Asombros milenarios de Angélica Murillo

Angélica Murillo

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Cuando publica, el primer paso de todo poeta es siempre un salto al vacío, y no hay ninguna certeza de que las piedras de abajo tengan la bondad de amortiguar las heridas que el ego recibirá.

No obstante, hay poetas avisados, advertidos, quizá intuitivos, que saben de antemano que ese atrevimiento primero es como tirársele al toro de frente; y entonces alistan precavidamente un paraguas por si llueve y un contraveneno por aquello de las serpientes.

Angélica Murillo ha publicado su primer libro de poesía con el consagrado sello Ediciones Perro Azul. El poemario se titula Variaciones en torno a la trayectoria de una hormiga.

Esta poeta, quien ha dirigido talleres literarios, ya sabe de las furias del Infierno cuando alguien se atreve a proponer una estética novedosa. Por esto, se ha atrevido a decir en público que es mejor que a nadie se le ocurra leer este poemario.

Ese juego, guiño de quien sabe seducir, tiene ya bastante trecho en la historia de la publicidad del arte; pero es muy poco común en la actitud de quienes publican por primera vez.

Los primerizos caen en el idilio de imaginar un río de ojos corriendo a canonizarlos. Pronto se dan cuenta de que, por lo general, ni siquiera los allegados están dispuestos a comprar el libro y más bien lo reclaman como regalo.

Todo libro de poesía es una variación en torno a la trayectoria de una hormiga; es decir, es una hormiga que, en tropel con otras, tiene como misión llegarle a la mirada de algún lector y de ahí tal vez al alma.

Uno, como lector, mira los títulos en la librería, ojea con desconfianza y de repente puede ser que se anime con uno o con otro. Pocas son las hormigas de este reino que logran invadir los ojos de los públicos masivos.

El poemario que Angélica Murillo ha publicado sabe caminar hacia aquella meta pues invita a escudriñar los harapos de la historia, le guiña al lector desde una intimidad antigua, y seduce con el trazo mínimo de quien sabe quitarle al poema las palabras estorbo para dejar solo una insinuación irresistible.

Aunque hay atisbos diferentes (variaciones), en general estamos frente un compendio de asomos milenarios a distintos momentos, posibles e imposibles en la historia de la Humanidad y en la construcción del mito.

Los poemas nos llevan a la hora del té en el Japón del año 606 d. C., al lago de Atitlán de 400 a. C., a la antiquísima Mesopotamia de 3550 años a. C. y a un imaginario Older Llano, donde vivían las amazonas hace 9.000 años.

De la estética minimalista que asombra con la sombra, como contrapeso hay poemas que gustan de las argucias cromáticas del barroco.

Un poema corto que evidentemente no requiere de mayor anexo es “Evangelio”, cuya referencia de lugar y época alude al Ur, 3250. a. C.: “Un ángel de hielo / llamado Eva /escribió un libro / de siete sellos”.

Como contraparte está el poema “El clan”, de casi cuatro páginas, y que juega con la retórica prosaica: “En la puerta de la hembra oscura los nuevos ofitas esperaban el espíritu. Y la verdad debía llegar como un guerrero”.

Angélica Murillo demuestra que la poesía es más que una aventura ciega por los andados caminos de los clichés existenciales o amatorios.

Su propuesta liga el gesto intelectual del historiador minero con la imaginación desbordada del poeta que hace florecer la palabra y es capaz de encender el alma de quien ose asomarse a estas páginas.

Están advertidos todos aquellos que se atrevan a leer este poemario: la trayectoria de este libro es más que el inicio de una estética atrevida y diferente; es más que el comienzo de una nueva poeta costarricense.

El autor es Periodista y filólogo.