Cuerpo en llamas

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El arte folclórico tiende a ser anónimo y ninguneado, pero la danza española encontró nombre y fama al condensarse en el cuerpo de una de sus más brillantes bailarinas: Antonia Mercé y Luque, La Argentina . Auténtica investigadora de las danzas populares más oscuras de su España, renovó y sopló vida al arte del movimiento con una pasión pocas veces igualada.

Nació en Buenos Aires en 1890 porque sus padres, ambos bailarines, exploraban el arte en una gira que duraría años. No más volver a España, Antonia ingresó en el conservatorio y desde los diez años empezó el largo recorrido de su arte. Entre la zarzuela y el ballet clásico fue poco a poco depurando ese estilo tan suyo que a los veinte años empezó a granjearle renombre, primero en Nueva York y luego en Madrid, a su regreso en 1918.

Esperó siete años más para ganar la admiración de París. Lo logró apoderándose de la obra más popular de Manuel de Falla: El amor brujo. Gitanería en dos cuadros . Antes un fracaso para Pastora Imperio, este ballet encontró en La Argentina el vehículo para transmitir su febril y casi lasciva pasión. Falla halló en ella la máxima exponente de la danza española, la que había llegado a la síntesis entre lo formal, lo “artístico” y lo que era considerado menor, como el arte de los pueblos gitanos de Andalucía.

La Argentina recorrió el mundo marcando la huella del folclore español. De la mano de Falla, Isaac Albéniz y Enrique Granados, cautivó con una síntesis apasionada de cuerpo y música. Escuchaba a Albéniz y lo describía como brujería; se sumergía en las gitanerías y el flamenco para construir un espacio, un movimiento propio.

Armada con sus castañuelas, partió de los bailes de aldea y de la calle hasta llegar a los más renombrados teatros. Granados le compuso La danza de los ojos verdes y la quiso para sus Goyescas . Albéniz le confió Córdoba , Almería y sus más conocidas composiciones. José Clará la dibujó como antes a Isadora Duncan. Su figura se grabó así en la memoria española. Murió el 18 de julio de 1936, en el mismo amanecer de la terrible Guerra Civil que atormentó a España.

Se empeñó en hacer, de la danza española, un oficio serio, un arte con todas las de la ley. La jota con sus castañuelas, el ballet con su gracilidad y el music-hall con su fuego tenían el mismo valor para Antonia Mercé y Luque.

Fernando Chaves Espinach

fche626@gmail.com