Costarricense, ¿quiere enriquecerse?

Lo que nos falta es un líder que le proponga al país si quiere enriquecerse

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A inicios de noviembre del 2012, La Nación publicó una encuesta de Unimer en la que informa que el 27% de los costarricenses consideran que Costa Rica “no va a ningún lugar”. El hecho que una cuarta parte de los costarricenses piense así representa un grito vehemente que suplica liderazgo. Un clamor por encontrar un propósito que alcance unir voluntades y haga realidad un gran proyecto nacional, un game changer.

Ya se ha logrado un consenso nacional de luchar contra la corrupción. Así parecen indicar las encuestas (Unimer, diciembre 2010). Las armas en esta lucha han sido la denuncia de la corrupción y la prédica a favor de la virtud. Pero la corrupción no cesa. Una consecuencia de esta realidad es que, al no lograr vencer el vicio, crece la sensación de que somos una sociedad irremediablemente podrida. Esa sensación de suciedad moral no conviene para la salud de la democracia. Ya la democracia solo cuenta con el apoyo del 35% de los costarricenses. (Unimer, oct 2012).

Dos terceras partes de los costarricenses opinan que es poco probable que “actos de corrupción se acaben” (Unimer, oct 2002). Quizá lo más sensato es cambiar el abordaje del problema. En vez de anunciar que la meta es terminar con la corrupción, simplemente dejar que la justicia se encargue del proceso de castigarla cuando los órganos judiciales la detecten. La corrupción es un vicio que se presta más para paliarlo que para erradicarlo. Es como el pecado.

Por lo tanto, que no cese el castigo contra la corrupción. Pero que no hagamos de su extinción una interminable e irresoluble meta nacional. Hay otros objetivos como recuperar la isla Calero. Otra meta transformadora que le cambiaría el rumbo al país es orientarlo en la dirección del provecho económico de su gente. Enriquecer a Costa Rica es una meta que debería contar con el aval mayoritario de su pueblo. Nihilistas existirán que se opongan, pero será en base al argumento biológicamente imposible de la igualdad económica.

La crisis económica actual se maneja desde un enfoque de derecha en Gran Bretaña y de izquierda en Estados Unidos. En Brasil, con dirigentes de extracción de extrema izquierda, se gobierna desde el centro económico. Un buen ejemplo es lo que está ocurriendo en el estado de Pernambuco.

Se ha montado un puerto y un complejo industrial de $18 billones. Compañías estatales fueron inicialmente las generadoras del proyecto en un área de 50 millas cuadradas que emplea 40.000 personas y que incluye una refinería de petróleo y una planta petroquímica. El puerto ha sido privatizado y es manejado por una compañía filipina. Trabajando juntos, el sector público y privado, han hecho del estado de Pernambuco uno de los lugares de mayor crecimiento del mundo.

Sus líderes políticos han mezclado abordajes mixtos, liberales y estatistas para estimular el desarrollo de Brasil. El resultado es que los inversionistas arriesgan su capital en la empresa y trabajan para obtener ganancias. Pero con los impuestos que pagan, el gobierno de Rousseff ha ampliado la “bolsa familia”, un programa de subsidio familiar. Esta iniciativa ha jugado en papel determinante en reducir la tasa de pobreza en Pernambuco en un 40% y la tasa de pobreza extrema –“familias que no tienen acceso a un alimento suficiente”– en un 52%.

¿Cómo se enriquece un país? Es muy fácil. Haciendo lo que los países pobres hicieron para hacerse ricos. Como los “tigres” de Asia, por ejemplo. En 1960, el PIB per cápita de Costa Rica era más del doble que el de Corea del Sur. Hoy día, el de Corea del Sur es más de tres veces mayor que el de Costa Rica y aceptamos sus regalías.

¿Pueden los pueblos llegar a decidir hacerse ricos? El pueblo panameño escogió enriquecerse. El 77% aprobó un referéndum en 2006 para endeudarse en más de $5.300 millones (más que la deuda pública total de Costa Rica) para la construcción del tercer juego de esclusas para el canal de Panamá.

Todo lo que falta en Costa Rica es que un líder político le proponga a su pueblo si también quiere enriquecerse, a ver qué pasa.