Con las imágenes y las palabras

Realismo poético Del encuentro del director Marcel Carné y el poeta Jacques Prévert surgieron clásicos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Autoridades judiciales y viejas beatas han acudido al llamado del obispo Soper (Louis Jouvet), quien levanta la voz para denunciar la inmoralidad del misterioso Felix Chapel, creador de El crimen perfecto y de otras populares novelas que hacen un entretenimiento del asesinato.

Entre el público se encuentra el primo de Soper, Irwin Molyneux (Michel Simon), profesor de botánica y secreto autor de los escritos de Chapel. También está allí un hombre que promete matar al escritor en cuanto conozca su verdadera identidad: es William Kramps (Jean-Louis Barrault), asesino de carniceros, quien culpa a sus novelas de despertar la imaginación y convertirlo en un criminal.

Sin que medie invitación, el obispo anuncia al primo que lo visitará esa noche para saborear el pato a la naranja que prepara su cocinera. Esto es una tragedia para la esposa del primo, Margaret (Françoise Rosay), pues ese día han renunciado los criados.

Una casa sin servidumbre es una verguenza, asegura Margaret. Entonces, Molyneux miente a Soper y dice que su cónyuge salió de viaje y enfermó lejos de Londres; en realidad, se encuentra en la cocina, preparando la comida, mientras que la secretaria de Irwin sirve la cena.

La ausencia es sospechosa para el clérigo, quien se resiste a partir hasta que la mujer vuelva. Como no lo hace y el marido se va, supuestamente para encontrarla, avisa a Scotland Yard seguro de que Molyneux ha matado a la esposa.

Comedia de costumbres y de enredos, Drôle de drame ou L’étrange aventure du Doctor Molyneux (Un drama singular, 1937), es una elegante farsa en torno a temas como la libertad de la imaginación y el doble, a partir de una novela de J. Stourer Clouston.

Este filme se exhibirá este 24 de febrero a las 6 p. m. en la Alianza Francesa del centro de San José, y es uno de los siete hijos que parió la pareja del cineasta Marcel Carné (1906-1996) y el poeta y guionista Jacques Prévert (1900-1977), responsable también de clásicos como Le quai des brumes (El puerto de las brumas, 1938), Le jour se lève (Amanece, 1939) y Les enfants du paradis (Los niños del paraíso, 1944).

Realismo poético. La colaboración inaugural entre Carné y Prévert fue Jenny (1936), filme protagonizado por Françoise Rosay, esposa del realizador Jacques Feyder y protectora del joven Carné. Era el primer largometraje de Carné, después del corto documental Nogent, Eldorado du dimanche (1929), en torno a los placeres dominicales de las gentes humildes de París. Antes había aprendido el oficio como asistente de dirección en producciones de René Clair o Feyder.

Por su parte, Prévert provenía de una familia de apasionados de la literatura y del cine, con un padre que escribía esporádicas críticas en la prensa. En los años 20, Jacques participó en el movimiento surrealista, del cual se separó a raíz de las actitudes autoritarias de André Breton.

Como Carné, Prévert comienza en el cine en los años 30; es decir, durante el apogeo del realismo poético, corriente que se caracterizó por la aproximación lírica a los dramas cotidianos y sociales de las clases media y baja de Francia.

Dentro de aquella corriente, la reunión de este cineasta y este poeta en específico es uno de los más felices imposibles vueltos realidad en la historia del cine, especialmente por Prévert, de quien puede decirse que su participación en el realismo poético y su colaboración con Carné parecen solamente debidas a las circunstancias, a una coincidencia de tiempo y lugar.

Más que guionista, Prévert era un creador de diálogos: breves, contundentes, en ocasiones surrealistas, dados a la reflexión filosófica y a los juegos de palabra. Era un estilo demasiado luciente para el elegante y casi siempre sobrio academicismo de Carné y de la medianía de creadores del realismo poético.

Sin embargo, ese par colaboró en siete filmes entre 1936 y 1946. No eran amigos ni enemigos, pero entre ellos sí había había un profundo respeto mutuo. El argumento y la escogencia de los actores era labor de los dos. Los diálogos eran tarea exclusiva de Prévert, y Carné no cambiaba una palabra sin su consentimiento. La puesta en escena correspondía enteramente a Marcel Carné.

Reír y llorar. Se han mencionado las primeras líneas argumentales de Un drama singular : la señora Molyneux ha muerto envenenada, y su marido es el responsable. Los enredos se multiplican. Fugitivo de la justicia por un asesinato que no ha ocurrido, Irwin recibe un encargo para su alter ego, Felix Chapel: que narre el terrible crimen de los Molineux.

El profesor de botánica acepta el trabajo, aunque ni el delito ha acontecido ni escribió realmente las novelas de Chapel: simplemente transcribía los cuentos que su secretaria escuchaba del lechero, su pretendiente.

Un drama singular es apenas su segundo filme, pero Carné narra como un experto la intrincada historia y las brillantes réplicas dispuestas por Prévert.

Protagonizados por Jean Gabin, El puerto de las brumas y Amanece son dos dramas sociales, desencantados y trágicos que anuncian las pautas del cine negro estadounidense. Los diálogos son más mesurados y están al servicio de la oscura e inquieta ejecución de Carné, consonante con el surrealismo de Prévert.

Director y poeta permanecieron en Francia durante la ocupación alemana. Como otros cineastas franceses, abandonaron la problemática social y se refugiaron en un ayer encantado, como en Les visiteurs du soir (Los visitantes de la noche, 1942), en la que dos emisarios del demonio llegan a un castillo para enamorar a sus habitantes.

El segundo de estos viajes al pasado es Los niños del paraíso , respecto a cuatro hombres enamorados de una misma mujer, la inefable Garance (Arletty). Tres son personajes históricos: el dramaturgo y criminal Lacenaire (Marcel Herrand), el actor Lemaître (Pierre Brasseur) y el mimo Deburreau (Jean-Louis Barrault).

Homenaje a las artes escénicas y al espectáculo popular –el mimo es al siglo XIX, lo que el cine al XX–, Los niños del paraíso fue estrenada tras la liberación y marcó a toda una generación de espectadores. En 1995, una encuesta la declaró la mejor película francesa de todos los tiempos.

El estreno de Los niños del paraíso coincide con la publicación del primer y más importante poemario de Prévert: Paroles (Palabras, 1945). Con un lenguaje sencillo y directo, cotidiano y colmado de juegos de palabras, esta obra vendió millones de ejemplares. Su éxito explica por qué Prévert es más conocido como poeta y letrista de canciones (como Les feuilles mortes , con música de Joseph Kosma), que como guionista, a pesar de que como tal brilló por primera vez.

Poco después estrenaron una última colaboración, Les Portes de la nuit (Las puertas de la noche, 1946). Es una denuncia de la sobrevivencia de los cómplices de los nazis, en la que Prévert interpreta con un lirismo casi metafísico los problemas sociales, y Carné es consecuente con el texto y con la estética neorrealista entonces en boga.

En las siguientes décadas Prévert no repite sus éxitos como guionista. Por su parte, Carné dirige filmes de menor importancia, con una calidad que apenas se mantiene dentro de la media del cine francés de la época, como la popular comedia de costumbres Les Tricheurs (1958).

A veces, la genialidad viene partida en dos, y quién sabe qué azar reúne las partes. Marcel Carné puso la imagen, y Jacques Prévert, la palabra; y juntos marcaron una época en el cine francés.

El autor es profesor de apreciación de cine en la UCR.