Dora Valdés, bastión y sendero de la enfermería costarricense

Bastión de la enfermería costarricense

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San José. Redacción El nombre de la guanacasteca Dora Valdés es sinónimo de abgnegación desde su adolescencia, cuando decidió emprender estudios de enfermería y convertirse en una piedra angular de esta disciplina en el país.

En 1936, a sus 16 años, dejó su natal Cañas para realizar un viaje de más de un día en caballo, lancha y tren que la llevaría hasta la Clínica Bíblica donde haría los primeros estudios por espacio de tres años.

Luego, en la Escuela de Enfermería de entonces, en el Hospital San Juan de Dios, Valdés obtuvo su título de enfermera y obstetra, detallaron familiares.

Durante varios años asistió en las salas de cirugía a prominentes médicos como Rafael Ángel Calderón Guardia, Ricardo Moreno Cañas y Fernando Saborío Esquivel.

Valdés fue la encargada de organizar la Pensión Llorente, en el San Juan de Dios, y enfermera jefa del dispensario del Instituto Nacional de Seguros.

Posteriormente, hizo carrera en el Ministerio de Salud donde fue jefa en varias de las llamadas Unidades Sanitarias. Incluso, algunos ministros del ramo le pidieron apoyo para proyectos como la administración de la Maternidad Carit, bajo la dirección médica del doctor Fernando Terán Valls, informó su familia en un comunicado.

En el Consejo Técnico de Asistencia Médico Social, adscrito a la Junta de Protección Social, se desempeñó como enfermera jefa a nivel nacional para los hospitales hasta 1974, cuando fueron traspasados oficialmente a la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

Incansable. Valdés fue una activa luchadora en favor de su profesión. Trabajó arduamente en la creación del Colegio de Enfermeras de Costa Rica. Bajo su presidencia (1965-1967) se construyó el primer edificio, contiguo a la antigua sede de la Cruz Roja.

Abnegada. Incansable y amante de su Colegio, se mantuvo activa hasta este año. Regularmente, era invitada a reuniones de la Junta Directiva y el Comité de Ética.

Valdés fue también una de las fundadoras de la Asociación Nacional de Profesionales en Enfermería (ANPE), donde abogó por los derechos de su gremio.

Sus familiares recuerdan que siempre fue consuelo para mujeres embarazadas que querían oír el corazón fetal, niños enfermos y padres angustiados. Varias veces, albergó en su casa a pacientes de la antigua Maternidad Carit, que vivían lejos de San José y no tenían dónde quedarse para recibir tratamientos ambulatorios.

La enfermera se casó con Miguel Royo (q.d.D.g.) y procreó tres hijos: Fernando, Jorge y María.

Su amor por la profesión la llevó a pedir que su cuerpo descansara con el vestido blanco y la gorra de enfermera.