El cerebro sabotea los buenos propósitos para mejorar salud

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Washington . AP Empezó ya el Año Nuevo y con él numerosas personas encuentran que les es muy difícil cumplir sus propósitos, como dejar la comida chatarra, el cigarrillo y la inactividad física.

La dificultad para superar los malos hábitos tiene una razón biológica: está muy condicionada en el cerebro, pero esto no es excusa.

¿Por qué los malos hábitos son más dominantes? Porque usted batalla contra el poder de la recompensa inmediata, afirma la doctora Nora Volkow, directora del Instituto Nacional contra el Consumo de Drogas y experta en la proclividad del cerebro al placer.

Se trata de la pugna en la decisión entre el caramelo y el brócoli: el factor del gusto por el chocolate tiende a imponerse a la noción de que la recompensa por consumir verduras y no chocolates serán unos kilos de menos.

“Todos nosotros, como criaturas, estamos muy condicionados a ser de esa manera, a dar mayor valor a una recompensa inmediata en contraposición a algo que demorará”, afirma Volkow.

Ese pequeño momento de felicidad se convierte en un vicio debido a una sustancia química sensible al placer, llamada dopamina. Esta sustancia condiciona el deseo del cerebro a que se le recompense, lo que aumenta la dependencia.

“Las personas tienden a sobrestimar su capacidad para resistir las tentaciones, lo que da al traste sus propósitos de superar los vicios”, dijo el psicólogo experimental Loran Nordgren.

“Existe en las personas la arrogancia del autocontrol, esa creencia de que pueden ir más allá en el control”, dijo Nordgren, quien ha estudiado el conflicto entre la fuerza de voluntad y la tentación.

En un experimento, el especialista midió si fumadores empedernidos podrían ver, sin fumar, la cinta Coffee and Cigarretes , que idealiza el hábito.

Los fumadores recibirían una paga según su nivel de tentación: ¿Podrán resistirse a no encender un cigarrillo mientras ven la cinta? ¿Mantendrán el paquete en la mesa? o ¿Necesitaron dejar el paquete en otra sala?

Los fumadores que habían anticipado que podrían resistir bastante tentación tendieron a sostener en la mano un cigarrillo apagado y era más probable que lo encendieran que los que optaron por asir el paquete, dijo Nordgren.