Artista y obra

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Eugenio d’Ors, crítico español (1882-1954)

Pierre Roy (1880-1950) ha sido un hombre bastante extraño. Desde luego, en su persona y sus maneras no tenía nada de la caricatura convencional del artista. Pierre era correcto en todo: en el acento de su francés y en la probidad de su dibujo. Nadie más que este sobrerrealista.

Nadie más discretamente callado que este caballero. Naturalmente, si era casi un diplomático. Había estudiado en la Escuela de Lenguas Orientales. En méritos de su diploma, viajó al Japón y ocupó allí puestos consulares. Creo que había aprendido el japonés y podía traducirlo en la medida en que aquellas lenguas pueden traducirse; pero nada más contrario al exotismo que la inspiración de su pintura.

En cierto sentido, cabría decir que Pierre Roy es lo más contrario posible a Gauguin. Si a una de sus pinturas hubiera cabido ponerle, como a la consabida del otro, aquel lema: “Sed misteriosas y seréis dichosas”, el misterio en la coyuntura no hubiera presentado más apariencia de complicación que la de una vasija rancia del sur, la de una rueda de carro o la de una escoba. Una escoba, una rueda, y casi nada más, componían un bodegón de Roy, pero en ese casi entraba un rayo de luz, filtrándose por la rendija de una puerta; o el caparazón de una tortuga adornado, para suspenderlo, con dos lazos de seda.

No es que la rendija se entreabriese a perspectivas tentadas a la curiosidad. No es que el carey, al ser presentado así, produjese extrañeza. No es que la rueda presentara ningún detalle extrageométrico. Es que la probidad analítica con la que se presentaban tales objetos, cautivaba y retenía el mirar, con exclusión de cualquier contingencia de cansancio.

Flaubert dice: “Basta mirar una cosa largo tiempo para que se vuelva interesante para nosotros”. Tal interés vendrá de la parte de nosotros mismos que hayamos puesto en la cosa tan largamente contemplada. No importa, este interés –cualquiera que sean sus factores– es todavía objetividad. Es realidad en el sentido más estricto de la palabra.

Pierre Roy ha sido el más tranquilamente realista de los pintores sobrerrealistas. Provocaba a la evasión, no con las alas que pudiesen tener los caballos, figurados por sus pinceles, sino con sus cascos, o tal vez con la sorpresa de que estos cascos se vieran sustituidos por pezuñas. Las figuraciones de Pierre Roy son misteriosas en la proporción en que son extrañas. A esta manera de realismo, los alemanes llaman Neuve Sachlichkeit [Nueva Objetividad].

Foto: “Naturaleza muerta con botellas y gorros bretones” (1924). Wikicommons.