Diez hijos del corazón

Hace 16 años, Rodrigo León y Elizabeth Flores decidieron que, tras sacar adelante a sus hijas, tenían una nueva misión. “Adoptaron” a diez adultos con dicapacidad y formaron una nueva familia en Pérez Zeledón. La entonces Revista Dominical visitó su casa en el año 2000 y dio cuenta de tan noble acto de amor al prójimo.

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Detrás del portón rojo por donde se ingresa al Hogar Sustituto, poco parece haber cambiado. Rodrigo León es el mismo, salvo por un ligero boceto de entradas en el cabello. Y su esposa, Elizabeth Flores, se ve igual que en la foto de hace 11 años.

En esa ocasión, la Revista Dominical visitó la casa que tiene esta pareja en las afueras de San Isidro de El General, donde viven junto a diez adultos con discapacidad que decidieron cuidar como a sus propios hijos.

Los “muchachos” que ambos adoptaron hace 16 años parecen haber sorteado con destreza el paso del tiempo: el autista Jorge Cubillo, hoy con algunas canas más, todavía saluda dulcemente con ambas manos; Ricardo Corrales sigue trabajando en el mismo almacén, en el centro de San Isidro, y Eligia Solano aún requiere cuidados especiales para sobrellevar el día a día.

Tal parece que, para esta familia de Pérez Zeledón, el planeta no ha girado durante 11 años.

Pero Rodrigo León no está de acuerdo: “Después de tantos años, han aprendido mucho. Definitivamente, ha habido un progreso en los muchachos”, asegura el oficial capitán del Ejército de Salvación.

A sus 63 años, León dice ser testigo del avance que ha tenido su familia adoptiva. Ahora son más independientes; pocos necesitan asistencia para ir al baño o para comer y la mayoría se lanza a sus tareas diarias con alegría.

La rutina en la casa se mantiene casi invariable: al amanecer, van saliendo en parejas de los dormitorios de la primera planta, desayunan y esperan para llegar a las instalaciones del Centro Nacional de Rehabilitación y Educación Especial (Cnree).

Ahí funciona el Centro Integral para la Atención de la Persona Adulta con Discapacidad (Caipad), donde laboran por las mañanas los “hijos” de la familia León Flores.

Luis Vargas, quien tiene un gusto particular por los relojes, carga, sin que nadie se lo pida, las sillas de ruedas en la parte trasera del microbús gris que maneja Rodrigo.

Desde las 8 a. m. hasta las 3 p. m., ellos conviven con 60 adultos con discapacidad del Valle de El General. En el Caipad pulen madera, hacen papel reciclado fabrican collares y pulseras.

“Lo mejor de estas iniciativas es que ellos tienen la oportunidad de salir y relacionarse con otras personas. Si no, pasarían aquí todo el día”, comenta Rodrigo León.

Como el Caipad tiene una cuota limitada de espacios, se turnan en grupos de cuatro para asistir. Los que se quedan en el Hogar Sustituto reciben la visita de un funcionario del Cnree que trabaja con ellos para que no pierdan sus progresos en habilidades motoras y socialización.

Trazos al pasado

Los diez adultos que viven en el Hogar Sustituto comparten una condición: todos se encontraban en estado de abandono cuando ingresaron al programa.

A lo largo de los últimos años, unos pocos han tenido contacto con sus familias biológicas y se han formado algunos lazos con padres y hermanos.

Así por ejemplo, la hermana de Jorge Cubillo estuvo visitándolo durante varios años y, cuando se veían, ella le cortaba las uñas y le arreglaba el pelo. Sin embargo, lleva un año sin llegar.

Y la mamá de Ricardo, quien también tiene una discapacidad, está pendiente de él desde hace bastante tiempo e incluso le compra pañales y otros artículos de cuidado personal. Para el reciente Día de la Madre, Ricardo le pidió a don Rodrigo que lo llevara a Turrialba para poder pasar la fecha con su mamá.

Mas esos son los casos de excepción. La mayoría no ha tenido contacto con su familia biológica en años, aunque ya no parece hacerles falta. Su “mami” es Elizabeth y su “papi”, Rodrigo.

Las hijas de este matrimonio también han aprendido a tener diez “hermanos” más.

Mirada a futuro

“Este hogar es una excepción, porque el nuevo paradigma de atención a las personas con discapacidad señala que los encargados deben estar en turnos de ocho horas. Nosotros estamos acá todo el día”, explica León, para añadir luego que las autoridades del sector han preferido no alterar la forma en que funciona esa casa.

Sin embargo, también lo bueno se acaba y don Rodrigo, con sus 63 años, está a dos del límite establecido por el Ejército de Salvación para el retiro.

A partir de esa momento, la recomendación es que se renueve a los encargados, pues la atención de adultos con discapacidad puede volverse muy dura para él debido a la edad.

Cuando llegue ese día, el hogar sí empezará a funciona con el esquema de turnos de ocho horas, como se hace en los demás centros de este tipo en el país.

La pareja tiene pensado seguir cerca de sus “muchachos”, en organizaciones de apoyo a las personas con discapacidad.

Además, aprovecharán para seguir trabajando con ellos, pero sin las presiones que entraña el cuido permanente.

“Cuando una persona llega a adulto y saca adelante a su familia, busca una razón para seguir viviendo. Nosotros la encontramos”, asegura la pareja.