¿Cine de autor o búsqueda de un público?

Vitalidad En un decenio, el cine nacional ha experimentado casi todos los géneros y sigue adelante

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Los años del 2001 al 2011 han sido el momento más prolífico del cine nacional en cuanto a producción de largometrajes de ficción. Desde Asesinato en El Meneo (2001) hasta El fin (2011), se ha producido el doble que durante el siglo XX.

En el siglo pasado, los directores estaban obsesionados por realizar el filme que “arrancara la industria cinematográfica”, y muchas cintas fueron consideradas la primera película del cine nacional: El retorno (1930), Elvira (1955) y La Segua (1984); pero no hubo continuidad, tendencias, premios ni distribución.

Sin embargo, sucedió un fenómeno inesperado: el éxito de taquilla de Eulalia (1987), de Óscar Castillo, parodia de la típica telenovela: la campesina ingenua que viene a la ciudad, sufre peripecias y al final termina millonaria. El público estaba deseoso de verse en la pantalla grande.

La década de oro. Entre Eulalia y Asesinato en El Meneo mediaron 14 años, y el modo de consumo del cine había variado. Asesinato en El Meneo logró un buen éxito de taquilla –toda una generación nunca se había visto retratada en el cine–, pero los tres siguientes filmes no fueron aceptados por el público ni por la crítica.

Sin embargo, nadie imaginaría que se producirían tal cantidad de películas –casi dos por año–, de diversas tendencias, formatos y temas: desde cintas intimistas y muy personales hasta comedias cuyo fin es entretener.

No pretendemos hacer aquí una “radiografía” de esta década, pero intentaremos definir algunas líneas de dicha producción. Podemos hablar de dos tendencias básicas: el “cine de autor” y cintas que buscan un público.

Cine de autor. Tres filmes, dirigidos por mujeres, son las representaciones más importantes de un cine personal, íntimo, y también deseosas de explorar el lenguaje cinematográfico: El camino , de Ishtar Yasin; Agua fría de mar , de Paz Fábrega, y Del amor y otros demonios, de Hilda Hidalgo.

El camino relata el viaje de Nicaragua a Costa Rica de un par de niños en busca de su madre, y explora diferentes lenguajes fotográficos, realiza un híbrido entre ficción y documental, y está lleno de símbolos. Se estrenó en el Festival de Berlín y se presentó en el Festival de Cannes –algo inédito para nuestro cine–, y obtuvo 17 premios internacionales en festivales de importancia. Es la película costarricense más galardonada.

Agua fría de ma r –el reencuentro entre una joven y una niña, lo que despierta sentimientos opuestos en la primera– ganó el Tigre de Oro del Festival de Rotterdam, además de premios en Londres, Polonia, Lima, Canadá y París.

Del amor y otros demonios parte de un reconocimiento tácito a su directora: el hecho de que un autor como Gabriel García Márquez otorgase a Hidalgo los derechos de su novela por una cifra simbólica. El filme se estrenó en Pusan (Corea) y ganó premios en Brasil, Cuba y Colombia. Destaca el hecho de ser una coproducción formal entre Colombia y Costa Rica, en la que solo participaron profesionales; además, el filme se ha vendido a una quincena de países.

Sin embargo, esos filmes no conquistaron ni al público ni a la crítica nacional. La respuesta a esta actitud es muy sencilla: no tenemos ninguna educación cinematográfica ya que solo accedemos a los filmes hollywoodenses, con una narrativa clásica, historias sencillas con final feliz.

¿Qué es mórbido? El término “mórbido” remite a algo “enfermo, morboso, insano”. Es un cine que parece estar de moda en nuestro país, y que incluye los géneros fantástico y de terror, como El sanatorio (2010), de Miguel Gómez, el cual ha obtenido premios. Sin embargo, El sanatorio no es el único filme “mórbido”; ya El psicópata (2008), de Luis Mena, nos había mostrado suficiente sangre.

La región perdida (2009) nunca se propuso como un filme fantástico o de terror, sino como varias perspectivas sobre el asesinato y el mito del doctor Ricardo Moreno Cañas, pero elementos que aparecen son fantásticos.

Aunque no hemos visto El fin , de Miguel Gómez, se presenta como una “comedia apocalíptica sobre el fin del mundo”; por tanto, suponemos que habrá pánico y terror.

La película más ambiciosa de ese género es Donde duerme el horror (2010), producida por Castillo y dirigida por Adrián y Ramiro García Bogliano. Con un elenco profesional, el filme recurre a la magia, los amuletos, los crímenes, la tortura e incluso los muertes vivientes.

¿Cine comercial o búsqueda de un público propio? Tenemos filmes que se presentan para el gran público. Asesinato en El Meneo fue muy criticado por el sexo y las mujeres semidesnudas, aun cuando su tema también era la corrupción. La crítica no lo apoyó, pero el público sí acudió a las salas.

Desde el título, Caribe (2005), de Esteban Ramírez, echa mano de los elementos turísticos con los que el país se vende. Esto ya permite que la gente vaya a disfrutar de nuestra riqueza natural, que abunda en la cinta.

De igual modo, Caribe es protagonizada por tres actores extranjeros: Maya Zapata, Cuca Escribano y Jorge Perogurría, este último con un cierto reconocimiento en el exterior. En Caribe tampoco podía faltar el sexo –bastante más explícito que en el filme de Castillo–, además de un trío amoroso. La sensualidad de la playa, la belleza de los lugares y los actores, y el triángulo sentimental, fueron aderezados con un tema de relevancia en el país: la lucha ecológica contra las companías petroleras en Limón.

El filme tuvo buena taquilla y ganó premios en pequeños festivales, como los de Trieste y Huelva, y el Ícaro de Guatemala. Algunos de sus galardones fueron el del público; el de Llave de la Libertad a la Mejor Película, que otorgan los presos de Huelva; el Premio del Colegio de Arquitectos, y el de la Mesa de La Ría, en el festival de Huelva, quizá el encuentro más importante en que el filme pudo concursar.

Por su parte, Gestación (2009), también de Ramírez, es el filme que más se apega a una fórmula exitosa del audiovisual latinoamericano y que ha tenido su auge en las telenovelas. Es la historia de un “niño rico” que se enamora de una “niña pobre”; ella queda embarazada y sufre problemas; pero el final feliz no es la boda, sino una amistad entre los jóvenes padres.

La película fue un éxito de público y resulta perfecta para mostrar a estudiantes adolescentes pues hasta moraleja tiene: hay que usar condón en las relaciones sexuales.

La apelación a estudiantes es uno de los elementos más efectivos para que un filme funcione. Esto lo había intentado el productor Ingo Niehaus con Password. Una mirada en la oscuridad (2002), de Andrés Heidenreich. Sin embargo, la película –que planteaba el tema del abuso sexual contra adolescentes– privilegiaba la denuncia sobre el relato. No tuvo éxito en las salas de cine, pero Niehaus la llevó de colegio en colegio y logró su objetivo.

Propuesta personal y sinergia con el público. Toda cinematografía necesita cine comercial y cine de autor, pero el caso de Hernán Jiménez ha sido particular. Desde sus primeros trabajos hasta sus dos largometrajes: A ojos cerrados (2010) y El regreso (2011), Jiménez propone un equilibrio entre temáticas personales y profundas –la muerte de un ser querido, el conflicto padre-hijo–, pero de una manera tal que el espectador se engancha, mezclando el humor con el drama, la crítica con la ternura.

El regreso fue realizado con muy bajo presupuesto y con gente muy joven; sin embargo, ha logrado un éxito de crítica y de público sin precedentes pues con poca publicidad ha superado los cien mil espectadores y todavía le queda para rato. Si bien es una película enfocada en los jóvenes, no pretende reducirse a dejar una enseñanza a un público determinado.

Se han realizado otras películas, como El último comandante (2010), de Isabel Martínez y Vicente Ferraz, y El compromiso (2011), de Óscar Castillo, ambas sobre la revolución sandinista.

Esta es solo una mirada personal sobre un fenómeno que apenas empieza. Vienen Puerto Padre , de Gustavo Fallas; Las princesas rojas , de Laura Astorga, y Por las plumas , de Ernesto Villalobos, entre muchas otras. No importa si son filmes comerciales, de género o de autor': lo importante es que se sigue haciendo cine.

LA AUTORA ES historiadora del cine centroamericano y directora de Cinergia. Entre otros libros, ha escrito ‘La pantalla rota: Cien años de cine en Centroamérica’.