Cerebro guerrero

El boxeo requiere tanto músculo como mente. La campeona tica Hanna Gabriel revela detalles sobre la lucha psicológica que enfrentó recientemente con su homóloga Melisenda Pérez, de la que salió igual de victoriosa que en el combate de puños enguantados.

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A pesar de que los golpes son la insignia del boxeo, “las peleas se ganan o se pierden en la cabeza”, decía el entrenador Cus D’Amato, quien descubrió al diamante en bruto Mike Tyson, en la década de los ochenta.

El conteo oficial del primer round comienza desde el momento en que suena y resuena la campana del ring. No obstante, el combate empezó desde antes.

Dejando de lado el barullo y el relampagueo del flash de las cámaras, en el cuadrilátero los ojos disparan miradas penetrantes con un intercambio que pretende ir más allá de la testa, sin la necesidad de arremeter con un buen gancho o un jab certero. Es este –el factor intimidante– el que ataca directamente a la materia gris y podría ser lo que, finalmente, derribe al oponente.

“Desde el momento en que nos vemos, el juego mental se enciende”, dice Hanna Gabriel, mientras recuerda el pugilato del domingo pasado en Punta del Este, Uruguay, contra la estadounidense Melisenda Pérez.

Durante diez asaltos, la norteamericana fue incapaz de robarle a la tica el cinturón de las 154 libras de la Organización Mundial de Boxeo (OMB). Ahora la nacional exhibe orgullosa el título que conserva, mientras la prensa, sus familiares y admirados fans la reciben en el país con una conferencia en su honor. Entretanto, el televisor del fondo repite sin cansancio el pum y el bam que le dieron la victoria por nocaut técnico.

Han pasado menos de 72 horas desde que Gabriel ganó y cerró su combate confesándole a la televisión uruguaya cuánto disfrutó el intenso encuentro de cabo a rabo.

Los vítores, las solicitudes de autógrafos y los micrófonos de periodista, hacen fila (no india) a la espera de la sonriente deportista.

Permiso, llegó el momento de hablar del factor mental durante la pelea: ese que no se ve por tele aunque sea de pantalla plana.

–¿Qué tuvo de especial esta pelea que la diferencie de las anteriores?

–Todo el mundo creía que iba ser fácil, hasta yo pensaba que no sería tan complicada; pero sí fue una buena lección. Yo aprendí muchísimo.

Para uno como boxeadora, pelear con gente que le exija en el ring y que le enseñe ahí adentro, es lo mejor que le puede pasar.

–¿Qué hizo en el camerino antes del combate? ¿Cómo suele prepararse mentalmente los minutos previos a una lucha?

–Oro mucho, pido claridad, pido calma, escucho canciones de gospel, leo La Biblia y busco todo lo que me acerque a Dios para asegurarme de que las dos luchadoras subamos para dar lo mejor de nosotras mismas y que ojalá no salgamos lastimadas.

–¿El hecho de no saber cuánto falta para que comience la pelea le provoca ansiedad?

–¡No’hombres!, si ya para entonces estoy entrenando... desde ese momento estoy contenta... es que este ha sido un gran año.

– Cuando comenzó el combate, ¿qué pasaba por su cabeza?

–Nada. Pienso en estrategia; ella me está tirando las manos y yo me concentro en estudiarla. En esta pelea, en algunos momentos, me sentía agotada y débil de cuerpo; entonces me costó hacer lo que yo quería.

–¿El agotamiento físico le provoca agotamiento mental?

–Sí, durante la pelea uno se preocupa de no poder dar lo que uno traía preparado, pero definitivamente yo estaba confiada en que iba a lograr esto (mantener el campeonato).

–Cuando el boxeador está dentro del cuadrilátero, ¿se puede ver afectado por lo que está sucediendo afuera?

–Cuando uno está peleando, uno no se da cuenta de esas cosas; hay boxeadores a los que psicológicamente les afecta la presión o la bulla. Un compañero mío tuvo la oportunidad de pelear por un título mundial hace un tiempo y dice que, cuando sonó el Himno de Nicaragua, eso fue lo que lo mató de nervios.

“Yo, gracias a Dios, tengo mucho control en cuanto a los elementos externos que me tienen muy sin cuidado. Estoy más concentrada en hacer el trabajo que ya llevamos. Si me salgo de la estrategia, trato de trabajar inteligentemente”.

–Durante esta pelea, ¿hubo desconcentración?

–A ratos sí; hubo un momento en que la gente estaba muy del lado de Melisenda, por lo guerrera que es, pero no yo me dejo llevar por eso. Eventualmente, si el público está contra mí o está conmigo en el momento de la pelea, eso es lo de menos. Tengo que sacar la pelea a como dé lugar y en este caso lo logré (sonríe).

–¿Y cómo maneja el factor mental mientras se lucha?

–Hay momentos en que se duda de la capacidad de uno mismo. Sin embargo, creo que mi mayor fortaleza es no creer que estoy exenta de perder. Eso me mantiene alerta y me recuerda que debo ser cuidadosa con todo. El entrenamiento y el castigo físico te lleva mentalmente a otro nivel y te permite enfrentarte con calma con este tipo de conflictos.

–¿Hubo una lucha psicológica entre usted y Melisenda?

–Tuvimos un poquito de roce, pero eso es parte del boxeo. Dificilmente entramos al ring siendo amigas. Sin embargo, a la vez eso lo convierte en algo muy emocionante: ella me subestimó muchísimo, pero yo me considero realmente peligrosa cuando me subestiman. Tal vez durante toda la pelea no pude actuar como yo quería, pero demostré por qué soy campeona.

–¿Qué sucede si el boxeador entra en ira?

–Depende de la forma en que lo canalice el boxeador; yo no me dejo llevar por esas emociones. Sí me molesta mucho que me subestimen, pero si me enojo en el momento, no pasa a más.

–¿Cómo buscó afectar psicológicamente a Melisenda?

–Cuando trabajamos en detalles como el vestido que usamos (para pelear), no solo lo hacemos para demostrar que estamos en otro nivel, sino que somos un producto que cuida de los detalles. También lo hacemos para que la gente se dé cuenta de que la preparación que tenemos es integral. Yo no soy una boxeadora que se da de mecos y sale del ring, soy un producto completo... una atleta completa. Me encanta el boxeo, pero también ayudo a la comunidad y debo mostrarme como tal, inclusive en las peleas.

–Pareciera que a pesar del triunfo hay alguna desilusión de su parte...

–No desilusión, pero sí ganas de corregir algunas cosas. Se supone que hasta que cumpla con unas 20 peleas, yo voy a lograr la confianza en el ring que me va a permitir ser más completa en todos los sentidos.

“Por el momento, no me preocupo, busco excelencia y me exijo mucho más. Pero no estoy desilusionada, estoy contenta. Quise hacer las cosas bien, y al final mantuve el título en el país”.

–¿La Hanna que está sobre el cuadrilátero es distinta de la que sale después de pelear?

Definitivamente, cuando estoy dentro soy una pelota de monstruosidad (ríe); en el ring estoy con una mentalidad de guerrera, pensando en que la otra persona quiere hacerme daño y terminarme de la manera más dramática posible.

“Una vez que termina la pelea pienso en la forma en que cumplí con mi trabajo. Eso es todo”.