Educación y niveles de realidad

Distintos niveles de percepción de la realidad de la Educación Pública en Costa Rica

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Basarab Nicolescu, físico teórico del Centro Nacional de la Investigación Científica; del Laboratorio de Física Nuclear y de Energía y de la Universidad Pierre y Marie Curie de París, fue uno de los principales invitados al IV Congreso de Transdisciplinariedad, Complejidad y Ecoformación celebrado en febrero pasado en la Universidad de Costa Rica.

Creo que su principal reto fue lograr que quienes provenimos de otras formaciones, disciplinas y saberes nos asomáramos –con algún grado de comprensión– al mundo de la física cuántica. Sobre todo, que pudiéramos establecer alguna conexión conceptual con nuestra vida cotidiana, lo que irremediablemente cambiaría nuestra visión del mundo.

Entre los principales aprendizajes que construimos en el intercambio con Nicolescu, y que él recoge en su “Manifiesto sobre Transdisciplinariedad” es que la no separabilidad cuántica no pone en duda la causalidad misma, sino la causalidad local; no pone en duda la objetividad científica sino la objetividad clásica ausente de conexión no local. Y particularmente, que la existencia de correlaciones no-locales amplía el campo de la verdad y los niveles de la realidad.

Verdades múltiples. Desde la perspectiva científica cuántica no hay una verdad: hay verdades; no hay una realidad: hay niveles de realidad.

Asegura Nicolescu que, quien se atreve a romper las barreras de la propia disciplina en busca de las intersecciones y correlaciones con otras disciplinas y saberes, comprende que allí es precisamente donde nace la exploración de una realidad multidimensional y multirreferencial.

Quisiera ilustrar con algunos ejemplos sobre distintos niveles de percepción de la realidad de la Educación Pública en Costa Rica.

Por una parte, el reconocido pianista y escritor Jacques Sagot, embajador de nuestro país en el Gobierno de Óscar Arias ante la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco por sus siglas en inglés), el 30 de abril pasado presenta en estas mismas páginas su percepción sobre la realidad del sistema educativo nacional, en un artículo que titula “¿Un ejército de maestros?”

Se pregunta entonces el embajador Sagot si se está dando la atención que merecen los docentes del país, y hace un recuento sobre la precaria situación de nuestro sistema educativo.

Cito algunas condiciones mencionadas por él: aulas sin infraestructura adecuada, recargadas de estudiantes; educación absolutamente masificada; imposibilidad de atender diferencias individuales; familias que no se responsabilizan por la educación de sus hijos e hijas; sobrecarga de trámites burocráticos: permanentes cambios de lineamientos por parte del Ministerio de Educación; salarios bajos e irregularidad en los pagos, con demoras hasta de tres meses; carencia de suministros indispensables, como tiza, marcadores, pizarras, papel higiénico e incluso jabón para combatir el AH1N1.

Contraste. Si bien la visión de la realidad educativa del embajador Sagot, podría servir de plataforma para lanzar algunas acciones (más de estrategia económico-política que educativa) del Gobierno de la presidenta entrante, Laura Chinchilla, contrasta profundamente con la visión de la realidad educativa del país que el presidente Óscar Arias incluyó en su último informe presidencial el pasado 1 de mayo.

Para él ninguno de los logros tangibles en su administración es más importante que los avances que se cristalizaron en educación. En particular se muestra satisfecho porque se dignificó la labor docente, aumentando salarios de maestros y profesores' “hasta llevarlos en algunos casos al doble de lo que eran en el 2006”.

Como durante toda su administración, señala al programa de ayudas económicas Avancemos (ahora en combinación con mejoras en materia de evaluación, promoción y repitencia) como una causalidad local de la reducción de la deserción escolar y colegial.

Menciona también algunos programas importantes como la recuperación del de pensamiento lógico (en 1994-98 se llamó Desarrollo del Pensamiento); la educación cívica, computación, la iniciativa Costa Rica Multilingüe, y ¡finalmente! la inversión del 6% del PIB en la educación pública del país.

Mi propia visión sobre la realidad de la educación costarricense se acerca más a la del embajador Sagot que a la del presidente Arias. En particular debo señalar que en materia de “computación” como la llama el Presidente, deja una gran deuda al no haber dado el salto hacia las tecnologías personales portátiles, no solamente para apoyar el aprendizaje formal de las nuevas generaciones, sino porque, como fue decretado en Uruguay, por ejemplo, el acceso permanente a las tecnologías de la información y la comunicación es un derecho humano.

Educación sexual laica. Y en relación con educación cívica, debo manifestar que en el tanto en que no contemos con una educación sexual laica en nuestras instituciones de educación, mientras sigamos promoviendo (por omisión) los embarazos en adolescentes, la paternidad irresponsable, y la violencia doméstica, no hay educación cívica capaz de garantizar la convivencia pacífica en nuestro país.

Tal como dice Basarab Nicolescu, el mayor impacto de la revolución cuántica es el cuestionamiento del dogma filosófico contemporáneo de la existencia de un solo nivel de realidad.

Si realmente tenemos un compromiso con la educación pública costarricense es urgente que nos separemos de las causalidades locales, de las verdades únicas y tratemos de comprender e incidir en muchos niveles de la realidad.