Crítica de danza: A paso firme

Desafiantes El elenco saca adelante las propuestas

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La Compañía de Cámara Danza UNA, bajo la dirección de Vicky Cortés, presentó sus últimos trabajos realizados por los coreógrafos invitados, Mónica Runde (española) y Eric Handman (estadounidense), para la primera temporada del 2013.

En este espectáculo, los siete miembros de la agrupación se enfrentaron a dos lenguajes distintos y se mostraron más acoplados al ejecutar los desafíos propuestos por los creadores. Además, los artistas extranjeros, para sus creaciones, partieron de motivaciones relacionadas a nuestra cultura.

Para la obra En partes , Mónica Runde, a quien le hemos visto su trabajo en escenarios nacionales y fue ganadora del Premio Nacional como coreógrafa en el 2004, por su obra Datura sanguínea , en esta oportunidad se inspiró en un escrito de la costarricense Carmen Naranjo. El texto, entre otras cosas, trata sobre los ciclos en la vida o etapas de un proceso, los cuales la autora intentó escenificar.

Además, En partes contó con la participación del artista plástico Adrián Arguedas, quien realizó un interesante diseño de escenografía, lleno de transparencias. También, Adrián Cruz intervino con un video y los bailarines llevaban un vestuario básico realizado por Hall producciones. En la musicalización, Runde unió en la banda sonora a seis autores de distintas épocas y estilos; así mismo contribuyó junto a Antonio Cordero en la concepción de la iluminación.

En la composición coreográfica, el movimiento predominante con el que Runde confeccionó la obra es de corte contemporáneo, y sus combinaciones son múltiples y contrapunteadas, ya que vemos desde solos tríos y dúos hasta grupales unísonos.

Sin embargo, este trabajo de casi una hora de duración en su primera parte, posee un ritmo muy lento y las imágenes resultan densas. Es hasta el solo de Sofía Solís y el dúo con Karton Lacey que la coreografía se torna dinámica, contrastante, y logró atraparme como espectadora. Lo mismo señalo del solo que ejecutó Kimberly Ulate, quien posee una interesante estructura. De igual forma, en la escena de grupo final, que goza de una rica y bella plasticidad, especialmente cuando los bailarines manejan el elemento blanco.

Después del intermedio, vimos la obra Arrayán de Eric Handman, que tiene su origen en un viaje que el coreógrafo realizó al volcán Poás durante se reciente estadía en Costa Rica.

La estructura del árbol de Arrayán disparó la motivación para crear un corto, pero intenso trabajo en el que se muestran complejas interrelaciones entre los bailarines. Arrayán posee un collage musical con autores de nuestro tiempo, un vestuario con estilos callejeros y sin elementos escenográficos.

Handman, profesor de la Universidad de Utah, nos dejó un trabajo que parte de la abstracción y logra genera una dramaturgia clara y abierta a múltiples significados.

En esta sección del espectáculo, que es más lúdica que dramática, Karton Lacey, Sofía Solís, Kimberley Ulate, Lourdes Venegas, Marisol Vargas, Jerry Vindas y Adriana Zamora también se vieron con dominio técnico e interpretativo, al ejecutar los movimientos con buena energía, precisión y solvencia técnica.