Al rescate de Juan Santamaría

Testimonios a fines del siglo XIX, varias autoridades buscaron pruebas del acto heroico del tambor alajuelense

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“No aparece en esos partes (de guerra) el nombre de José María Rojas; pero muchas personas que pretenden hallarse bien informadas aseguran que Rojas mató al coronel Machado, en los momentos en que marchaba con una columna de nativos a atacar la parte norte de la población. Tampoco se habla en los partes de Juan Santamaría, a quien se atribuye haber incendiado el Mesón de Guerra. Puede asegurarse que en los días posteriores a la acción de Rivas, no se hablaba de él, aunque se repetían los actos de heroísmo de otros combatientes”.

Esas afirmaciones divulgadas en el libro Walker en Centroamérica , escrito por Lorenzo Montúfar en 1887, desataron tremenda polémica en el entorno local pues ponían en tela de duda la veracidad de los actos tradicionalmente atribuidos al tambor alajuelense.

Sorprendían no tanto por proceder de un intelectual extranjero (Montúfar era guatemalteco), sino porque, durante la mayor parte de su vida, Montúfar desempeñó importantes cargos públicos, se casó y habitó en tierras costarricenses.

En 1885, Álvaro Contreras, hondureño afincado temporalmente en el país, llamó la atención de propios y extraños al suscribir en el Diario de Costa Rica un artículo titulado “El Héroe desconocido”, en el que evidenciaba el olvido y la poca atención que las autoridades locales le brindaban a Santamaría.

Probablemente, las intervenciones de Contreras y Montúfar, más el interés que tenían las autoridades de transformar el héroe provincial en uno de alcance nacional, motivaron la realización de dos proyectos complementarios: la elevación de un monumento en honor al “Erizo” en Alajuela en 1891 y la recolección de testimonios de excombatientes de la batalla del 11 de abril de 1856, que constataran la participación de Santamaría en la recordada gesta bélica.

‘Información ad perpetuam’. Con este nombre, entre mayo y setiembre de 1891, la Secretaría de Guerra primero y la Municipalidad de Alajuela después, mandaron a levantar declaraciones de ciertas personas que, para entonces, contaban entre 55 y 66 años.

La intención de estas informaciones, localizadas hoy en el Archivo Nacional de Costa Rica (ANCR), era facilitar una base documental jurídica a partir de la cual se escribiera la historia oficial del héroe caído en Rivas.

En el caso de la Información ad perpetuam patrocinada por la Secretaría de Guerra, el propósito parecía más “objetivo”.

Según sus impulsores, se deseaba “esclarecer la verdad histórica respecto a los hechos del Capitán José María Rojas y del soldado Juan Santamaría en la memorable jornada del 11 de abril de 1856 en la Plaza de Rivas” (Sección Guerra y Marina, ANCR).

Mientras tanto, la forma en que se planteaba la iniciativa de la Municipalidad de Alajuela sugiere más el interés de comprobar hechos en vez de esclarecerlos. En ella se ordena “levantar una información ad perpetuam , no para probar el heroísmo de Juan Santamaría, porque no necesita prueba' sino para que se conserve en documento judicial” (Sección Gobernación, ANCR).

La información seguida por la Secretaría de Guerra daba la libertad a los excombatientes de decir lo que sabían sobre los hechos acaecidos el 11 de abril de 1856, en particular sobre la participación de Santamaría y de José María Rojas.

En cambio, la indagación de la Municipalidad de Alajuela decía literalmente: “¿Es cierto y le consta que Juan Santamaría murió dando fuego al Mesón de Rivas, en donde se encontraba alojado el ejército enemigo el 11 de abril de 1856, en combate abierto y donde era casi segura la muerte?”.

Como se aprecia, los planteamientos en cada caso revelan intereses distintos.

Repensar al héroe. La Información ad perpetuam de la Secretaría de Guerra constituye un valioso documento dado a conocer hacia mediados de 1990, más de un siglo después de su elaboración.

Tal olvido quizá responda a que las versiones ahí contenidas no siempre concilian con la imagen tradicional que se tiene del héroe alajuelense.

Lo contrario sucede con el documento patrocinado por la Municipalidad de Alajuela, que desde hace mucho tiempo circula y se cita en investigaciones históricas sobre el tema.

Las declaraciones de veteranos de guerra llaman la atención por sus contrastes. Mientras algunos, como Marcos Barrantes, afirman haber visto al “Erizo” quemar al mesón y luego “el cadáver de dicho joven tendido en el suelo”, otros como Gil Zúñiga aseveran que Santamaría llevó a cabo dos intentos de quema y “lo vio caer atravesado por las balas; que como el mesón siguió ardiendo, el cadáver de Santa María se chasparreó, pues así lo vio al día siguiente”.

Excombatientes como Joseana Vargas, Manuel Rodríguez, José Chavez Quesada y Julián Mora Reyes indican que, a pesar de que no presenciaron el acto atribuido a Santamaría, sí escucharon al día siguiente que había sido el “Erizo” quien lo ejecutó, o bien, que “fue uno de Alajuela el que lo hizo”.

Resaltan casos como los de Ramón Jiménez, quien “más bien oyó decir, al día siguiente, que Francisco Echandi era quien lo había incendiado (el mesón)” , así como el de Jerónimo Segura, quien afirma que se conocía que Santamaría era muy querido y protegido por el general José María Cañas y que por tal razón tenía fama de no enviarlo al frente de la batalla.

Segura declaró que Santamaría, ante la resistencia que él mismo ponía por salir a dar fuego al mesón, le dijo: “¿Por qué sos pendejo? Yo ya salí a dar fuego y no puse inconvenientes”. Imágenes como estas no favorecen mucho la percepción que se tiene del soldado inmolado en Rivas.

Declaraciones de esta naturaleza, la edificación de una estatua y documentos y editoriales difundidos en la prensa escrita, son parte de los insumos fundamentales que hoy permiten comprender el complejo proceso que, hacia fines del siglo XIX, dio origen a la construcción del héroe por excelencia de los costarricenses.

El autor es Coordinador del Programa de Estudios Generales de la UNED y Profesor Asociado de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.