El artista Pedro Arrieta invita al baile

Un artista intenso, apasionado y consagrado a la existencia, regresa con una muestra que recuerda que su vida y su obra son inseparables

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fernando.chaves@nacion.com

Pedro Arrieta pasó por el mundo hambriento de vivir. Fiel a sus deseos, devoró todo lo que pudo del arte, de la pintura, de las letras y de la innovación que se respiraba en Costa Rica en su época.

Arrieta desapareció –físicamente, nada más– en el 2004, a los 50 años; casi 10 años después, el Museo de Arte Costarricense (MAC) descorre el llavín de su Código de pasión en una gran retrospectiva.

La muestra antológica compila 48 obras creadas en pintura, serigrafía e instalación entre 1983 y el 2003. En su recorrido por las cuatro salas del recinto, el visitante tiene la posibilidad de aproximarse a la obra de Arrieta justo como él habría querido: en una conexión directa con la vida y los eventos de su tiempo.

Con la curaduría de José Miguel Rojas, quien fue su colega en el ya legendario Grupo Bocaracá, Código de pasión revive los fuegos que Arrieta encendió en vida.

“No es solo un homenaje a los 10 años de su muerte, sino un recordatorio de la importancia que tiene en la plástica local”, explica el director del MAC, Ricardo Alfieri. Arrieta fue especialmente importante por su aporte a la consideración de la serigrafía como arte y al reconocimiento de la instalación en el medio artístico costarricense.

La exposición toma el nombre de Código de pasión por la serigrafía que une varios de los temas principales de la obra de Arrieta. El patrón de cruces, labios femeninos y corazones reúne la sensualidad y la invitación a jugar con su propia obra. Los visitantes podrán jugar con carboncillo y trazar las sensaciones que despiertan estas obras.

Historia del arte. El devenir de la creación de Pedro Arrieta está intrínsecamente ligado a su tiempo. Por ello, se incluye en la muestra una línea del tiempo que resume el acontecer mundial, nacional y personal de Arrieta, nacido en Limón en 1954.

“Pedro era un artista bidimensional. Trabajaba sobre tela y papel, básicamente”, dice José Miguel Rojas. “Con los años 90, pasa una cosa muy importante: desaparecieron los Salones Nacionales, realizados en el MAC desde 1972, y empezó a tomar un papel protagónico la empresa privada: apareció Lachner y Sáenz haciendo las bienales de pintura”, recuerda Rojas. Otras iniciativas las tomaron la Cervecería de Costa Rica y la organización de la Bienarte.

“Lo que se venía generando en la pintura, una obra de contenido social y político, por el contexto de las dictaduras y guerras que ocurren en Latinoamérica y Centroamérica, toda esa sensibilidad, va ‘desapareciendo’. La figuración tiende a desaparecer en los años 80”, contextualiza Rojas.

En esos años, el pico de actividad de Bocaracá, se empezó a privilegiar la instalación, en vez de los lenguajes clásicos. Fue en esa coyuntura que Arrieta, sin dejar la pintura, se arrojó a las posibilidades novedosas de la instalación.

“Le interesaban las clases sociales marginales, de tal forma que aparecen elementos como la botella de licor, de guaro Cacique, los zapatos de baile, los corazones... Incorpora también elementos como las frases que dice la gente popularmente impresas sobre bolsas de papel”, detalla Rojas.

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Se trata de objetos que no aparecen en su obra bidimensional, la serigrafía y la pintura, pero que cobran protagonismo en piezas como Silencio espinoso , las zapatillas rojas de Después del baile y la cama con espinosas almohadas de Amor punzante, noche tras noche .

Arrieta se fijaba en lo urbano: la ciudad con sus calles, su bulla, sus buses y sus dolores. “Siempre hablaba del escape de la ciudad, de lo marginal y de la saturación”, señala Rojas del simbolismo de la escalera en las pinturas de Arrieta.

“Yo, frente a una realidad así, más que física y geográfica, me cuestiono que lo que se cercena son las posibilidades que impiden que nuestras vidas transcurran humanamente”, reflexionaba Arrieta, quien tuvo cuadernos de pensamientos y anotaciones.

Rojas sí lamenta la pérdida de instalaciones de gran formato que resumían las visiones de Arrieta. “Si no las recoge un museo, desaparecen. Casi no se exponen, pero, si hubiera que hacerlo, habría que reconstruirlas”, comenta. Empero, como introducción y como festejo, Código de pasión ofrece un amplio panorama del arte de Arrieta que corresponderá al visitante descifrar y, sobre todo, sentir.