De viejos y viejismos

Se puede ser una persona adulta mayor con salud y calidad de vida

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En Costa Rica, igual que en la vasta mayoría del mundo occidental, se suele creer que llegar a cierta edad es un equivalente a empezar a morir; un inicio en un camino innevitable hacia una progresiva “inutilidad de la existencia” y a ser “un estorbo” en la casa, la familia y en la sociedad.

Así visto, se desarrollan los “viejismos”, nombre dado en geriatría a aquellos hallazgos clínicos que presentan algunas personas de cierta edad, pero que no son en realidad una consecuencia de los años acumulados. Tal error permite acuñar frases como: “se murió de viejito”, “perdió los dientes de viejo”, “es la chochera que le da la vejera”, “se le están olvidando las cosas, pero ya es por la edad”. Incluso, algunos colegas llaman “demencia senil” a la pérdida de memoria en la vejez. De ahí nace el paradigma de llamarles “viejismos” a estos conceptos occidentales con los que vivimos, que generan exclusión y depresión en una sociedad que paradójicamente se dice “solidaria”.

Acorde con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una persona es catalogada como adulta mayor a partir de los 60 años. En Costa Rica se considera como tal a quien tenga más de 65 años, lo cual podría estar relacionado con la expectativa de vida al nacer de 79 años para varones y 82 años para mujeres, aun cuando la realidad no permite realizar dicha correlación pues las personas sí están llegando a estas edades –y más–, pero no con calidad de vida: tienen enfermedades crónicas; están deprimidas, excluidas de su vida social, y a veces, incluso, abandonadas.

Se puede ser una persona adulta mayor con salud y calidad de vida. Por acumular más velitas en cada cumpleaños, una persona no genera pérdida de memoria, dificultades para caminar, agresividad, pérdida de la vista o de la audición. Es cierto que conforme pasan los años, los riesgos de todo aquello vivido se van sumando; el nivel de riesgo de enfermedad aumenta y da como resultado, mayor propensión a padecer alguna. Pero cumplir 65 años o más no es equivalente de “enfermedad, debilidad e inutilidad”; simplemente significa –al igual que el paso de la adolescencia a la edad adulta– un cambio: un nuevo paradigma de vida y de la metas por alcanzar, entre las que destaca una vida digna y saludable. En cuatro sitios: Cerdeña (Italia), islas de Okinawa (Japón), Loma Linda (California) y la península de Nicoya, existe el mayor número de personas de más de 100 años a nivel mundial. Su alta longevidad (esperanza de vida) se vincula a sus bajos índices de obesidad, alta movilidad física, dieta sana y equilibrada, y son atribuidos a sus hábitos.

Llamadas “zonas azules”, tienen una calidad de vida que es cosecha de todos aquellos esfuerzos cultivados durante los años previos. Sin discriminaciones ni estereotipos atribuidos a la edad, sus habitantes, habiendo vencido “los viejismos”, han simplemente llegado a ser viejos con dignidad. En esta etapa, resultan claves su aprecio, el entretenimiento del ocio, la vida productiva según sus circunstancias, condiciones esenciales para evitar un gran mal de este tiempo: la depresión. Como los años nuevos suelen traer nuevos propósitos, sería deseable que nos propongamos, como sociedad, superar “los viejismos”, y plantearnos metas en favor de la calidad de vida, para que no solo Nicoya, sino el país entero llegue a ser una “zona azul” en este hermoso Planeta Azul.