Colón: ¿fuerte y estable?

Con el dato de una revaluación del colón es prematuro entusiasmarse con su fortaleza y estabilidad

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¿Es hoy el colón una moneda fuerte y estable? El régimen cambiario, ¿facilita la reducción de la inflación y no genera un efecto redistributivo con ganancias extraordinarias para algunos?

Con el solo dato de una revaluación del colón, es prematuro entusiasmarse con su fortaleza y estabilidad, salvo que se tenga muchas ganas de hacerlo. Mejor sosegarse y considerar varios otros asuntos.

Es necesario recordar que, desde el 2006, el contexto internacional tuvo grandes mutaciones: primero, fue de crecimiento acelerado de los precios de los alimentos, de algunos bienes para la construcción y del petróleo; luego, en medio de una crisis financiera, de recesión y de reducción de los precios recién enumerados, solo el petróleo en alrededor de un 40% de baja. Este contexto internacional con su viraje recesivo de octubre del 2008, explica mucho de la reducción de las presiones inflacionarias en el país.

Lo cambiario. A fines del 2006, cuando el tipo de cambio estaba en unos 517 colones por dólar, Costa Rica cambió el esquema de minidevaluaciones por un régimen cambiario de bandas (el tipo de cambio debe fluctuar entre un piso y un techo definido por el Banco Central y este banco interviene para evitar que el tipo de cambio se salga de la banda). Esto, en un marco de apertura de la cuenta de capitales, de moneda dual y de ausencia de instrumentos específicos de gestión de la otra moneda en Costa Rica; esto es, el dólar.

La breve historia del régimen cambiario de bandas y del tipo de cambio dice de una abundancia no claramente explicada de dólares, e intermitentemente de una importante inestabilidad, posiblemente de signo especulativo, en un mercado pequeño, con actores importantes con capacidad de influir en él.

De fines del 2006 a abril del 2008, prácticamente el tipo de cambio se confundió con el piso, para luego pasarse a la banda superior desde junio del 2008. En lo más reciente, a partir de setiembre del 2009, se dan fluctuaciones con una tendencia a la baja del dólar, que está lejos de ser estable (semeja a un enjambre sísmico) y que tiene fuerte tufo especulativo, y opacidad respecto al origen de los dólares.

Hace pocas semanas, cosa que puede repetirse, el tipo de cambio se acercó al piso establecido de ¢500 por dólar, por debajo del de fines del 2006. Si consideramos la inflación de tres años del 2007 al 2009 (28% de inflación acumulada), es una apreciación del colón muy considerable. En otras palabras, el significado para un exportador es de pérdida de competitividad y reducción de sus ingresos; para un inversionista en servicios o turismo tiene ese mismo impacto: resulta menos atractivo colocar acá la actividad de servicios cuyos insumos se pagan en colones (un 28% más caros al tipo de cambio mínimo del 2010), o turistear con un dólar que compra menos de lo local.

Lo cambiario y los precios. Alguno dirá que no hay problema, que la revaluación del colón tiene también como resultado un abaratamiento de los productos importados para el consumidor medio. Pero la evidencia dice otra cosa: las reducciones de los precios internacionales y la revaluación del colón no se traducen en una mejora inmediata, proporcional y directa de la capacidad adquisitiva de quienes compran con colones.

De otra forma, habríamos visto no solo una desaceleración de los precios, sino una reducción de estos, dada la magnitud de la disminución real del tipo de cambio (28% respecto al tipo de cambio mínimo del 2010) y la caída de los precios internacionales.

Existen importantes rezagos para que el tipo de cambio se utilice para definir el precio de los bienes que se venden. Entre otras razones, están las expectativas de los precios de reposición de los inventarios de los importadores y comerciantes, lo que impide disfrutar de una reducción efectiva de los precios. En todo caso, es claro que el régimen cambiario no ha tenido el beneficio argumentado, aunque sí han redistribuido, como se verá.

Esta revaluación del colón, lo que sí viene a plantear son algunos interrogantes sobre el nuevo esquema cambiario y sus posibles impactos distributivos. No existe información general sobre las ganancias que el régimen cambiario puede estar generando. Lo que sabemos es quién está ganando en el sistema financiero nacional, gracias a la información sistematizada por la Sugef.

Al 30 de setiembre del 2009, según esta fuente de información, el sistema financiero en su conjunto había tenido una utilidad total de ¢134.353 millones; los bancos estatales de ¢44.260 millones y los bancos privados de ¢40.823 millones; todas ellas relativas al mercado cambiario.

La principal fuente de utilidades del sistema financiero en el 2009 fue, precisamente, el mercado cambiario. Los datos más recientes (del 2010) son negativos, pero representan una fracción muy minoritaria respecto a las ganancias del 2009.

A juzgar por estas cifras, el traslado del riesgo cambiario, en virtud de asimetrías de información y diferente capacidad de influir en el mercado, originan procesos redistributivos de mucha importancia. Está registrado lo del sistema financiero, pero el efecto redistributivo es mucho más amplio, pero no todos los ganadores están iluminados.

Cuenta de capitales abierta, mercado cambiario pequeño, transacciones de actores con capacidad de influir fuertemente en él, opacidad de origen de divisas, ausencia de instrumentos para la otra moneda en el país, sugieren otras razones y características distintas a la fortaleza y la estabilidad del colón para explicar el comportamiento del dólar.

También sugiere introducir una caja de herramientas (encaje legal para los dólares entrados, impuesto a las transacciones cambiarias, restricciones a los capitales golondrinas, etc.) para acompañar y hacer transparente el nuevo esquema cambiario.