Al Vuelo

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W elcome to Costa Rica , “país sin ingredientes artificiales”, dijo Obama durante su reciente su visita, citando la propaganda turística oficial. “Paraíso verde”, “ el país más feliz del mundo ”. La publicidad del Instituto Costarricense de Turismo (ICT) exhibe volcanes, bosques, cataratas, colibríes, ranas, y bellas playas , como a las que llegan cada año a desovar miles de tortugas, especie en peligro de extinción. La cara oculta, que no reflejan esos videos promocionales, es lo difícil de la lucha por la preservación de la naturaleza en el país. Es peligrosa, también. Tras denunciar el vínculo entre saqueadores de huevos de tortugas y el narcotráfico, en este “paraíso tropical” asesinaron, ayer, a Jairo Mora Sandoval, joven ambientalista de 26 años.

Hace varias semanas, Jairo Mora había denunciado el saqueo de huevos de tortuga, perpetrado por delincuentes que operan hoy según un nueva modalidad : les pagan con droga, a cambio del botín. Había avisado también que él y otros ambientalistas estaban siendo amenazados. Asimismo, Didier Chacón, coordinador del proyecto Widecast en Latinoamérica, para el cual laboraba Jairo Mora, había señalado la gran inseguridad en que los voluntarios debían desempeñar sus labores. “¿Hasta cuándo actuarán (las autoridades)? ¿Hasta que muera uno de estos muchachos que creen en la conservación?”, expresó a este diario. El asesinato de Jairo Mora es hoy una trágica respuesta a su interpelación.

En los últimos años, no solo el discurso gubernamental ha tendido a estigmatizar la labor de ambientalistas (“esos grupos no están pensando en la protección del medio ambiente, quisieran hacer de Costa Rica un museo de historia natural”, dijo Chinchilla en el 2010 en San Carlos, cuando aún se consideraba viable el proyecto de la minería Crucitas); también es evidente que el Estado deja a las organizaciones conservacionistas prácticamente a su suerte.

Como consecuencia del trágico acontecimiento de ayer, Didier Chacón se vio obligado a cerrar el proyecto para la defensa de las tortugas baula en Moín de Limón.

Si el Estado no asume, como debería, una lucha más activa por la conservación de la naturaleza, sino que la delega en organizaciones privadas, ¿no se debe exigir, al menos, que estas cuenten con apoyo estatal en seguridad? Sería lo mínimo, si tomamos en cuenta, además, que la propaganda del ICT vende precisamente lo que muchos ambientalistas luchan por preservar, poniendo en riesgo su salud y su vida, con la pasión como único estímulo.