Crítica de cine: Muerte en las minas

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El museo de Margaret, Reino Unido-Canadá, 1995, 114 minutos, Dirección : Mort Ransen Guion : Mort Ransen, Gerald Walter (basado en un relato de Sheldon Currie) Fotografía : Vic Sarin Música : Milan Kylimcka Intérpretes : Helena Bonham Carter, Clive Russell, Kate Nelligan, Kenneth Welsh, Craig Olejnik.

Desde finales del siglo XVIII -con la revolución industrial inglesa- y hasta mediados del siglo XX -antes de que se masificara totalmente el uso del petróleo- el carbón fue una de las materias primas fundamentales del avance arrollador del capitalismo moderno, con todos los conflictos que ello trajo aparejados.

El museo de Margaret, un romántico y a la vez emotivo filme inglés-canadiense, pone en evidencia alguna de esas traumáticas vivencias que significa nacer en un lugar donde, prácticamente, el único medio de subsistencia era -o es aún hoy- ese trabajo en las peligrosas minas de carbón.

Específicamente, este filme se ubica en un poblado marino de Nueva Escocia, Canadá, a finales de la década de los 40. Allí nació Margaret, una joven y solitaria muchacha que vive con su madre, su hermano menor y su abuelo, quien tiene los pulmones destrozados por trabajar en esas minas de carbón.

Así, cada vez que resuena (con demasiada frecuencia) la alarma del pueblo, todos sus habitantes saben que ocurrió un accidente en las minas, y que quizás perdieron a alguno de sus seres queridos.

Este trauma lo ha vivido -y lo vive- Margaret en carne propia, pues no solo tiene a su abuelo enfermo, sino que perdió a su padre y a unos de sus hermanos en esas minas.

Esta muchacha tiene, además, una excéntrica relación con Neil, un escocés mayor que ella, que la hace sentir mejor en medio de la monotonía y las tristezas de este pueblo. Por eso, luego de casarse construyen una improvisada y sencilla casa en un acantilado frente al mar, para vivir según sus deseos.

Por todo lo que ha pasado, y pudiera pasar, Margaret no quiere que Neil ni su hermano menor trabajen en las minas, aún cuando no tengan ni siquiera los medios mínimos de subsistencia. Sin embargo, la cruda realidad se impone, y finalmente, ambos deben trabajar en esos infiernos bajo tierra, con todas las fatales consecuencias que esto pueda traer.

En este sentido, el segmento final de la película, con todo su sorpresivo y radical impacto, es fundamental para comprender no sólo el título, sino la denunciadora y escéptica posición final del filme.

Con un excelente guion, que prioriza la construcción de los personajes y sus relaciones, de una manera sutil y compleja a la vez; además de una reconstrucción histórica, banda sonora y fotografía efectivas, El museo de Margaret es un buen ejemplo de esos filmes que, aún jugando con ciertos cánones argumentales, narrativos y psicológicos del melodrama, conforman una emotiva y a la vez contradictoria historia.

Igualmente, hay que destacar las depuradas actuaciones de Helena Bonham Carter, en el papel de Margaret; Clive Russell, en el de su esposo, y Neil Kate Nelligan, en el de la madre, quienes recrean con gran acierto esos ambiguos personajes, a veces felices, pero en otras ocasiones escépticos o incluso patéticos, que se mueven sin remedio en esa difícil realidad que se les impone día a día.