Crítica de danza: Poco profundos

Diversos La mayoría de los temas se quedan en la superficie

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En la segunda noche del Festival de Coreógrafos Graciela Moreno, que en esta ocasión fue dedicado a la activista cultural recién desaparecida, Virginia Pérez-Rattón, presenciamos cinco trabajos.

La sesión se realizó a teatro lleno y dio comienzo con Todo se puede medir musicalmente de Fredy Corado, director de Orquestap.

Para su creación, Corado utilizó un lenguaje ecléctico (tap, hip hop, ballet y otros) para plantear, con humor, escenas aisladas en las que ilustra el papel que juega la música en el proceso creativo. El coreógrafo desaprovechó algunas imágenes con las cuales sugería situaciones críticas, como el mendigo frente al Teatro Nacional. El haber profundizado y pulido la dramaturgia, le hubiera quitado el carácter de entretenimiento que tuvo su trabajo. Los seis bailarines se desenvolvieron con solvencia escénica.

No alcanzo a escucharte, de Carolina Quirós, es un dúo de carácter intimista que trata el tema del autismo y expone la relación entre una mujer y su hijo, quien sufre la enfermedad. A este creación le faltó síntesis, especialmente en algunas transiciones que resultaron muy largas. Tiene momentos de lirismo que no se lograron explotar a nivel coreográfico. Los bailarines de la Compañía de Danza de El Salvador mostraron dominio técnico en sus intervenciones.

Durante la ejecución de Bob Hopper, obra creada por Luis A. Sierra e Israel Ortiz, se dio un fallo técnico que obligó a reprogramar la presentación para la próxima función.

Carlos Ovares vuelve con los jóvenes del grupo Saragundí, quienes interpretaron, junto al autor, Juegos violentos, obra que trata sobre la violencia generalizada en todos los ámbitos de la sociedad.

Media luz de Henriette Borbón fue la coreografía que me resultó más interesante de la jornada. Este trío, interpretado por Carol Brenes, Isabel Guzmán y Natalia Herra, se inspira en la constante preocupación del ser humano por su destino y fue planteada con carácter existencialista. Borbón las enfrentó a su estilo compositivo, que se caracteriza por contar con movimientos periféricos, caídas y recuperación, los cuales se articulan con las altas extensiones.

Además, Media luz cuenta con un ingenioso diseño escenográfico de Carlos Schmidt y música original de una de las bailarinas: Isabel Guzmán. Esta partitura posee riqueza en las texturas sonoras y el tratamiento del ritmo. Aspectos que contribuyen a generar una tensión dramática y le permite a las ejecutantes reforzar su interpretación y proyección escénica.

El ritmo de caída de la escalera debe cuidarse, ya que rompe la magia que se había creado, al final de la mencionada obra.

Es importante destacar en este festival, la labor que ha venido realizando, en estas presentaciones, Telémaco Martínez, al ofrecerle a cada coreógrafo un diseño particular. En él se ve un constante desafío por no repetir conceptos de iluminación.