El bueno de Oz

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La inclusión del Dr. Oz a la programación de Teletica ha sido sin duda un gran acierto. Se trata una versión moderna y primermundista de “ El médico en su casa”, hecha por gente que sabe cómo hacer televisión y que cuenta además con recursos de sobra para hacerla.

Para empezar, hablemos del impecable manejo del tiempo. En la cultura estadounidense esta es una variable de suma importancia. La gratificación inmediata, presente en sus deportes favoritos (béisbol, baloncesto y futbol americano) es también una característica notable en los productos televisivos.

En el programa del doctor Oz la apreciamos en su fluidez pasmosa. El bla, bla, bla, no tiene cabida. No hay tiempo que perder. Para eso existe un guion claro y conciso que cobra vida gracias a la sobria conducción de un anfitrión seleccionado a partir de su educación, carisma y capacidad de comunicación, y no por su linda cara. Ahí comienza el respeto hacia un público que demanda siempre calidad óptima de los productos que consume.

La audiencia en estudio, lejos de ser pasiva, es parte integral del show. Comparemos este simple detalle con los programas estáticos que abundan en la televisión nacional y veremos una abismal diferencia.

La grabación con público en vivo, muy utilizada en EE.UU., cumple un importante objetivo: servir de puente acercar al telespectador.

El programa trasciende el estudio. A menudo se presentan notas filmadas en exteriores sobre situaciones que afectan la salud de diversos grupos o individuos, a quienes vemos en su entorno natural antes de ser llevarlos al set. Allí, luego de ser confrontados con su problema, suelen recibir ayuda especializada para superar su condición y servir de ejemplo.

Los amplios recursos técnicos permiten la inclusión de innumerables recreaciones, simulaciones, y curiosos aparatos utilizados de forma didáctica para ilustrar y facilitar el entendimiento de las complicaciones de salud abordadas, así como los tratamientos para prevenirlas o combatirlas.

En un programa especial para hombres –por ejemplo– se distribuyeron bolsitas que simulaban ser escrotos. Así, los hombres presentes aprendieron a hacer un autoexamen testicular sin necesidad de bajarse los pantalones.

A veces el programa se pone atrevido y realiza procedimientos médicos nunca antes vistos en la televisión, como un examen de próstata practicado en el set a un espectador voluntario.

Otra forma ingeniosa de llamar la atención sobre la condición de salud de los participantes es el “Tubo de la verdad”, aparato que muestra datos como peso, presión arterial, niveles de azúcar y colesterol, para luego revelar la edad “real” de la persona (la que el cuerpo cree que uno tiene en contraste con la cronológica). Se transforma así un diagnóstico común y rutinario en una experiencia lúdica y aleccionadora.

En Dr. Oz se denuncia y desmitifica. Lo hacen principalmente con artículos de uso común, (los cosméticos, por ejemplo) e industrias cuyos productos son vendidos por medio de publicidad engañosa o bien contienen ingredientes que resultan dañinos para la salud.

Como valor agregado el médico anfitrión siempre se hace acompañar de expertos en los temas tratados. Así evita monopolizar la información, refuerza su credibilidad, evita caer en una posición de gurú sabelotodo y logra proyectarse como un profesional abierto a preguntar y explorar los temas echando mano de fuentes más que respetables.

El doctor Oz no sermonea, aconseja. Y siempre trata a sus invitados con gran educación y respeto, incluso cuando los advierte con franqueza de que están en peligro de muerte: aún así deja que sean ellos quienes tomen las decisiones que consideren apropiadas.

En suma, Dr. Oz es televisión de calidad. Un espacio que demuestra cómo la educación y el entretenimiento pueden ser un buen negocio para todos. 1