Andy Gibb: Todo lo que hacía era soñar

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Andy Gibb Performing 1978 --- Andy Gibb performs during a concert in his Shadow Dancing tour. --- Image by © CORBIS (LGI Stock)
Gibb Andy Gibb eats a cherry from his birthday cake at a party given by his family in his home in Miami Beach, Fla., Monday night, March 6, 1979. Andy's brothers, the Bee Gees, from left are, Robin, Barry and Maurice. (AP Photo) (Anonymous)

Fue un niño dorado; lo tuvo todo y lo perdió. Era un pelirrubio corrongo, de sonrisa fácil. Era un querubín con guitarra. Usaba chaquetas plateadas y azules, o un enterizo rojo pegado al cuerpo y abierto hasta el ombligo. Sus melodías eran sensibles, melosas y pegajosas.

Cerró el ciclo de la música disco, donde sus hermanos eran los reyes y él, Andy Gibb, el príncipe heredero de un ritmo que fue el fondo musical de la crisis del petróleo, el fin de la guerra de Vietnam y el lento desplome de la Unión Soviética, en los años setenta del siglo pasado.

Aunque no fue un Bee Gee aprovechó el brillo de sus hermanos Barry, Robin y Maurice Gibb, para resplandecer con dos éxitos musicales que lo lanzaron al cénit de la fama: I just want to be your everything y Shadow dancing. Muchos setenteros aún suspiran con All I have to do is dream y repiten, junto con Andy y Victoria Principal: ¡Dream, dream, dream, dream!

Para unos biógrafos abusó del alcohol y la cocaína y eso lo llevó a la tumba el 10 de marzo de 1988. Más acorde con su vida romántica, otros consideran que se le partió el corazón, pues Andy Gibb fue un rompecorazones que enamoró a Olivia Newton-John, Marie Osmond y Victoria Principal; la ruptura sentimental con esta última lo hundió en la depresión y las drogas.

Quien fuera su representante entre 1983 y 1985, Jeff Witjas, le decía: “Andy, mírate en el espejo, tienes muchas cosas buenas, tienes talento, las mujeres te aman”, pero él ya no podía ver nada, publicó la prensa de entonces.

El fuego de la fama quemó muy rápido sus alas y su carrera musical fue meteórica. A los 20 años, en 1977, el tema I just want to be your everything ocupó el primer lugar en Estados Unidos durante un mes. Un año después, hizo lo mismo con Shadow Dancing, por siete semanas, lo que le deparó la nominación a dos Grammys, una fortuna de $3 millones y vender 15 millones de discos en todo el mundo.

Lo que por agua viene, por agua se va. El éxito lo devoró. A partir de ahí comenzó el declive. Un poco por el quiebre con su pareja sentimental; otro por el consumo de cocaína y varias sustancias prohibidas; además, menguaron sus capacidades artísticas y a falta de buenos contratos cayó en la ruina.

De aquella fortuna no quedó nada. En 1985 apenas ganó $24 mil; en 1986 bajó a $8 mil; en 1987 debía $1 millón y tenía activos por $50 mil. El hermano más guapo y el menor de los Bee Gees se declaró en bancarrota y terminó viviendo al amparo de su familia, según un artículo de Los Angeles Times, publicado ese año.

Sensible y delicado

Desde pequeños los hermanos Gibb aprendieron a tocar varios instrumentos y a cantar. Sus padres Hugh y Bárbara eran reconocidos artistas e incentivaron en los niños esos talentos, según un texto de la agencia Notimex.

En la familia Gibb se respiraba música. Barry y los gemelos Robin y Maurice formaron, en los años 60, The Bee Gees, el más emblemático grupo de música disco que se inmortalizó con dos temas: Stayin’Alive y Night Fever, popularizadas en el cine por él, en ese entonces flaco bailarín John Travolta.

La fama de sus hermanos atrajo muchas comodidades económicas y el pequeño Andy se volvió un niño malcriado, que viajaba a la escuela en un Rolls-Royce y pronto fue detestado por sus compañeros.

Todo cambió a los 13 años. Barry le regaló una guitarra al hermanito; este abandonó el colegio y comenzó a cantar en los bares de Ibiza, la mediterránea isla española donde vivía con sus padres, tras emigrar de Australia.

Andy pensó que algún día llegaría a ser el cuarto Bee Gee, pero la diferencia de edades con los otros y el apodo “baby Bee Gee” le agradaron muy poco, por eso prefirió cantar solo.

El éxito le sonrió pronto, a los 21 años, fue el primer solista en tener tres sencillos consecutivos como número uno en el Bilboard Hot 100. Ya se había casado con Kim Reeder, madre de su hija Peta, de la cual se divorció a los pocos meses. Aunque Andy casi nunca compartió con la pequeña, según Reeder “la extrañaba mucho, y la separación lo afectó”.

La revista People cuenta que, dos meses antes de morir, Andy llamó a Kim –quien vivía en Australia– para preguntarle por la niña y saber si esta lo podía visitar en Inglaterra. Reeder dijo que no, pero estuvo de acuerdo en que él podría viajar hasta Australia; si bien no se habían visto en ocho años, Andy solía llamar a Peta y “hablaban hasta cinco horas seguidas.”

La popularidad de Andy lo llevó a cantar – en 1979– con los Bee Gees, ABBA y Olivia Newton-John en un concierto organizado por las Naciones Unidas. En 1980 retornó a los estudios para grabar su último álbum de estudio, After dark, que llegaría a ocupar el puesto 21.

La década de los 80 marcó la decadencia de Andy, sobre todo por el incremento en el consumo de cocaína, que lo llevó a perder la confianza de sus contratistas.

En 1985 su madre lo internó en la Clínica Betty Ford, para el tratamiento de adicciones, eso detuvo un poco la sangría de mil dólares diarios que Andy gastaba en cocaína.

Salió medio recuperado y para asombro de su familia, en 1987 decidió matricularse en una escuela de aviación y aprobó el curso de piloto. Su hermano Barry declaró: “el verdadero problema de Andy no son ni el alcohol ni las drogas, sino que simplemente no sabe cómo funciona la vida, no tiene ninguna perspectiva de cómo encararla o siquiera defenderse de ella.”

En caída libre

Mala suerte en los negocios y en el amor. Tras su fracaso matrimonial Andy intentó rehacer su lazos sentimentales; probó con varias artistas como Susan George o Marie Osmond.

A los 22 años desplegó una imagen juvenil, sensual y desenfadada, provocando la gritería de sus fanáticas con sus pantalones pintados y apretados, que estrujaban su lánguida anatomía. Al respecto comentó en una entrevista: “Si atraigo las miradas hacia cierta parte de mi cuerpo no tengo culpa de ello. Creo que es algo agradable y con eso no le hago daño a nadie”.

Las mujeres le encantaban y solía cargar sendos afiches de Marilyn Monroe y Bo Dereck, pues las consideraba “las dos cosas más hermosas que han caminado sobre dos piernas en este planeta.”

Conocer a Victoria Principal, en El Show de John Davidson en 1981, y en enloquecer fueron una misma cosa. Por esos días tenía una fortuna de $10 millones, su estrella refulgía en el mundo del espectáculo y ella apenas descollaba como actriz y cantante.

Victoria alcanzaría renombre a finales de los 70 y en los 80 con la serie televisiva Dallas, donde interpretaba a la sufrida esposa de Bobby Ewing, ingenuo hermano del perverso J.R. Ewing.

Maurice Gibb afirmó que Principal “fue la culpable de la muerte de nuestro hermano, él era un ángel y no supo intuir los tópicos de la maldad.”

Victoria y Andy iniciaron una dependencia cimentada en el consumo mutuo de drogas y parrandas, que culminó con un malogrado remake de la canción All I have to do is dream, añejo éxito de los Everly Brothers de 1958. Este disco no pudo superar el puesto número 50, las listas de los melómanos y fue un descalabro que arrasó con la pareja.

Los chivatos de Hollywood dijeron que la bella actriz se había cansado del niñito rubio y lo dejó por un prospecto más maduro, el cirujano plástico Harry Glassman. A la postre, se divorciaría de él en el año 2006, no sin antes recibir una indemnización de $50 millones.

De vuelta al año 1988, el caso es que la relación de Andy con Victoria solo duró 13 meses. Al terminar, él se montó una borrachera de tres días que lo llevó al borde del coma etílico y eso presionó aún más su débil corazón.

Era poco lo que se podía hacer para detener la caída. Participó en programas de televisión de baja ralea; uno de ellos fue Oro sólido. La debacle obligó a su madre Bárbara y al resto de la familia a intervenir en la vida del cantante, quien con 26 años era un esperpento, flaquísimo, descocado y errabundo.

Tras su estadía en la Clínica de Betty Ford su salud mejoró ; aprovechó para que la disquera Island le diera de nuevo la oportunidad y se fue para Londres, a la casa de su hermano Barry.

Parecía que el sol salía de nuevo en la vida de Andy. Fue un falso presagio. Cuatro días después de cumplir 30 años sufrió un fuerte dolor en el pecho y su madre lo internó en el Hospital John Radclife, de Oxford.

Tras varios análisis de sangre perdió la conciencia y nunca más la recuperó. Según los médicos murió de una pericarditis, una infección viral que inflama la capa que cubre el corazón, según informó Los Angeles Times.

El Dr. William Shell, afamado cardiólogo de Beverly Hills, quien atendió a Gibb entre 1985 y 1986 aseguró que “pequeñas dosis de cocaína pueden causar daños cardíacos permanentes.”

Al funeral, el 10 de marzo de 1988, la familia impidió la entrada a Victoria Principal; el cuerpo fue sepultado en el Forrest Lawn de Hollywood, donde también yace Michael Jackson.

Andy tenía un corazón verde y juvenil, más que el de muchos; pero la intensidad de su vida lo agotó antes de tiempo y era demasiado joven para morir. 1