Argentina en picada

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A Argentina se la solía admirar, pero hoy está en severa decadencia. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner, con su irresponsable gestión de gobierno, ha empeorado los serios problemas heredados, incluyendo los del Gobierno de su difunto marido. “Una vez más se dispara la inflación”, señalaba TheNew York Times el 5 de febrero, agregando que “varios economistas independientes indican que en el 2010 la inflación subió entre un 25 y un 30 %. Esta es la tasa más alta desde la calamitosa devaluación de 2002 que produjo una vertiginosa caída de la economía”.

La respuesta de Fernández al problema es procurar disfrazarlo alterando las cifras: “La tasa oficial de inflación del 10,9 % estimada por el Gobierno es menos de la mitad de la que calculan economistas privados y firmas como Ecolatina. La tasa oficial de pobreza del 12 % está también muy por debajo de las estimaciones independientes que la ubican cerca del 30%”, según ese destacado diario.

Aumento del riesgo. Tan evidente es la manipulación que el FMI en su Informe de Perspectivas Económicas 2011 advierte que las cifras oficiales de Argentina sobre inflación y crecimiento del PIB difieren de las estimaciones y estudios independientes. Como señala el New York Times, “la manipulación de los datos estadísticos ha aumentado drásticamente el nivel de riesgo-país de Argentina, ha ahuyentado a inversores extranjeros y ha complicado los esfuerzos del país por volver a entrar en los mercados de crédito, aun cuando se dispone a pagar $1000 millones de deuda por un incumplimiento de pago incurrido en 2001”.

Desaforado, el oficialismo se lanzó a una abierta censura previa de las empresas e instituciones que hacen estimaciones independientes, so pretexto de revisar sus métodos estadísticos y amenazando incluso con cerrarlas, con el propósito de intimidarlas. Y la otra “medida” que han adoptado es atacar –a la Chávez– a las empresas, incluso pretendiendo ilegalmente congelar precios, como hizo recientemente con Shell y ha hecho con otras compañías, foráneas o locales.

Con su despilfarro, medidas de nacionalización y política antiempresarial, los Kirchner han dañado seriamente la economía argentina. El país está en la parte baja del Índice de Competitividad Global 2010-2011 (ICG) del Foro Económico Mundial, con el puesto 87 entre 139 países, y este año retrocedió dos lugares.

Aún peor, el ICG destaca que Argentina socava los elementos básicos de la competitividad y potencial de crecimiento, por tener un “ambiente institucional” de los peores del mundo. En el lugar 132 de 139, apenas supera en ese rubro a Bolivia, Venezuela, Costa de Marfil, Chad y Burundi, entre otros. Esto refleja las acciones erradas de esos dos Gobiernos, como apoderarse del sistema de pensiones privado, la injerencia en el Banco Central para financiar gastos públicos y pagos de deuda y la falta de transparencia en general.

Además, el informe brinda pésimas calificaciones al funcionamiento de los mercados de bienes (135), laboral (138) y servicios financieros (126), caracterizados por rigideces y falta de competencia, que atentan contra la eficiencia y competitividad de los sectores productivos. Y entre los factores que impiden hacer negocios, los que más resaltan, según el mismo ICG, son la inestabilidad política, inflación, acceso a crédito, corrupción y burocracia; todo un rosario de situaciones agravadas continuamente bajo el populismo kirchnerista.

Espiral inflacionaria. La presidenta Fernández arguirá que su política de gastos e inversiones –facilitada por el alto precio mundial de la soya– favorece a los pobres. Pero esa misma política, de alzas salariales del orden del 30% anual, no hace más que generar desempleo y aumento de precios de muchos productos. Empuja así la economía a una nueva y dolorosa espiral inflacionaria, que afecta a los ciudadanos de menores ingresos más severamente que a los ricos.

Este programa económico autodestructivo ha sido perturbadoramente similar al de Chávez. Y aunque, a diferencia de este, ha instaurado un neopopulismo sin dictadura, Fernández se ha comportado a menudo autoritariamente: ha intimidado a periodistas de oposición y la libertad de prensa se ha deteriorado considerablemente durante su gobierno.

La decadencia de Argentina es un sabotaje autoinfligido, dada su enorme riqueza potencial. Los argentinos merecen una conducción mejor que la actual. Que la consigan dependerá de que sean verdaderos ciudadanos y no ciegos seguidores de líderes populistas que los conducen al colapso.

Ojalá asuman el reto de corregir el rumbo y así Argentina vuelva a ser “la joya de América del Sur”.