Bernal Jiménez y el Partido Liberación Nacional

Bernal Jiménez representalo que elPLN es hoy

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

En el partido Liberación Nacional algunos –muchos– no están de acuerdo con la presidencia de Bernal Jiménez. Razones hay varias, pero la mayor es la consideración de no ser un buen representante de lo que entendemos por socialdemocracia. Esto es casi cierto, y no lo es del todo porque, de vez en cuando, dice cosas interesantes, ubicables dentro de nuestra ideología.

Si alguien le preguntara que si es un hombre de izquierda, posiblemente contestaría que no. Entonces, por la respuesta, lo podríamos comenzar a ubicar. En esto de la situación en política, quien no sienta su inclinación hacia la izquierda jamás podrá ser un socialdemócrata. Porque la socialdemocracia es eso, una democracia social y nada de lo que sea social puede comprenderse en las propuestas de los sectores conservadores. Entonces, es cierto, Bernal no es un socialdemócrata; pero no lo condenemos porque ¿quién en la dirección máxima de nuestro partido lo es?

Somos un partido autoproclamado socialdemócrata que comenzó con una clara decisión de serlo (y lo fue), pero la perdió poco a poco hasta llegar a un socialismo democrático de nombre y a un liberalismo inconfesable en su campo de acción.

De esta manera, Bernal representa lo que el partido es hoy: un grupo político con visible inclinación hacia el liberalismo económico de la actualidad. Entonces, a este partido, el de hoy, Bernal lo representa bien. Pero a los que deseamos una verdadera socialdemocracia, Bernal no nos representa; no obstante, esto poco tiene que ver con la política, que se desenvuelve únicamente en el campo de la realidad pura, la cual, en este momento, abarca una agrupación que desde hace muchos años dejó de mirar hacia abajo, es decir, que perdió su alma popular.

Desde luego, esta trágica desviación jamás podríamos imputársela a Bernal, ya que nunca ha gobernado; solo representa la realidad que es y que corresponde a la que defienden los grupos que están conformes con todo lo que está sucediendo. Los socialdemócratas, en cambio, piensan en la realidad deseable, es decir, en el imperio de la justicia en el futuro.

Sin embargo, pertenece al grupo político que fundó el Partido Liberación Nacional y que imprimió una energía democrática nueva en nuestro país, transformando radicalmente su institucionalidad y orientándolo hacia un Estado democrático y social de derecho y de bienestar popular. Él, de alguna forma, dio su aporte a esa transformación y, en la presidencia del Partido, la representa también. Es un factor histórico, Bernal, porque estuvo con Figueres, con don Chico, con Daniel y Luis Alberto. Es uno de los nuestros, pero, como la mayor parte de los nuestros, se mercantilizó; asimismo, la democracia moderna totalmente desviada hacia el liberalismo económico y financiero deshumanizado.

A Bernal le reconozco su valor personal. A su edad, a su avanzada edad, continúa en la brecha y es, en este momento, el último de los integrantes de aquel glorioso grupo de socialdemócratas que lucharon y murieron por una patria más justa, más libre y soberana, que permanece todavía en la trinchera –ahora desdibujada– de la labor política partidaria. Tiene, por lo tanto, doble representación: la gloria de un pasado y el dolor de un presente, al formar él parte de ambas etapas históricas.

Democracia prisionera. El momento político actual es trágico. A la democracia, prisionera, le han puesto grilletes, aquí y en el resto del mundo. Los gobernantes electos popularmente no pueden gobernar bien. Los partidos que lucharon por los derechos de los pueblos han claudicado, arrollados por una incontenible corriente liberal del peor de los liberalismos económicos. Intelectuales destacados, como Bernal, no han resistido el impacto, siendo atropellados por la corriente perversa del tiempo que estamos viviendo.

Pero ¿cuál es el camino? Señalarlo es difícil. En todo caso siempre será nadar contra corriente. Por eso, cuando a los socialdemócratas nos dicen que es necesario el desmantelamiento del Estado y la supresión de las leyes de control para que las empresas tengan libertad completa para actuar, decimos: ¡Mentira!, la mayoría empobrecida de nuestros países necesita la protección del Estado; y cuando nos enteramos de la entrega que hacen los Gobiernos de los grandes países capitalistas de miles de millones de dólares a los banqueros que han causado la desocupación y el hambre en el mundo, supuestamente para salvar la democracia, respondemos, gritamos: ¡Mentira!, la obligación de los gobiernos es enviar a los ladrones a la cárcel y extender su brazo protector a los necesitados; y, cuando suprimen las ayudas y programas destinados a la educación, la cultura, la salud y la investigación científica para sobrevivir a la tragedia que ellos mismos han provocado, respondemos con decisión de ciudadanos conscientes y soberanos: ¡Mentira!, un Estado que no vela por esos servicios sociales, no puede ser jamás democrático; y, finalmente, cuando declaran que la solución para nuestro desarrollo depende de la libre competencia comercial e industrial, respondemos que eso solo es posible entre iguales, pobres entre sí, poderosos entre sí. Pero obligar a los países subdesarrollados a competir con Estados Unidos, Europa o Japón, es un suicidio. Las palomas nunca podrán volar en el espacio de los halcones sin peligro de muerte.

Y es mentira, porque la democracia es el gobierno de los pobres y para los pobres. Sencillamente por eso. La riqueza de los países debe destinarse a la solución de las necesidades de los pobres, de esa base humana que es y ha sido siempre el objetivo supremo del Gobierno democrático.

Por todo esto y por lo que fuimos, cuando me encuentro con Bernal en una reunión política, me dan ganas de decirle: ¡Amigo, compañero de hace sesenta años de los mejores ideales de la política costarricense, continuemos luchando! Y para hacerlo recordemos lo que sucedió en 1948, aquella lucha gloriosa por defender la democracia y las libertades públicas, ese eterno sistema político que nació en la Atenas de la antiguedad y que es el gobierno del pueblo. ¡Luchemos!, aunque tengamos que nadar contra corriente y ese nadar sea tan solo un pequeño y casi desapercibido chapotear. Debemos saber que los gobernantes que se unen con los poderosos rechazan la causa de los humildes. Unámonos con los pobres, batallemos con ellos sin preocuparnos la burla que recibimos por chapotear contra corriente. No se trata de volver a tomar las armas; un gesto, un simple gesto es, en ocasiones, suficiente para salvar una buena causa.

Y ahora que se le ha nombrado para una vicepresidencia de la Internacional Socialista, debería usar ese foro mundial para denunciar, en nombre del Partido Liberación Nacional, todo el ultraje que vienen sufriendo los trabajadores en el mundo por parte de un capitalismo avaricioso y desenfrenado. No hacerlo es unirse a quienes defienden ese sistema de opresión.

No se puede admitir que el fin de la democracia sea solamente el lucro particular, totalmente libre y sin control.

El fin de la democracia es el hombre, sus derechos y la seguridad de poder construir un mundo cada vez más feliz.