias y beneficios: Adolf Hitler, que ideó un Ministerio de Propaganda hábil en falsear y fabricar información, y el magnate de la prensa amarillista estadounidense, William Randolph Hearst.

De cinéfilos.La verdadera historia del cine es un admirado homenaje al inexistente Colin Mackenzie, un pionero del cine neozelandés, megalómano y visionario, obsesionado con la idea de filmar una adaptación del mito de Salomé.

Supuestamente, los prematuros inventos y el excepcional legado cinematográfico de Mackenzie quedaron en el olvido hasta que, en 1995, los cineastas Peter Jackson y Costa Botes estrenaron su elocuente y apócrifo homenaje.

Como prueba de que las verdaderas casualidades no existen en los falsos documentales, en 1995 se conmemoró el centenario del nacimiento del cine, lo que multiplicó los homenajes a sus pioneros. Incluso, en países que no gozan de gran tradición fílmica se emprendió la búsqueda de las primeras imágenes cinematográficas, como hizo el griego Theo Angelopoulos con La mirada de Ulises (1995).

Nueva Zelanda es un país excluido tradicionalmente de esa historia memorable, y La verdadera historia del cine es una respuesta ingeniosa a esa exclusión. Es también una película que objeta la verosimilitud de la imagen documental de una manera más sutil que Zelig, lo que propició el equívoco entre algunos neozelandeses, decididos a construirle un monumento “al genial y olvidado Colin Mackenzie”.

Esa anécdota ofrece similitudes entre el filme y la célebre transmisión radiofónica de La guerra de los mundos, perpetrada seis décadas atrás por Orson Welles.

La verdadera historia del cine es un falso documental sobre el verídico anhelo creativo, apasionado y desbordante, de un genio incomprendido: algo muy cercano a una falsa biografía dedicada a ese gran cineasta y maestro de la falsificación llamado Orson Welles.

De cineastas. En Ocurrió cerca de casa, un grupo de jóvenes audaces rueda un documental sobre la vida de un asesino en serie. El filme observa con atención los diversos homicidios que comete su protagonista, así como sus relaciones más triviales y cotidianas.

Conforme pasan los días, se establecen la amistad y el trueque espontáneo entre los cineastas y el asesino. Entonces, ellos participan en algunos de sus crímenes y él aporta el dinero necesario para concluir la película.

Ocurrió cerca de casa teje un relato con vínculos estrechos y aires de familiaridad, lo que propicia la reflexión ética sobre el documentalismo y el reality show televisivo. El personaje que abre las puertas de su vida a un espectador anclado delante de la pantalla, hace del filme un simulacro oscuro y revelador del fenómeno mediático más popular de nuestros días.

De igual manera, el carácter didáctico del cine documental se parodia hacia el inicio del filme, conforme el protagonista da consejos al espectador sobre la mejor manera de hundir un cadáver en el cauce de un río. A partir de este momento, la cámara documental se aleja del papel neutro y pasivo que tradicionalmente se le confiere, y se muestra como el objeto que registra y estimula algunas de las acciones más controversiales de la película.

Ocurrió cerca de casa revela que todo documentalista se ve obligado a hacer una gran cantidad de elecciones –entre ellas el tema, el personaje, la angulación, etc.– y que parte necesariamente de ellas para construir su relato. Así, este falso documental aporta una serie de anotaciones éticas, endulzadas con altas dosis de humor negro, y ofrece algunas ideas valiosas sobre el oficio del cineasta, sugeridas con la agudeza propia de las medias mentiras.