Arte y valor agregado

Humor y verdad El gran dibujante belga Johan De Moor ofrece creaciones con humor en la Universidad Veritas

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Por unas dos semanas más, la actividad transcurrirá en la Universidad Veritas (aquella a la que, para incautos e ignaros, hubo que poner la “e” del vocablo en grande porque la confunden con candelitas y otras menudencias, al igual que ocurre con Fidelitas, el nombre de otro centro de educación superior).

Se trata de una exposición sobre las obras de Johan De Moor, un flamenco sin castañuelas, que no sabemos si baila o canta, pero dibuja de manera excelente y agrega globitos en francés a unas magistrales tiras cómicas. Aparte de bonitas, ¡peligro!: incitan a pensar.

La cosa va también en lo temporal porque esos dibujitos mucho recogen de una vieja receta latina: “Riendo decir verdades”. Tenía razón aquel Hergé (su abuelo en el oficio) porque el autor del universal Tintín proclamaba que su historieta era lectura “para los jóvenes de 7 a 77 años”.

¿En qué consiste el arte de De Moor? Su valor estriba tanto en el mismo acierto de los temas (el consabido fondo) como en la forma de hacerlo. Ambas facetas van juntas, como uña y carne.

Johan De Moor (nacido en Amberes, en 1953) parece especializarse en esta línea, cautivadora, entre otros, por la asociación insólita de aparentes irreconciliables.

Así ocurre en dos muestras terriblemente crueles: allí va aquel extraño artefacto de dos caras, digno de Jano (¿recuerdan el caricaturista chileno-tico de hace unos años?): se observa por un lado una chupeta, elemento pacificador; por otro lado, al mirar más allá, detectamos que el globito en realidad es una granada explosiva. El “ensemble” desvirtúa la farsa de tantas guerras con el uso de soldados-niños. Especialmente, en el continente “negro” todavía se dan casos.

Otra muestra enfoca una mujer que ara su parcela, pero el golpe de vista –casi literalmente– representa también un código de barras, clave interpretativa del costo de tanto objeto de consumo.

No son entonces poéticos –al mejor estilo de nuestros Azofeifa o Marchena– los surcos que ella traza penosamente; al contrario, evocan usura mediante pagos míseros, para lograr después ganancias exorbitantes con plusvalía en la billetera del intermediario.

Más allá de la oficial abolición de la esclavitud en el siglo XIX, el fenómeno se sigue dando. Se sabe de empresas transnacionales textiles que se ufanan de sus productos creados mediante la explotación de trabajo femenino en reductos infrahumanos en el Brasil'

En estos dos casos del genial caricaturista, la puesta en relación de geografías y temas los vuelve simplemente trágicos; sin embargo, al género que él tan dignamente representa se llama en inglés ‘comics’.

Johan De Moor (su apellido significa ‘el moro’) parece evitar el burka que más de un artista se pone: en la magnífica presentación que hizo en la Universidad Veritas se lució: su capacidad histriónica le permite presentarse como una especie de enfant terrible. Seguimos otra vez con la superposición de temas, de lugares y de tiempos.

Hablemos de la Mona Lisa que se muestra en Veritas. El lienzo de Da Vinci se ha prestado a codificaciones yuxtapuestas y superpuestas. De Moor lo reinterpreta de manera un tanto brusca, pero nada agresiva: al cambiar los ojos por los huecos de un enchufe agrega significados, plusvalía, y nos obliga a pensar, actividad subversiva en dictaduras y en democracia.

La exposición estará hasta el 11 de noviembre en la Universidad Veritas (tel. 2246-4600). Entre la Embajada de Bélgica, la Universidad Veritas y Johan De Moor, a moros y a cristianos nos sorprenden y agradan.