El discurso reflejado en el cuello presidencial

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Anoche hubo una presidenta recia que llegó a dar su mensaje anual peinada de moño y con un vestido negro de cuello amplio.

Sería este un dato trivial, de modas y costura, si no fuera porque así Laura Chinchilla dejó expuesto su cuello y la tensión que en él acumula cuando da discursos importantes.

El de ayer era un discurso importante. Después de un mes agrio, le tocaba dar el mensaje anual que inaugura su último año como gobernante.

Llevaba las palabras listas en 24 páginas, programadas para ser leídas en más de una hora, mediante el sistema de teleprompter . Así podía pronunciarlo sin tener que bajar la cabeza, manteniéndola alta, mostrando su cuello tenso y viendo de reojo a diputados y diplomáticos dentro del plenario legislativo.

Quizá tuvo la posibilidad de ver a su diputado Luis Gerardo Villanueva sentado en las curules de opositores y hablando de manera amena con José María Villalta, el más opositor de los 57.

Mientras, Chinchilla hablaba de sus logros con un ritmo decididamente pausado. Desde el principio hizo pausas de hasta tres segundos. Parecía ser consciente de la necesidad de relajarse, pero su ceño fruncido y la musculatura del cuello decían lo contrario.

Esa “hipertensión vocal” podría reflejar un estrés especial, explicó la especialista en Fonoaudiología Diana Patricia Arenas, quien analizó videos de alocuciones de la mandataria, a petición de este diario.

Su forma de respirar en el momento de los discursos también proyecta estrés, señaló la experta. “El tipo respiratorio costal superior (parte alta del tronco) hace que su gasto de energía sea mayor y que su longitud de frase sea menor”.

Es decir, se queda sin aire y se ve obligada a hacer pausas donde no las hay, para respirar.

Anoche la exposición abundó en pausas. Las conscientes y las involuntarias para respirar, para tragar o para humedecer la boca. Habló 73 minutos sin tomar ni un sorbo del agua que tenía a la mano.

Suele leer con buen ritmo, enfatizando sus prioridades. Ayer, por ejemplo, subió el volumen cuando habló del crimen organizado y “sus brutales formas de intimidación”.

Se le escuchó mejor su voz grave desde el cuello tirante, con la “s” silbada, hablando con la espalda erguida y torciendo levemente la mirada cuando cambiaba de pantalla del teleprompter . Proyectaba una imagen recia.

Fue un discurso largo y abundante en cifras, como quizá deben ser los informes de labores anuales. Solo al final rompió la redacción de informe y probó con otra figuras retóricas. Optó por la anáfora, que consiste en reiterar frases.

“En los doce meses siguientes” fue la frase con que comenzó cuatro párrafos seguidos. Después repitió cinco veces lo que el Gobierno “espera” y tres veces la palabra “enorme”, para aludir al país.

Así intentó inyectar una carga emotiva al cierre de sus 73 minutos de discurso o, más bien, de las 24 páginas escritas, preparadas por semanas con calculadoras y calendarios. Al final, dejó el atrio con una sonrisa, que quizá pudo ser oportuna también en el intermedio.