Animales inmoderados

La obra satírica de José María Figueroa asimiló y adaptó el arte gráfico europeo de su época.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

De todos los rincones del mundo y reunidos en una asamblea en el Jardín Botánico de París, los delegados de cada especie animal refutaban las calumnias que se acumulaban sobre ellos desde el Diluvio Universal.

Cada uno aportaba ideas sobre cómo liberarse del dominio humano: los animales salvajes querían la revolución y la guerra, pero los domesticados proponían una reforma. Luego de horas de discusión, decidieron deponer garras y colmillos y utilizar el ingenio y las letras, armas más eficientes y certeras.

Optaron por publicar un libro donde ellos, y no los humanos, tuviesen la palabra para arremeter contra los defectos sociales y políticos. Según el editor del proyecto, todos los animales podrían exponer sus demandas.

El ser humano fue así despojado de una tradición milenaria: ya no sería el único historiador de todos los asuntos de la vida.

Formas nuevas. Las colaboraciones no se hicieron esperar y la obra completa vio la luz con el título de Scenes de la vie privée et publique des animaux en París en 1842.

Mostrando destrezas literarias y gráficas, aquel libro expuso las visiones críticas que tenían los animales contra los humanos.

Pierre-Jules Hetzel –cuyo seudónimo fue J. P. Stahl – editó el libro, elaborado por varios escritores; incluyó artículos publicados anteriormente en dos revistas especializadas en caricaturas satíricas.

Igualmente se incorporaron las ilustraciones del francés Jean-Ignace-Isidore Gérard, conocido como J. J. Grandville . Pocos temas quedaron fuera de la sátira de los escritores y del ilustrador.

La publicación circuló por el orbe y, en una de sus travesías, cruzó el Atlántico hasta América. Sabemos que al menos uno de los ejemplares llegó a Costa Rica y cayó en manos de José María Figueroa Oreamuno, un singular personaje nacido en 1820.

Entre otras muchas cosas, Figueroa se dedicaría a censurar los defectos sociales y los vicios políticos de su país. A este lado del Atlántico, José María utilizó las referencias de los franceses y copió las figuras antropomorfas de Grandville en algunos de sus cuadernos.

Figueroa daría así la palabra a los animales para enjuiciar a los humanos de Costa Rica.

No obstante, tras la copia preliminar, son evidentes las transformaciones de sus figuras con respecto a las de Grandville. Figueroa recompuso el lenguaje visual euro-peo: lo adaptó al contexto y a los escenarios locales. ¿El resultado?: hibridaciones y formas nuevas.

Su trabajo escrito y gráfico se registró en cinco cuadernos descubiertos durante un inventario hecho en la biblioteca personal del expresidente Rafael Yglesias.

Dos cuadernos se han publicado bajo el título de Figuras y Figurones. En ellos se percibe el tipo de sátira política, ilustración y caricatura que motivó también a sus homólogos franceses años antes, pero con diferencias sustanciales que vale la pena señalar.

Censura. La sátira política mediante la caricatura fue una de las vetas críticas que se difundieron más rápidamente en Europa. Pronto se vincularon con la producción litográfica y lograron la aceptación del público.

En Costa Rica, ese fenómeno fue más lento debido a las limitaciones propias del medio, pero, tanto aquí como en Francia, la sátira política en periódicos y carteles callejeros se consideraba una afrenta al orden establecido y al gobierno.

Por tal motivo, hubo presiones y censuras. En París, la prohibición oficial se estableció en 1835 por el temor aún latente ante los movimientos sociales heredados de la sublevación de 1830 y, al fin, de la propia Revolución Francesa.

Como réplica, los autores franceses optaron por hacer hablar a los animales. Tal estrategia les permitía atacar indirectamente lo que repudiaban.

Las litografías de Grandville y los textos de Escenas de la vida privada y pública de los animales representan a estos con características humanas genéricas, no con las de una persona en particular.

Los artistas pretendieron criticar, pero sin ser directos para no incurrir en la ilegalidad. Por esto no mencionaron a las personas ni los hechos concretos que deseaban censurar, sino personajes ficticios de formas humanas y animales.

En Costa Rica, la censura oficial fue promulgada en 1872; es decir, dos años después del golpe de Estado cometido por Tomas Guardia. En una fecha cercana, José María Figueroa comenzó a elaborar sus cuadernos satíricos.

Sin embargo, a diferencia de sus colegas franceses, Figueroa obvió un detalle de la estrategia de aquellos: aunque sean fácilmente identificables, sus animales antropomorfos y engalanados aparecen con los nombres y los apellidos de políticos, gobernantes de antaño, próceres y religiosos, todos desacralizados sin recato alguno.

Obra actual. Mientras que los franceses presentan a Pavo antes de entrar en la Asamblea, a Liebre disertando en medio de animales atónitos y a Burro –con traje y gafas– leyendo para sus pupilos, Figueroa muestra a Tomás Guardia como un pelícano o una garza, ataviado con traje militar y espuelas y poniéndole un bozal a su sucesor: Aniceto Esquivel. Este resulta ser un voluminoso hipopótamo que aparece también en otras escenas, rodeado de una comitiva y ejerciendo la Presidencia... con bozal.

Así pues, lo que de forma vedada –pero en clara complicidad– pudieron hacer públicamente los franceses con un libro, Figueroa lo hizo de forma directa, pero en cuadernos o libros inéditos. Sin embargo, hoy, al pasar sus páginas, los lectores se convierten en cómplices de la más ácida burla dirigida a la clase política y a la oligarquía costarricenses de finales del siglo XIX.

La obra política de Figueroa es así una violación del espacio prohibido y el desvelamiento de los secretos y las flaquezas del poder político, y con nombres y apellidos. Ante la pluma de Figueroa, son pocas las personas y los temas que quedan impunes.

Si bien Figueroa nombró a sus personajes, estos son también modelos de actitudes e individuos de nuestra época. Por esta razón y por muchas más, incluso hoy podemos reír con él.

LA AUTORA ES HISTORIADORA DEL ARTE Y HA DIRIGIDO EL MUSEO DE ARTE COSTARRICENSE.