¿Desde cuándo la privacidad es una opción en vez de un hecho?

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Los robots nos observan. Le anuncian al mundo que acabamos de ver sillas Eames en Pinterest y que hemos escuchado a Taylor Swift y Conway Twitty en Spotify. Nos mandan anuncios etiquetados “ser conservador en Carolina del Sur” solo porque revisamos nuestro correo electrónico en Charleston. Transmiten el hecho de que acabamos de leer un artículo titulado “Cómo satisfacer a la pareja en la cama”. Anuncian con trompetas que acabamos de anotar seis puntos en Words With Friends por formar la palabra “gato”.

Cuando el 9 de abril, Facebook compró Instagram, la aplicación de fotografías sociales para aparatos iPhone y Android, surgió un coro de inquietudes en la “Twittersfera”: Facebook tendría acceso a las fotos de los usuarios de Instagram. ¿Aparecería esa foto de la tía Letty en traje de baño en un anuncio de medias de compresión?

De acuerdo, algunas de estas invasiones a la privacidad son resultado de no haber batallado correctamente con la configuración de los controles de privacidad de la aplicación. Sin embargo, ¿desde cuándo la privacidad es una opción en lugar de un hecho? ¿Y por qué pareciera que moverse con dificultad por los voluminosos términos del servicio de una aplicación nueva o averiguar cómo activar la configuración de los controles de privacidad de un sitio requiere de un título universitario en letra chiquita?

Sí, el gobierno de Obama presentó una iniciativa de declaración de derechos de privacidad por la cual se daría más control a los consumidores de los datos que se recopilan sobre ellos en Internet, y muchas personas en el sector tecnológico apoyan un mecanismo para no hacer seguimientos que permitirían que los usuarios optaran porque algunas compañías, aunque no todas, guardaran información sobre su actividad en Internet.

Sin embargo, las invasiones a nuestra privacidad, algo escalofriantes, tipo Gran Hermano , siguen a ritmo acelerado. No es posible asolearse desnudo en este patio trasero sin mirar constantemente por encima del hombro.

Kate Rezucha, la gerente de Comunicaciones Internas de Esurance de San Francisco, distraídamente respondió “sí” a una pregunta sobre Yahoo cuando estaba en Linkedin el año pasado. Linkedin envió correos electrónicos a todos en la libreta de direcciones de Rezucha en Yahoo para decirles que ella los invitaba a unirse al sitio. “Le envió un correo electrónico a mi médico, mi dentista, mi contador fiscal y diversos exnovios cuyas direcciones guardé quién sabe por qué razón”, explicó.

El amor interrumpido es un lugar tierno para la temporalidad del ciberespacio, pero las fuerzas fantasmales de Internet pueden hacer estragos especiales entre las personas que recientemente atravesaron por una separación o un divorcio.

Su cuenta de gmail podría preguntarle si quiere incluir a su ex como destinatario del correo que está enviando. Es probable que Facebook – aun si su ex borró su cuenta y después abrió otra nueva – siga preguntándole si quiere tenerlo como amigo.

Dos personas han realizado campañas especialmente desenfadadas contra las invasiones a la privacidad en Internet.

Michael Devine, desarrollador de programas informáticos en Seattle, diseñó Exfoliate , programa que permite borrar las propias publicaciones y comentarios en Facebook. (El programa es muy lento y se tarda unas 48 horas si se tienen 200 amigos.)

A Devine se le ocurrió la idea de Exfoliate cuando revisaba Facebook antes de una entrevista laboral: “Hay un video en el que estoy disparando un uzi y riéndome. Es de un acto de recaudación de fondos para un elemento de un equipo SWAT que necesitaba un trasplante de médula ósea”.

Devine dijo: “Una vez que las personas piensan un poco en la existencia de un registro permanente, dejan de usar estos medios; lo cual es desafortunado porque estos medios pueden unir a familias que viven lejos, y hacer muchas otras cosas increíbles. Las firmas tecnológicas dicen: ‘No impongan leyes, inhibirá la innovación’. Pero lo contrario es cierto”.

Fred Stutzman, un investigador de posdoctorado en la Universidad Carnegie Mellon que creó Freedom , el programa que deja fuera de Internet a un usuario de una computadora por un lapso específico, realizó un experimento con otros dos investigadores en el 2010.

Al aplicar un programa de reconocimiento facial a retratos de voluntarios anónimos, Stutzman y sus colegas pudieron identificar a un tercero de los sujetos enlazándose a sus perfiles en Facebook. También pudieron averiguar los intereses personales de estos sujetos y, en algunos casos, partes de los números de la Seguridad Social. Stutzman dijo: “Hay un valor en la privacidad. Es el guardián de la sociedad en la formación de los prejuicios”.

Dados los poderes inexorables del Gran Hermano y su aparentemente infinita esfera de influencia, el futuro podría albergar cada vez más rebeldía tipo guerrilla.

Ciento noventa y tres países renegociarán el tratado de las Naciones Unidas, llamado Reglamento de las Telecomunicaciones Internacionales, en una cumbre a finales de año en Dubái; entre tanto, algunos de los nativos se impacientan.

Parte del fuego es fuego amistoso: Tim McHenry, el director de programas públicos en el Museo Rubin, en Nueva York, estuvo en un debate en la Universidad de Columbia hace varias semanas cuando recibió un texto que decía: “¡¡¡Eh Cathy!!! ¡¡¡Nunca me enteré de que cambiaste de número y he estado enviando mensajes al antiguo como un millón de veces!!! Igual me perdí las dos últimas conferencias sobre el siglo XIX. ¿Qué artistas se cubrieron?”.

McHenry respondió en broma: “Degas, Renoir y no puedo acordarme del otro tipo”. A lo que su mensajista misterioso contestó: “¡¡A poco!! ¿Cubrimos a los impresionistas?”.

Resultó que el tema del debate fue: “¿Las conexiones del cerebro nos hacen ser quienes somos?”. Como dijo McHenry: “¡Hablando de conexiones cruzadas”.