El carro de toda la familia

Un Mitsubishi Lancer 1991, de agencia, ha pasado de mano en mano en la familia Vargas Dengo.

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La educadora María Eugenia Dengo de Vargas lo compró nuevo, de paquete, hace 20 años. Es un automóvil Mitsubishi Lancer modelo 1991, con capacidad para cinco personas, que, desde entonces, ha pasado por las manos de cuatro miembros de la familia.

Su último propietario es uno de los hijos de doña María Eugenia, el filólogo y traductor Carlos Vargas Dengo, quien lo tiene desde hace dos años y medio.

Las recomendaciones de los antiguos dueños fueron tan, pero tan buenas, que no dudó en comprarlo y hacerle espacio en su cochera, en Sabanilla de Montes de Oca, donde reside con su esposa.

“Es un carro que funciona perfectamente bien. Ha resultado buenísimo y no ha dado ningún problema”, cuenta con mal disimulado orgullo, porque él se ha encargado de seguir dándole el mantenimiento preventivo que lo tiene en tan buen estado.

Recién la semana anterior lo tuvo donde el mecánico para que le echara un ojito y poder llevarlo así, con toda tranquilidad, a la revisión técnica. Pasó como si nada. Según dice, nunca ha perdido esa prueba.

El carro tiene las placas 145058 –los vehículos de más reciente inscripción llegan casi a la placa número 900.000–, y acumula poco más de 246.000 kilómetros recorridos.

Aunque las escobillas y los aros están un poco herrumbrados, el carrito está de buen ver.

Eso sí, no tiene ninguna extra. A lo más que ha aspirado es a un radio que por ahí, un día de tantos, alguno de sus antiguos dueños le incorporó al dash.

Desgraciadamente, esa única “extra” se la robaron hace poco, cuando unos maleantes rompieron la ventana trasera del automóvil y lo extrajeron a la fuerza.

Es lo más violento que Carlos ha vivido con su vehículo. El robo, cuenta, sucedió ante sus propias narices, en el jardín de la casa, adonde suele dejar estacionado su Mitsubishi.

Por lo demás, no recuerda en su anecdotario ningún evento adverso más allá del calentamiento que experimentó meses atrás y que ya, aclara, fue corregido a satisfacción.

Carlos es un académico que suele moverse por Montes de Oca y alrededores, de ahí que el auto no haya viajado con él a muchos sitios lejanos. La única excepción es Puntarenas, adonde lo ha llevado unas cuantas veces a sentir la brisa del Puerto.

Cristián Vargas, hermano de Carlos, es el mecánico de cabecera, y conoce al vehículo como la palma de su mano.

Esto ha sido una ventaja para Carlos, pues cada sofoco o achaque que se le viene encima, Cristián lo ataja con una pericia impresionante.

Pero como toda historia llega a su final, todo sugiere que la de este Mitsubishi Lancer 1991 tiene los días contados con la familia Vargas.

Carlos está pensando seriamente en poner en venta el carrito para comprarse un modelo más reciente.

Todavía no tiene fecha programada para iniciar la despedida, pero sí sabe que debe ser antes de que termine este año.

El nuevo dueño –si no es que, por esos azares de la vida, queda de nuevo con alguien de la misma sangre– se llevará un automóvil bien cuidado y hasta chineado.

En estos tiempos en los que todo es desechable, la familia Vargas eligió nadar contracorriente y ha demostrado que es solo cuestión de saber cuidar bien lo que se tiene.