Atender a sus clientes dejó de ser la principal preocupación de los chanceros. Ahora es más apremiante evitar ser asaltado o perder la vida en un robo.
Los vendedores en el centro de San José aducen que el alto valor de la lotería impide que se venda con fluidez e incrementa los robos, especialmente este año en el que el hampa se ha ceñido contra ellos.
“Ahora lo que pasa es que lo vigilan a uno y cuando acaba de vender lo siguen para asaltarlo de camino o incluso en la casa. Lo interceptan en la moto o el carro, como sea”, explicó Josué Barrientos, uno de los pocos vendedores de lotería que permanecían ayer en San José después de que el sol se ocultó.
En un recorrido por San José, La Nación confirmó que son muy pocos los vendedores que se atreven a cargar con el abanico de lotería cuando se hace tarde, incluso en hora pico cuando los trabajadores se enrumban hacia sus casas.
“La situación está muy fregada. Nadie lo protege a uno, ni la Junta (de Protección Social), ni una cooperativa, nada. Es peligroso porque nosotros tenemos que cargar con mucho dinero”, contó Román Navarro, un vendedor que prefirió alejarse del centro y vender en por el Más X Menos de Tibás, donde también, dice, se siente inseguro.
La segunda queja que presentan los vendedores es respecto a una “fría” venta, aunque es de esperar que la situación mejore conforme se acerque el día del sorteo de los ¢1.000 millones por cada entero de 40 fracciones (¢25 millones por cada pedacito), este domingo a las 7 p. m. en la plaza de la Democracia.
El año pasado, el gordo pagaba ¢725 millones por entero pero el entero costaba ¢40.000 (¢1.000 por pedazo) frente a ¢50.000 de ahora (¢1.250 por fracción).
En esta ocasión, la JPS puso a la venta 500.000 enteros.
Los bajos y el 33. Lo que es típico a todos los años son los gustos de los compradores. Los números menores de 20, la fecha del sorteo (en este año es el 19) y el agüizote del 13 siguen siendo los favoritos.
Aunque el 33 se ha insertado entre los más cotizados. Esto se debe a la famosa noticia de los 33 chilenos atrapados, y luego rescatados, en una mina en Chile, lo que creó una nueva cábala en el público.
Asimismo surge la dificultad, según los chanceros, de lograr colocar los números altos o el indeseable número doble cero.