Carta a una... sí, ¡amiga!

Es una visita obligada de todos los meses. Regla, período, menstruación. La amiga que inspira amores y odios.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Marzo del 2011 A mi amiga de amores y odios

Querida amiga: Tengo 27 años de conocerte y aunque sé que todavía faltan varios calendarios para nuestra despedida, quiero repasar en estas líneas algunas de las muchas intimidades compartidas, asuntos que las dos conocemos al dedillo y verdades de las que no teníamos noción.

Sé que, a lo largo de tu convulsa historia, has sido merecedora de muchos nombres y apodos alusivos a tus cualidades. Sin embargo, porque así fue en mi generación, yo te he llamado “amiga”, “mi amiga”, y así te siento, pese a las muchas ocasiones en que tu visita me indispone y hasta me obliga a cambiar de planes.

Sí, admito que desde el principio nuestra relación ha fluctuado entre el amor y el odio, pero a pesar de todos nuestros altibajos, continuás demostrándome tu lealtad. ¿Has caído en cuenta de que a lo largo de toda mi existencia, estarás conmigo, al menos, en 450 oportunidades?

Cuando te vi por primera vez, en diciembre de 1983, reconozco que superaste todas las expectativas. Mis compañeras del colegio me habían contado de sus primeros encuentros con vos y yo moría por conocerte personalmente.

Estaba preparada para ese momento. Así que cuando hiciste tu tímido debut, vestida con tonos achocolatados, más que asustarme o llorar, brinqué de la felicidad y me fui a andar en bicicleta como la chiquilla más orgullosa del vecindario. Deseaba gritarlo a los cuatro vientos, pero ese día –¡precisamente ese día! – choqué contra un jeep que estaba estacionado y me raspé rodillas, codos y brazos. ¡Me fui a dormir toda ensangrentada!

Mi cuerpo había comenzado a cambiar dos años antes (para entonces, ya usaba sostenes de copa pequeña y había tenido un gran estirón), pero siempre he pensado que mi proceso de desarrollo se aceleró tras tu llegada. Gracias, “amiga”, tu influencia me llevó por el camino de la femineidad y la coquetería.

Así, mientras trataba de comprender frente al espejo la transformación que provocabas en mí, percibí la complicidad en el rostro de mi madre, y la nostalgia en el de mi papá. Claro, estaba dejando de ser la niñita de sus ojos, para convertirme en mujer. “Ya sos una señorita”, me repetían los dos con cariño.

Un nuevo artículo que agregar a los gastos mensuales de la casa: las toallas sanitarias, con las que disimulás tu “costumbrita” de manchar todo a tu paso (para que te des una idea, en visitas recientes, has derramado 35 mililitros de líquido por mes).

Sabrás que las “amigas” de las niñas de hoy se están adelantando en su primer arribo. ¡Qué apuro! Hace unas décadas, aparecían cuando las chiquillas cumplían 13 ó 14 años, pero ahora no tienen ni 10 años y ya muchas conocen las mieles –y las hieles– de esta amistad.

En una conversación con la ginecóloga Cam Lin Badilla Apuy, me decía que, además de factores como la herencia, los cambios alimentarios de las últimas generaciones podrían estar acelerando tu arribo.

La acumulación de grasa abdominal en las niñas (ligada al sobrepeso), también es una posible hipótesis.

Risas y lágrimas

Regresando de nuevo a aquella época de adolescencia y juventud, recuerdo que irrumpías en mi vida, calendario en mano, y te quedabas conmigo durante casi siete noches. Ahora, solo te quedás cuatro días; mucho más manejable para mí, pero también una señal de que podrías estar preparándome para tu partida.

Nunca fuiste como las “amigas” de otras, que a veces se iban de vacaciones y regresaban cuando se les antojaba. No. Vos siempre has sido muy responsable y, cada 26 días, te reportás sin falta (la mayoría de las mujeres esperan por vos entre 28 y 30 días, que es lo usual).

En ocasiones –cuando ya había alcanzado la mayoría de edad–, tu puntualidad me generaba un alivio indescriptible. ¡Qué alegría era verte aparecer! ¡Qué tranquilidad! Tenía infinidad de planes en mente y era maravilloso (no te imaginás cuánto) poder compartírtelos.

Sin embargo, más adelante, cuando anhelé formar una familia, ya no eras tan bienvenida. Reconozco que me desilusionaba tu llegada y, más de una vez, al verte aparecer “monda y lironda”, lloré amargamente. Te odié con todas las fuerzas de mi alma.

Pero creo que al final entendiste mi enojo y te alejaste. En dos ocasiones te marchaste por nueve largos meses y, entonces sí, cuando regresabas, te recibía con los brazos abiertos.

¿Te acordás de las piyamadas a las que iba de chiquilla? ¡Qué inoportuna eras, si yo no te había invitado! Hubo veces en que me dejaste la cama hecha un desastre, como si te sonrojaras al máximo. ¡Lo malo es que la verguenza la sentía yo! ¡Y era a mí, y no a vos, a quien mandaban a lavar las sábanas! Es bueno saber que ya aprendimos a compartir el colchón sin hacer tanto alboroto.

Y hablando de lavar, ahora me río de la gran cantidad de creencias erradas que uno escuchaba por ahí. “No se les ocurra lavarse el pelo cuando la visite ‘la amiga’, tampoco conviene hacer ejercicio, ni exponerse al sol. Mejor eviten las frutas cítricas y los tomates. No carguen a los bebés porque pueden ‘quebrantarlos’, ni hagan mayonesa porque se les corta'” ¡Cuánta locura! ¡Cuánto chisme!, si ya se sabe que las mujeres pueden hacer vida totalmente normal en esos días; incluso, está comprobado que el ejercicio moderado es excelente.

Bueno, pero volviendo a tu gusto por las travesuras, insisto en recordarte esa característica tan tuya que tanto me exasperaba: la falta de sentido de oportunidad. ¡Cuántos paseos al mar o a piscinas me arruinaste! Y lo enojada que me ponías cuando, por tu culpa, decidía cambiarme de ropa para evitar accidentes. Con vos, sabía, era un atentado vestir de blanco, beige o tonos pastel.

En esos momentos me caías tan mal... pero nada se compara con los problemas físicos y emocionales que provocabas en mí unos días antes de tu llegada. ¡Te encantaba llamar la atención!

Lo bueno es que has madurado y no te ponés tan insoportable. Pero no por eso olvido los cólicos en el bajo vientre, la sensación de hinchada, la sensibilidad en los senos, la dificultad para conciliar el sueño, el estómago revuelto, el dolor de cabeza, las náuseas y los dolores en las articulaciones, la falta de apetito y... ¡las espinillas! Qué cólera, las espinillas, mejor ni toquemos ese tema; ni hablemos de mi ánimo, porque pasaba de la furia al llanto en minutos.

Ahora entiendo que yo no era un bicho extraño. Según he leído, entre un 75 y un 80 por ciento de las mujeres tienen molestias como las descritas, sobre todo en los cuatro días previos a la visita.

Es tan complejo este período que las estadísticas que encontré en Internet me pusieron pensativa. ¿Sabías que en esta época del mes las mujeres son más proclives a suicidarse o a cometer actos delictivos? ¿Que el 45 por ciento de las trabajadoras se reportan enfermas? ¿Y que el 46 por ciento de las consultas psiquiátricas entre la población femenina ocurren en esos días?

Lo bueno es que ahora hay más opciones para sentir alivio. Ya no solo está el té de manzanilla con el que hacíamos las paces, o la reconfortante bolsita de agua caliente sobre el abdomen.

Otro de los hallazgos recientes que he hecho sobre vos es que no era casualidad cuando, en el colegio, visitabas a mi mejor amiga y a mí el mismo día. Este tipo de sincronía entre mujeres muy cercanas o que comparten un mismo espacio existe; los investigadores lo han comprobado.

Hace cuatro décadas, la científica estadounidense Martha Mc Clintock descubrió que los seres humanos, al igual que los animales, producen feromonas, unos transmisores químicos que emiten mensajes y comunican a las personas entre sí, aunque no se den cuenta. Pues bien, el olor de las axilas (abundante en feromonas), puede hacer que un grupo de mujeres que permanecen mucho tiempo juntas, comiencen, de manera inconsciente, a recibir a sus “amigas” en días próximos.

Algunos lo llaman el “síndrome del corral”, pero suena feo, ¿verdad? Gallinas es lo que menos somos.

Comprender tu ciclo y tener claridad sobre cómo tu arrebatadora personalidad influye sobre mi estado mental, debe ser clave para sacarle provecho a nuestra amistad. Así me lo aconsejó la psicóloga Kathy Hernández Romero, y creo que tiene razón.

Me explicaba que mientras andás conmigo, deseo estar más cerca de las personas que son significativas para mí. Luego, entre el sexto y decimotercer día del ciclo, suelo sentirme optimista y esperanzada. Y entre los días 14 y 17, la sensualidad anda a flor de piel y la energía fluye al máximo.

Sigue, finalmente, una etapa algo más reposada.

Entender todo este proceso le ha llevado años a los investigadores y a las mismas mujeres. Me lo has dicho en ocasiones: ¡siempre has sido una incomprendida!

Hurgando entre tus antepasados, me enteré de que, en épocas primitivas, tus visitas eran veneradas y catalogadas como un acontecimiento especial para dar vida. Sin embargo, no sé cómo ni por qué, tu existencia cayó en desgracia en ciertas culturas.

No hace mucho se pensaba que, en esos días, las mujeres estaban sucias y enfermas. Se les aislaba en chozas especiales mientras “volvían a la normalidad”. En el Egipto antiguo, los baños de purificación eran obligatorios.

¡Qué bien que los tiempos han cambiado! Todavía debemos derribar mitos y descifrar misterios en torno a tu comportamiento, pero yo diría que vamos por buen camino. Nuestras hijas –estoy segura– ya no te juzgarán de manera tan severa porque poseen más información.

Despedirme de vos para siempre no será sencillo y es altamente probable que unos años antes de que eso pase, comience a presentar cuadros inexplicables de tristeza e irritabilidad, así como mareos, calores y fatiga... También sé que, debido a tu abandono, podría enfrentar nuevos problemas de salud (en corazón y huesos, sobre todo).

Calculo que nos quedarán unos diez años más, en los que me esforzaré por mejorar esta relación y sacarte más provecho, porque lo nuestro, es y seguirá siendo, un pacto de sangre.

Posdata : No te imaginás las mil curiosidades que encontré sobre vos en Internet. ¿Me podrás creer que ya existen fármacos para hacerte desaparecer por completo si así lo deseara? Hay grupos de mujeres que pretenden liberarse de vos por tiempo indefinido para no tener inconvenientes en sus labores cotidianas (así le pasaba a las mujeres soldados en Iraq y Afganistán y a algunas biólogas marinas que siempre andan buceando).

También descubrí que en New Carrolton, Maryland, Estados Unidos, existe un museo dedicado a tu especie. Date una vuelta por ahí (www.mum.org), para que veás todo lo que se ha hecho en tu nombre. ¡Te lo recomiendo!