Alianza de oposición

El 2 de mayo, la Asamblea Legislativa amaneció sin presidente y sumergida en una aguda crisis política, luego de que 31 diputados de cinco partidos opositores sellaron un inédito pacto para sacar al PLN del directorio.

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Intrigas, acusaciones de fraude, gritos desde todos los flancos y el olor a traición enrareciendo la atmósfera del plenario: la accidentada elección del directorio legislativo, en mayo pasado, reúne los condimentos para ubicar a la autoproclamada Alianza por Costa Rica, entre los personajes nacionales de mayor impacto noticioso.

Claro que es necesario hacer la aclaración. La alianza no es un personaje, pero si hubiera que ponerle tal etiqueta se podría decir que es el diputado 58 de la Asamblea Legislativa, vástago de una representación política cada vez más dispersa, y la falta de tacto y negociación de la bancada del Partido Liberación Nacional (PLN).

Este legislador 58 tampoco tiene curul ni despacho. Hay que escucharlo en las noticias, en el testimonio de los diputados que fraguaron el pacto y en las encuestas de opinión donde, dicho sea de paso, su popularidad va en retroceso.

Tras siete meses de rondar por los pasillos del Castillo Azul, sede del directorio del Congreso, el bloque se pasea sin pena ni gloria. El gran golpe de timón que cambiaría el rumbo del país se tarda en llegar, lo mismo que los grandes cataclismos que los adversarios de la alianza proclamaron. ¿Y qué se podía esperar? El principal fin que aglutinó a cinco fracciones opositoras y a sus 31 diputados fue sacar al PLN de la presidencia legislativa.

Aún así, la sesión del 1.° de mayo anterior será recordada como una de las más encendidas desde la fundación de la Segunda República, a tal punto que ese día no fue posible elegir el directorio, la presidenta Laura Chinchilla no pronunció el habitual discurso de rendición de cuentas y la Asamblea permaneció acéfala por varias horas .

Cuando, en abril pasado, los jefes de fracción de cinco agrupaciones políticas anunciaron su intención de crear una alianza de oposición para arrebatarle al PLN el control de la Asamblea Legislativa, parecía que el levantamiento moriría asfixiado a manos del partido oficialista, como en años anteriores.

En el 2010, ya se había intentado un directorio de oposición. Fue el Movimiento Libertario, de la mano de su líder, Otto Guevara, el que a pocos días de la elección del 1°. de mayo, hundió tales pretensiones, tras firmar un acuerdo de dos años con el PLN.

Con sus nueve diputados, los libertarios inclinaron la balanza en favor del candidato liberacionista, Luis Gerardo Villanueva, a cambio de un espacio en el Directorio del Congreso y puestos en instituciones autónomas para militantes del partido.

Sin embargo, en el 2011 la historia cambió.

Juan Carlos Mendoza, presidente de la Asamblea Legislativa (por esos días era jefe de fracción del PAC), cree que hubo dos factores que permitieron compactar el bloque. “La primera es que se había llegado a un límite insoportable en la concentración de poder que venía ejerciendo Liberación, en todos los ámbitos de la vida política del país”.

También hubo una ruptura en el pacto entre Liberación y los libertarios. “Los reiterados incumplimientos de Liberación a lo que habían acordado hicieron que los libertarios tomaran la decisión de salirse de eso y consolidar la alianza”, dice Mendoza.

Las dos semanas previas a la elección fueron intensas. Por un lado, los opositores aseguraban tener 31 votos, fruto del pacto entre las bancadas del PAC, Movimiento Libertario, el Partido Unidad Social Cristiana (PUSC), Accesibilidad sin Exclusión (PASE) y Frente Amplio; por el otro, los diputados del PLN se mostraban seguros de la reelección y aseguraban que varios miembros de la alianza estaban anuentes a romper el bloque de cinco partidos para apoyar a Villanueva el día de la elección.

La posibilidad de que saltara un diputado disidente de último minuto rondaba por las curules.

Pese a que soplaban fuertes los rumores de “una traición”, la alianza llegó al plenario, la mañana de ese 1°. de mayo, a postular a Juan Carlos Mendoza, diputado del PAC, como aspirante a la presidencia del Congreso.

A las 9:00 a. m. dio inicio la sesión y, solo 10 minutos después, se desataron los primeros choques entre el PLN y los aliados. Los opositores insistían en mantener cerca de las curules a los asesores de las fracciones para evitar la ruptura del pacto, una maniobra que los oficialistas rechazaron de plano.

El diputado Víctor Emilio Granados, del PASE, recuerda que hubo mucha agitación pues comenzaron a correr fuertes rumores de que no todos los diputados de la alianza iban a cumplir el pacto.

“Se decía que por medio del voto secreto iban a salir disidentes que apoyarían a Villanueva, y esa era la expectativa más grande, y por eso se dio todo el conflicto inicial: en torno a la manera de hacer la votación”, contó este diputado.

El primer intento de votación ocurrió las 9:50 a. m. pero el proceso fue anulado minutos más tarde. La oposición intentó, por todos los medios, fiscalizar el voto aliado, y las denuncias del PLN en torno a lo que calificaron como “fraude” aumentaron el tono y la aspereza de los reclamos.

El segundo intento de elección fue a las 10:35 a. m.; en esta ocasión, la alianza abandonó el plenario pues se les obligó a votar en una urna y no desde la curul. El PLN aprovechó esta ausencia para elegir a Luis Gerardo Villanueva con los 26 diputados presentes –sin el quórum necesario para sesionar–, una maniobra política que más adelante desataría airadas protestas por parte de los diputados de oposición.

Villanueva, en medio de fuertes cuestionamientos, renunció horas más tarde a la designación, pero la intentona ya había dejado daños profundos en las conexiones políticas, que impidieron, ese domingo, la elección del directorio.

Al día siguiente, la Asamblea amaneció en crisis. Fue hasta horas de la tarde cuando se reanudó la votación, donde se eligió como presidente a Juan Carlos Mendoza, junto con diputados del PUSC, PASE y el Libertario.

La amalgama que unió, –y mantiene unida– a la “Alianza por Costa Rica”, es la posesión del directorio. Así lo reconocen los propios socios del pacto.

“Se ha querido malinterpretar para qué fue constituida la alianza. Ahí está plasmado en un documento, con las 31 firmas, que es una alianza que se constituye para la administración de la Asamblea Legislativa”, asevera el diputado libertario, Danilo Cubero.

Al inicio, la misma ciudadanía apoyó la cruzada del “diputado 58”. Una encuesta de opinión de Unimer para La Nación, publicada en junio, mostró que la salida del PLN del directorio era visto como algo “positivo”, por parte de una mayoría (57% de quienes se enteraron de la elección). Mas en octubre pasado, esto cambió, y en otro estudio similar, 7 de cada 10 ciudadanos opinó que el pacto no mejoró la labor del Congreso.

El diputado Mendoza se defiende. Asegura que ha faltado comunicación y que la Asamblea carga con una percepción negativa del pasado.

¿Se podrá revertir? “En los tres años de gestión que vamos a tener, sí”, responde el jerarca. Granados tiene una opinión más severa. “Evidentemente, se formaron expectativas en torno a la alianza que no eran del todo ciertas: que la alianza tenía fuerza para solucionar muchos problemas y el tiempo se encargó de demostrar lo contrario”.