Dos mujeres se alejaron del dinero plástico

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Hoy se podría considerar una rareza a la persona que, pudiendo tener una tarjeta de crédito, prefiere no hacerlo. A pesar de que esta forma de pago tiene sus ventajas, quienes se abstienen opinan que los inconvenientes que acarrea no superan los beneficios.

La Nación consultó a dos personas que no usan ese medio de pago. Ambas afirman vivir más tranquilas pues no se preocupan por fechas de corte, límites de crédito ni costos de anualidades.

Admiten que son útiles porque pueden “salvar la tanda” en caso de emergencia. Sin embargo, aseguran, una buena cultura de ahorro podría solucionar la necesidad de efectivo en caso de urgencia.

Están conscientes de que si se tiene y se sabe usar, se puede sacar provecho de promociones, puntos, millas, etc. Pero “es cuestión de cuánta energía y tiempo quiere una invertir en darle seguimiento a esos beneficios”, dice Marisol (pidió no revelar el apellido), profesional oriunda del este de la capital, de 39 años de edad.

Ella afirma vivir feliz usando el débito. Sin deudas.

Al igual que Marisol, cerca del 70% de los consultados en la encuesta de tarjetas de Unimer para La Nación no tienen este producto; en su mayoría, porque no les gusta el crédito.

Otros prescinden del plástico porque hay que pagar “mucho interés”, según muestra el estudio.

Acoso. Otro de los inconvenientes que mencionan las dos personas consultadas por La Nación es el asedio de los emisores de tarjetas. Tanta insistencia acaba desmotivando a clientes potenciales.

Para Alejandrina Amador, profesional, soltera y de 29 años, en algunas ocasiones las constantes llamadas para ofrecerle el producto la hacen sentirse acosada.

Similar situación vive Marisol, quien reconoce que en los últimos meses la han llamado menos. Pero hace un año “era una tortura”.

Ambas reconocen los números telefónicos de los emisores cuando las llaman. Amador dice que no contesta llamadas desde números privados. Y Marisol mantiene registrados unos 12 números, como “teléfonos basura”.

Mala experiencia. Tanto Alejandrina como Marisol tuvieron tarjetas de crédito, pero la experiencia las invitó a dejarlas.

En el caso de la primera, el emisor de su primera tarjeta de crédito le hizo pasar malos ratos. Dice que la acosaban para cobrarle, aunque no hubiera llegado la fecha del pago. Pese a que en determinado momento dejó de usar la tarjeta, tuvo que pagar anualidad y un seguro que no solicitó.

Concluyó que, si no la usaba, no era necesario tenerla. Y desde hace más de un año solo utiliza el efectivo y la tarjeta de débito.

Ambas aseguran que sí se puede vivir sin tarjeta de crédito. Si quieren aprovechar ofertas de cierto emisor, se valen de amigos y familiares, pero, en general, no sienten necesidad de tener una. Ellas recomiendan orden para ahorrar y eliminar la compulsión por comprar.