Depardieu: ¡pardiez, por Dios!

La nacionalidad es asunto de construcción y de agradecimiento

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Se me dirá que la reciente historia rocambolesca de aquel actor galo no nos interesa aquí y menos ha de preocuparnos. Que Gerard Depardieu haga las locuras que le dé la gana y que para eso es artista. ¿Es igual de trascendente el caso que la pierna de la Naomí, aquella?

Casualmente escribo en mi aniversario 39 de haber llegado al país y el tercero, casi, de haber solicitado la naturalización: los artistas, los que nos preocupamos por el arte tenemos un papel civil que cumplir.

No entro en “detalles” de cuánto es la plata que el actor francés tiene, ni cuánto trata de resguardar con sus locuras y vaivenes; tampoco quiero meterme en ribetes ni políticos ni ideológicos, que los hay, porque a como todo fluye, todo influye... Quiero reflexionar un momento sobre la imagen que proyectamos los que nos ocupamos de arte y de su impacto en el devenir social.

Que por otro lado nadie dude de la capacidad histriónica de aquel portento de hombre, y no solo en el papel de Obelix; más me ha gustado cómo interpreta la famosa “tirada de la nariz” en la película sobre Cyrano de Bergerac. El asunto me hace pensar más bien en el antecedente de Marlene Dietrich que renunció a ser alemana-nazi, con lo que, por su arte ayudó a la victoria aliada. Por último, es más de convicción íntima y de concepto de nacionalidad.

Lo que me ha molestado en todo el asunto es la frivolidad, superficialidad con que el imponente actor cambia de camisa: no solo la de su nacionalidad, sino de su argumentación: ahora como ciudadano ruso por decreto maquiavélico, resulta que quién sabe si continuará sus gestiones para hacerse belga y no, ¡por Dios, pardiez, Dupardieu!, no es que no ama a Francia... pero al mismo tiempo se defiende como “ciudadano del mundo”, se transforma en paladín de esa autocracia de Putin, el exjefe de la tenebrosa KGB. Muchas contradicciones.

Se me vienen a la mente las preclaras ideas de Montesquieu (gran artista también, con aquellas, todavía actuales “Cartas persas”):

Si yo supiera de algo de beneficio para mi país y que fuera dañino para otro, no lo propondría a mi príncipe, porque soy hombre antes de ser francés o porque soy necesariamente hombre, mientras soy francés por coincidencia(...) Si supiera de algo de beneficio para mi patria, pero dañino para Europa, o de algo beneficioso para Europa, pero dañino para la especie humana, le consideraría como un crimen. Soy un buen ciudadano, y lo habría sido en cualquier país que me hubiera tocado.

La cita es larga, demasiado, pero a mi modo de ver pone en evidencia la madurez que debe tener el que construye un mundo, mediante el arte.

Y la nacionalidad es asunto de construcción y de agradecimiento con una estructura de valores recibidos en la casa y en la escuela. No es solo cosa de pasaporte. Y el dinero no lo es todo. ¡Depardieu, pardiez, por Dios!