Crítica de cine: 'Los Magníficos'

Su acción es hueca. Resulta agitación visual

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

No sé si algunos recordarán los muñequitos de los personajes de Los Magníficos, la serie de televisión que se transmitió durante 98 capítulos, de 1983 a 1987. Esos muñecos daban prueba de la popularidad de la serie. Ahora, dichos personajes vuelven, pero empotrados en la pantalla grande y con título homónimo de la tele: Brigada A: Los Magníficos (2010), cinta dirigida por Joe Carnahan.

Del filme, el punto más atractivo para uno –como crítico– es ver al buen actor Liam Neeson en el papel del personaje John Hannibal Smith. Los otros personajes son M. A. Barracus, Templeton Peck (Face) y el capitán Murdock. No hay equivocación: el carisma de Liam Neeson es el punto más notable de este largometraje. El resto es lo que hace Hollywood cuando tiene muchos dólares para una cinta de acción.

También es aceptable la presencia histriónica de Jessica Biel y podemos recuperar el buen tino de la música de Alan Silvestri, porque su pentagrama se ajusta a la febrilidad de la acción, pero la verdad es que –por eso mismo– obliga a cerrar los oídos por momentos.

La historia es conocida. Es la de unos soldados de alto riesgo que caen en una trampa tendida por sus propios mandamases, tanto de la Central de Inteligencia (CIA) como del ejército estadounidense. Van a parar a la cárcel. Huyen. Se agrupan de nuevo y están dispuestos a limpiar sus nombres con lo que sea. De esta manera, se convierten en mercenarios.

Lo que uno no entiende es cómo logran obtener tanto apoyo logístico. Nunca sabemos quién los financia y, aún así, es mucho más que una bomba de turno lo que estos tipos estallan cada vez que pelean. En todo caso, si uno se pregunta demasiado, nunca le encontrará coherencia al guion de este filme. Ni lo crean: no hay ninguna estructuración lógica del relato, ni interna ni externa.

Lo que queda es puro trabajo en la sala de montaje (eso que muchos llaman ahora “edición”), pero siempre subsiste un ritmo atropellado cuando el filme pretende ser ágil. Todo es excesivo. Sucede como cuando uno come en demasía, que la indigestión no tarda en aparecer. En Los Magníficos, la acción es tan ansiosa, desmedida y mentirosa que yo sentí que estaba ante una película descerebrada.

Eso es: descerebrada. Dije lo correcto. De ahí que no sea filme para recomendar. Es película hecha para miradas sin ninguna exigencia, para quienes gustan de la gratuidad visual y del cine intrascendente. Es pura morfología digital, algo muy evidente, por lo que resulta una cinta emocionalmente hueca.

Es película mala por abusiva con sus imágenes de acción. Su puesta en escena es inexistente y los personajes son monigotes. Tiene una malsana y pretendida sensación de obra importante, que no pasa de ser convulsivo entramado visual entendido como un fin en sí mismo.