Dos vírgenes de este mundo

Las vírgenes modernas consagradas a Cristo en la Iglesia Católica, son profesionales, con sus empleos y sus casas, salen de paseo, van a fiestas y, algunas, tienen hijos adoptados.

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Orfilia León, de 50 años, está de luna de miel. El 24 de agosto, cumplirá un año de matrimonio, y asegura que todavía siente “mariposas en el estómago” cuando visita a su marido.

Mas el suyo no es un esposo cualquiera. Afirma estar casada con Jesús, el Hijo de Dios, a quien recuerda con un dije en forma de custodia de la eucaristía que cuelga sobre su pecho, y con visitas frecuentes a la capilla de piedra levantada en los jardines del colegio que dirige, en Heredia.

Esta educadora forma parte del Orden de las Vírgenes Consagradas de la Iglesia Católica.

Tal movimiento existe en el país desde hace unos 30 años, y en la Iglesia, desde el tiempo de los apóstoles. (Ver recuadro)

Se calcula que aquí podría haber más de 20 mujeres como Orfilia. Las últimas cuatro fueron consagradas por monseñor Francisco Ulloa, en la catedral de Cartago, a principios de julio.

Orfilia no es monja ni religiosa. Tampoco vive en un convento ni viste hábito. No pasa rezando todo el día, hincada en alguna de las bancas de la capilla.

Pero es virgen y se ofreció en castidad, obediencia y pobreza a Cristo, cuando fue consagrada en la iglesia de El Carmen de Heredia por el obispo de Tilarán, monseñor Vittorino Gerardi, junto a su amiga de toda la vida, Inés Dengo, de 53 años.

La directora académica del Colegio Católico Nuestra Señora de Guadalupe, en Heredia, se describe como una mujer común y corriente, a pesar de su condición especial de esposa de Cristo.

“Las vírgenes consagradas no somos mujeres frustradas que necesitan una argolla en el dedo porque no les quedó más opción que casarse así”, dice en tono jovial, porque parece que nunca se enoja. “A la gente le cuesta entender cómo uno se enamora tan apasionadamente de alguien a quien no ve”, agrega.

Orfilia estuvo a punto de casarse a los 23 años (tenía listo vestido y casa), y tuvo varios pretendientes pero, al final, desistió y se dedicó a estudiar diferentes ramas de la Educación.

Su amiga, Inés –prácticamente, una hermana– cuenta que, en su caso, ella siempre manifestó su desinterés por el matrimonio.

Inés es la única hija mujer en un hogar profundamente católico. Tiene un hermano sacerdote, quien fue el que le mostró la opción del Orden.

También estuvo a punto de casarse a los 24 años con el único muchacho que pudo haberla hecho desistir de su idea original sobre el matrimonio. Sin embargo, el joven murió en un accidente.

“Yo quise ser misionera comboniana. Hice dos intentos, pero diferentes circunstancias me lo impidieron”, comentó Inés, quien es directora administrativa en el mismo colegio.

Estas dos mujeres viven con sus respectivas familias: Orfilia tiene una hija adoptiva de 14 años, María Fernanda. Inés, por su parte, también adoptó a un niño –hijo de un hermano difunto–, Luis Diego, quien murió a los 9 años de leucemia.

“¿Quién dice que nosotras no podemos salir con amigos y tomarnos una copita de vino? Lo hacemos. Claro, preferimos estar con nuestro esposo”, dice Inés.

En su caso, es exalumna del colegio María Auxiliadora, y recuerda que, cuando se graduó de bachiller, se consagró a la Virgen María, ofreciéndole su virginidad.

“¿Cómo llega uno a tomar una decisión de estas? Algo empezó a revolucionar en mí cuando tenía como 44 años. Comencé a ir a misa todos los días, y disfrutaba mucho del sacramento de la eucaristía. La inquietud surgió en esas circunstancias, lo que pasa es que yo no sabía qué quería”, recuerda Orfilia.

El padre Javier Dengo –hermano de Inés–, quien es su director espiritual, supo de esta inquietud y le habló a Orfilia de la posibilidad de integrar el Orden de las Vírgenes.

“Hay muchísimas mujeres que servimos en las comunidades, pero que no necesariamente queremos entrar a un convento. Este Orden nos permite vivir en el mundo sin ser parte de él”, explica Orfilia.

Pasear, salir con amigos, ir al cine o visitar un restaurante no son actividades prohibidas. Claro que, según lo establece el Orden, deben dar buen testimonio frente a otros y servir a la Iglesia, lo cual están haciendo desde la docencia, con los 200 estudiantes que forman en el colegio.