Clases de religión

Enseñar historia de las religiones podría crear atmósfera de tolerancia y espíritu crítico

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Recientemente, la derecha conservadora de España, atrincherada en el Partido Popular y acuerpada por la Conferencia Episcopal española, arremetió contra el laicismo universitario. Ante tal hecho, un profesor de la Universidad Complutense de Madrid dijo: “A la Universidad se va a ponerse de pie y a pensar, no a ponerse de rodillas”. Yo estoy de acuerdo. Quien quiera ponerse de rodillas (yo pienso que es bueno hacerlo si el acto se acompaña de reflexión) que lo haga en la soledad de su alcoba, en la lejanía del campo o en su templo preferido.

La lapidaria frase del profesor español, creo yo, no solo se aplica a la Universidad, sino a todos los espacios de la educación pública. En ningún aula pública debería enseñarse ningún tipo de religión y menos promover actos de culto a la deidad. La sociedad moderna debe garantizar la existencia de espacios seguros y regulados para que los creyentes practiquen sus cultos con sosiego y seguridad, pero no en las aulas públicas, que son sostenidas con el dinero de todos los contribuyentes, no de un grupo religioso en particular.

En Costa Rica existe la mala costumbre de que en las escuelas públicas se imparten clases de la religión oficial. Todavía recuerdo las clases de religión que recibí hace unos 50 años en la Escuela Buenaventura Corrales. A falta de mejores ideas, la modesta maestra de religión nos enseñó que la divinidad era algo parecido a un triángulo equilátero. Aquellas aburridas clases tenían más de geometría que de religión. No creo que las clases de religión sirvan de algo. Difícilmente en el ambiente escolar o colegial actual, lleno de espíritu laico y de aires procaces, un estudiante va a ser conducido al espíritu de reflexión necesario que alienta la búsqueda de la Providencia. Todo lo contrario.

Historia, no religión. Ya es hora de que el escaso tiempo lectivo de nuestros estudiantes deje de utilizarse en actividades propias de otros espacios. Las clases de religión deberían suprimirse lo antes posible y sustituirlas con estudios cívicos o de historia de las religiones que no promuevan ningún culto en particular. ¡Qué útil sería que nuestros estudiantes desde temprana edad aprendan que hay diferentes religiones y que cada religioso piensa que su culto es superior a los demás! ¡Qué útil sería que nuestros estudiantes desde temprana edad aprendan la tolerancia y se bajen del apolillado árbol del tribalismo religioso que solo tempestades produce en todas las latitudes!

Enseñar historia de las religiones podría crear una fructífera atmósfera de tolerancia y espíritu crítico excepcional. Nuestros estudiantes deberían conocer, por ejemplo, las vidas de los fundadores de las religiones actuales y de la frecuente y grosera contradicción que siempre ha existido entre la prédica religiosa y la vida de los sacerdotes y dirigentes religiosos.

Costa Rica y todas las naciones del mundo necesitan más laicismo y tolerancia religiosa, y más debate respetuoso sobre todo lo relevante en los días actuales. Pocas cosas son tan importantes el día de hoy como el estudio y la reflexión sobre las religiones, su papel en la historia, el comportamiento de los fieles y su impacto en la vida del presente y el futuro.

Nuestro país debería volver por los fueros de los padres liberales fundadores de esta nación, que sembraron el país de escuelas y laicismo hace más de 100 años, con Mauro Fernández a la cabeza.

En fin , el profesor español tiene razón : “ A la Universidad se va a ponerse de pie y a pensar, no a ponerse de rodillas ” . Y, agrego yo, a cuestionarlo todo, si en verdad somos herederos del espíritu crítico de Occidente, que es lo único que acaso puede medio salvarnos del descalabro ecológico, la esquizofrenia demográfica, la sinrazón económica y la injusticia social que observamos a diario cuando entramos en Internet, vemos los noticiarios o abrimos las páginas de los periódicos.