El Movimiento Libertario entendió tarde que su alianza del primer año con el Partido Liberación Nacional (PLN) les iba a costar muy caro.
Lo entendió al final del primer año de funciones de este Parlamento, cuando ya tenían doce meses largos de trabajar, hombro a hombro, para impulsar varios proyectos de ley de interés común.
El segundo año se aliaron con los demás partidos de la oposición, muy a pesar de algunos de sus miembros, bajo la promesa de que recibirían el apoyo para el tercer año. También les fue mal, porque el tercer año no recibieron ni los votos de quienes ellos sí apoyaron.
Este año, el candidato a la presidencia de la Asamblea, Luis Gerardo Villanueva, cuenta con el voto de, al menos, dos diputados libertarios: Adonay Enríquez y Ernesto Chavarría.
Otto Guevara, presidente libertario, en un intento electoral de que no se le relacione ni con el PLN ni con el gobierno de Laura Chinchilla, pidió a su partido que conforme una papeleta propia. Pero ese es, exactamente, el riesgo que corre con esos votos.
Tampoco contó Guevara con que Patricia Pérez fuera la primera en decir: “quiero ser presidenta del Congreso”. Damaris Quintana no votaría jamás por ella. Enríquez quiere experiencia en la silla del presidente, y esa se la achaca a Luis Gerardo Villanueva.
Pero si Laura Chinchilla elige a Víctor Emilio Granados, no puede contar con votos libertarios.
Lo cierto es que la unidad que Danilo Cubero, jefe designado del Libertario, ve en su partido no se puede apreciar desde fuera. ¿Será que el diputado tiene unos lentes especiales?