El bosque se despierta de noche en Sarapiquí

En la noche es más fácil observar reptiles, anfibios, insectos y mamíferos

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Son pasadas las 6 y ya el Sol se fue a dormir. La ausencia de luz no espanta la vida nocturna en el bosque tropical húmedo de la vertiente del Caribe. Todo lo contrario.

Con 37 años de recorrer los vericuetos de las selvas tropicales, el estadounidense Bill Lamar sabe que la noche es el mejor momento para observar la fauna.

El biólogo participó en el I Simposio Internacional de Herpetología organizado por Selva Verde Lodge en Chilamate de Sarapiquí, Heredia.

Un herpetólogo como Lamar, es decir, un experto en anfibios y reptiles, hace fiesta en Costa Rica pues en un área de 51.100 km2, el país alberga más 190 especies de los primeros y 235 de los segundos.

Y mientras tanto, en los senderos, las criaturas de la oscuridad arman su fiesta. Por su nombre real Agalychnis callidryas, quizá solo los científicos la conocen, pero la rana arborícola de ojos rojos es prácticamente la imagen oficial para promocionar al país. Parece que lo sabe y que está entrenada para los paparazzi , pues se queda inmóvil ante a la luz que la fotografía.

Los machos se agrupan cerca de depósitos de agua para entonar su canto a la espera de hembras. Las damitas, de mayor tamaño que ellos, se adentran en el bosque pero cuando quieren “ligar” salen en busca. Después del amor, ella deposita los huevos fecundados debajo de las hojas y los renacuajos buscan el agua para desarrollarse.

En un bosque lluvioso el agua es fundamental. Cada año, esa zona es bañada por nada menos que cuatro metros de lluvia. Mientras los caminantes agradecíamos la noche seca y despejada el guía Iván Castillo nos advirtió: “es mejor cuando llueve, los animales salen más, porque buscan el agua”.

En toda fiesta hay música: el murmullo uniforme del río Sarapiquí fue la banda sonora de la noche aderezada con las “canciones” de las ranas, grillos y los ensordecedores chirridos de las chicharras.

Una de ellas nos cautivó la mirada con sus hermoso traje turquesa que ya se le empezaba a ver durante la fase final de la metamorfosis. La rana de vidrio es pequeña pero atrevida: para la fiesta se puso un traje tan transparente que hasta se le veían sus órganos internos.

En cambio, la Oophaga pumilio no se complicó mucho y enfundó su milimétrico cuerpo en un par de “blue jeans”, tal y como lo recuerda su nombre común. Las ranas aparecen en cada esquina, sobre hojas, ramas y piedras. A 75 metros sobre el nivel del mar y una temperatura que oscila entre 27 y 29 grados Celsius, ellas se sienten en sus dominio. Como también lo hacen unos habitantes temidos y admirados al mismo tiempo: las serpientes. Un ojo inexperto jamás hubiera detectado a una bejuquilla manchada ( Imantodes cenchoa) enronscada en una rama casi del mismo color de su esbelto cuerpo . “ Esta serpiente no es venenosa, habita en los árboles y se alimenta de ranas pequeñas y lagartijas”, dijo Lamar. Estirada totalmente esta serpiente alcanza hasta un metro de largo.

A nuestros pies y sobre un tronco delgado desfilaban varias hormigas bala Paraponera clavata .

“Se llaman así porque su picadura es como recibir un balazo. Esta es una especie poco evolucionada pues son muy individualistas”, explicó Castillo. Entre sus alimentos figuran frutas fermentadas y seguro fue por eso que a e estos insectos la borrachera les llegó temprano pues vimos a varias hormigas moviéndose en zig zag.

En las alturas también se vive la vida loca. Desde un puente de hamaca el grupo pudo pillar a una martilla Potos flavus haciendo malabares en una cuerda para tratar de robarse los trozos de banano en una trampa de mariposas. Dos horas después, la caminata terminó, pero la fiesta en el bosque surgió hasta el amanecer.