Cercar a los asesinos de Siria

La situaciónen Siria se parece a lo que vimos en Bosnia hace 20 años

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NUEVA YORK – Conforme Siria cayó en una guerra civil declarada, gran parte de la masacre, que se agrava día a día, fue producto de bombardeos aéreos a vecindarios urbanos que controlan los opositores del presidente Bashar al-Assad. Estos ataques causaron una cantidad de bajas especialmente elevada en las últimas semanas en la antigua ciudad de Aleppo. ¿Se puede hacer algo para frenar la matanza?

Hay muchos buenos motivos para no intervenir militarmente. Por un lado, sería imposible hacerlo bajo los auspicios de las Naciones Unidas, debido al obstruccionismo ruso y chino en el Consejo de Seguridad. También existe la renuencia entendible de parte de Estados Unidos a involucrarse en otra guerra en un país islámico, así como la imposibilidad de saber qué tipo de régimen podría surgir en el caso de que Assad fuera derrocado.

Asistencia. Sin embargo, también parece imposible mantenerse al margen mientras continúa el derramamiento de sangre cotidiano. La situación en Siria cada vez se parece más a lo que vimos en Bosnia hace 20 años. Entonces, como ahora, la principal respuesta de la comunidad internacional durante un período prolongado fue ofrecer ayuda humanitaria a la creciente cantidad de víctimas del conflicto.

Gracias a la televisión satelital, el mundo ocupó un asiento en primera fila para ver cómo los ciudadanos de Sarajevo, que se mantenían vivos gracias a los envíos de alimentos de las Naciones Unidas, eran bombardeados y asesinados por francotiradores apostados en las colinas que los rodeaban. Hoy, las Naciones Unidas ofrecen una cantidad cada vez mayor de asistencia a los refugiados sirios que lograron escapar a los países vecinos, mientras quienes no pudieron huir son asesinados.

Como sucede con Siria hoy, el respaldo ruso al bando serbio hace veinte años fue uno de los factores que impidió la intervención militar. Pero de ninguna manera fue el único obstáculo. La elección presidencial en Estados Unidos en 1992 hizo que la administración de George H. W. Bush se manifestara reacia a utilizar fuerza militar. Otros factores políticos disuadieron a Gran Bretaña y a Francia –así como al sucesor de Bush, Bill Clinton– de intervenir hasta transcurridos otros tres años de masacre.

Si bien la intervención militar en Siria puede ser imposible, imponer una zona de exclusión aérea no lo es. Sin duda, una zona de exclusión aérea sobre Siria no sería una empresa sencilla: se necesitarían recursos sustanciales y, en vista de las capacidades militares del régimen, no sería una operación libre de riesgos. Sin embargo, se llevó a cabo durante más de una década en el vecino Irak para impedir que Sadam Husein atacara a sectores de su propia población, de modo que sabemos que también se puede realizar en Siria.

Por supuesto, alguien –supuestamente estados del Golfo como Catar y Arabia Saudita– están proveyendo de armas a la oposición siria. Sin embargo, mientras las fuerzas de Assad puedan atacar los vecindarios controlados por la oposición con helicópteros y aviones de alas fijas, la capacidad de la oposición para derrocar al régimen con las armas que hoy tienen a su disposición parece cuestionable. Lo que resulta más certero es que la presencia de combatientes armados en un vecindario provoca ataques aéreos que destruyen infraestructura civil y mutilan o matan a los residentes que no huyeron.

Kofi Annan, el exsecretario general de las Naciones Unidas, hizo un esfuerzo valiente de negociar un acuerdo de paz cuando todavía parecía existir una posibilidad remota de éxito. Desde entonces, el creciente derramamiento de sangre tornó cada vez más improbable, o incluso imposible, que los opositores de Assad aceptaran algún acuerdo que lo mantuviera en el poder. Al mismo tiempo, los leales a Assad, especialmente los miembros de la minoritaria secta Alawite, deben tener miedo de ser masacrados si su régimen cae.

Impedir una masacre. En algún momento, la comunidad internacional tal vez tenga que intervenir para impedir o mitigar una masacre de ese tipo. Su credibilidad a la hora de hacerlo, y por lo tanto su probabilidad de éxito, sería mucho mayor si interviniera ahora para establecer una zona de exclusión aérea destinada a proteger a los civiles en los vecindarios opositores de las ciudades de Siria.

Como la intransigencia rusa y china le impide a las Naciones Unidas establecer una zona de exclusión aérea, la Liga Árabe y la OTAN deberían conjuntamente tomar la delantera. Y, si bien la participación de Estados Unidos, que cuenta por lejos con la mayor capacidad logística, es esencial, no debería ir a la vanguardia. Como en el caso de Libia, sería una excelente oportunidad para “liderar desde atrás”.

Una zona de exclusión aérea de ninguna manera es una solución al conflicto en Siria. Pero sería una medida modesta destinada a reducir el enorme daño que se está perpetrando actualmente. Una estrategia más integral, si es que existe, sería mucho más aconsejable. Hasta entonces, da la sensación de que bien vale la pena perseguir esfuerzos que ayuden a mitigar la carnicería.

Aryeh Neier. Presidente emérito de la Open Society Foundations y uno de los fundadores de Human Rights Watch.