Crtítica de Arte: El encanto de lo discreto

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Barro fresco. Exposición de Rolando Castellón, en su espacio Comtemporary Arteum, 300 metros al norte del quiosco del parque Morazán, en Barrio Amón.

Con el título Barro fresco, Rolando Castellón propone una exposición de singulares vínculos entre lo natural y lo realizado. Así, sus propuestas se van conformando en el cruce del azar y la intencionalidad, donde las formas naturales y los objetos encontrados son ubicados en un espacio de relaciones dispuesto por el artista.

En esa conformación interminable, la intervención de lo casual no se da nunca por clausurada, como tampoco la obra. El Barro frescosupone, entonces, una renovación constante pues el artista añade siempre otras gotas de agua sobre la tierra, dejando cada vez nuevas huellas. Se trataría así de una obra en proceso –o, mejor, de la obra como proceso–.

La participación de lo azaroso supone además cierta renuncia del artista a determinar totalmente su creación. Como si prefiriera completar la imagen que se encuentra ya sugerida en la materia misma, Castellón busca en la forma orgánica la base de otras combinaciones. De ahí que, en todas las piezas, los elementos naturales y los construidos parecen compartir un juego de espejos: una forma repite la otra y la multiplica.

Más que una muestra de arte, Barro frescoparece cercana a un museo de historia natural. Así, el mural que preside la exposición se conforma con los más diversos elementos: capullos, insectos, palos, piedras, colmenas, hojas, flores, nidos, cerámica, dibujos, fotografías. Una rara colección, sin dudas, que no pretende la coherencia y exclusividad usuales. En tal sentido, se trataría no tanto del coleccionista, sino más bien del recolector, quien también colecciona, pero tal vez con más desenfado, como reuniendo objetos que le atraen.

Por otra parte, la muestra propone una relación directa y singular con dos elementos esenciales de la naturaleza: agua y tierra que, en su fusión, crean ese "barro fresco": barro como símbolo de la materia primordial de donde, según la tradición bíblica, el hombre fue moldeado.

Así, el barro que se conforma a partir de la tierra y el agua, implica una referencia simbólica dual: a lo fecundo y vital, pero también a lo que se degrada y a la muerte. Y esa referencia a lo muerto y lo seco de la naturaleza significa, de alguna manera, la apropiación de lo más insignificante de ella: sus desechos.

Al incorporar lo que la naturaleza desecha (el caparazón mudado por algún insecto, una colmena abandonada) Barro frescoparece llevarnos a una sorprendente interrogación: el posible parasitismo del arte, el cual puede llegar a alimentarse de los desechos mismos de lo natural. Y esta inquietud nos lleva a otra: el arte como desecho.

Asimismo, surgen otras ideas relacionadas con la necesidad y legitimidad del reciclaje en el arte, lo mismo de materiales, técnicas, estilos, que de experiencias. En ese sentido, Barro frescoexhibe el encanto de lo discreto a través de lo simple y lo natural, a la vez que busca interrogaciones y respuestas sobre lo artístico.